Jorge Valdivia, el original, llegó a Palmeiras a mitad de 2006, mientras todo el mundo miraba atento hacia Alemania, donde se jugaba ese Mundial al que su Selección no había clasificado. El crack que la rompe en esta Copa América desembarcó en el fútbol brasileño, con su talento a cuestas, como la gran figura del Colo-Colo que acababa de ser campeón en Chile.
En el lejano Mato Grosso, unos meses después, un pibito flaco de trece años, categoría 94, trotaba con la pelota al pie y el pelo revuelto, gambeteando rivales y regalando pases gol. Sus amigos no pudieron evitar la comparación con ese chileno habilidoso, tan diferente a todos los chilenos que conocían, que ya era figura en Palmeiras. Decidieron apodarlo Valdívia, con tilde para darle un toque brasileño. Allá los apodos son cosa seria. Su nombre, Wanderson Ferreira de Oliveira, pasó al olvido.
En San Pablo, el chileno Valdivia mostró su mejor fútbol. Su técnica con la pelota, su pase preciso y su enorme capacidad estratégica para conducir los ataques del conjunto verde lo transformaron muy rápido en ídolo. Después de su primer año, en 2007 fue elegido uno de los mejores jugadores del fútbol brasileño. Al año siguiente, cuando Palmeiras fue campeón de torneo Paulista, todos estuvieron de acuerdo en darle el Balón de Oro local.
El Valdívia brasileño aceptó su nueva identidad con gusto. “Me llamaron así porque decían que había una semejanza física, especialmente en el cabello -relata-. Como me gustaba el fútbol que hacía él lo acepté y terminó pegando. Lo que más me gustaba era su técnica. Creo que también nuestro estilo de juego es similar, por la facilidad de hacer asistencias, aunque yo también me especialicé en los tiros libres, que entreno bastante”.
El campeonato con Palmeiras llevó al Mago chileno hasta Medio Oriente. Durante un par de años, Valdivia paseó su habilidad por Emiratos Árabes con la camiseta del Al Ain FC. Volvió a San Pablo en 2010, con unos cuantos billetes en el bolso, y, otra vez, se calzó la remera verde para lo bueno y para lo malo. Ganó la Copa de Brasil en 2012 pero también se fue al descenso y, al campeonato siguiente, fue campeón en Segunda.
Rondonópolis Esporte Clube disfrutó durante esos años la magia del homónimo brasileño. En 2012, con 17 años, lo vendieron a Internacional de Porto Alegre, que lo había descubierto en la Copa Sao Paulo, un tradicional torneo juvenil en el que Valdívia fue goleador con ocho tantos.
La prensa aprovechó el momento de fama del juvenil y organizó el encuentro con su referente chileno. Valdívia conoció a Valdivia en San Pablo, en la sede de Palmeiras. Se fotografiaron, charlaron y le regaló una camiseta de Rondonópolis. “Fue muy atento y simpático conmigo. Demostró estar contento de conocerme. Le pedí perdón por usar su nombre pero creo que no le molestó, sino que más bien se sintió homenajeado”, contó el brasileño.
Parece que Valdivia sabe que no es muy querido en el ambiente. El año pasado, una encuesta entre un centenar de futbolistas del Brasileirao afirmó que el chileno es el jugador más odiado de la Liga de Brasil. Un 21,29% de sus compañeros de trabajo lo eligieron así. Cerca, en segundo lugar (19,44%), quedó Andrés D’Alessandro. El joven Valdívia, que comparte equipo con el Cabezón y que twitea desde la cuenta @valdivia_magico, no debe estar nada de acuerdo con la votación.
Desde que debutó en Primera, en 2013, Valdívia entró en la convocatoria para los últimos tres Internacional-Palmeiras que se jugaron. Fue titular en el último, 1-1, y jugó la media hora final en el anterior, 3-1 para Inter. Pero el del verdão, que se lesiona seguido, no estuvo en ninguno. Tenía el sueño de coincidir con su ídolo en el próximo Internacional-Palmeiras, en septiembre, pero acaban de anunciar que el chileno vuelve al fútbol de Medio Oriente.
Igual, el Mago brasileño, que viene de hacerle un gol a la U de Chile y festejarlo como Valdivia, se ilusiona con que alguna vez puedan compartir equipo. “Sería un placer. Creo que nos entenderíamos muy bien”, reconoció. Por ahora, solo puede disfrutarlo por televisión en esta Copa América, como todos nosotros. Mientras, espera que el fútbol los junte para darse pases de gol.