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Roque Bordonave fue un técnico de Victoriano Arenas que, en 1997 (los celulares no estaban en auge todavía, lo que no es un detalle menor en esta historia) y en el debut en su puesto ante el Club Atlético Atletic, dedicó a dar instrucciones confusas y hasta esquizofrénicas a sus jugadores antes de salir a la cancha. Triangulizá la verosimilitud con la pelota dividida por la diagonalidad, ekoy?” Aparte de su incapacidad para decir “okey” en forma correcta, Bordonave provocó tal dispersión mental en sus dirigidos que, ya entregados
en la cancha, sólo se dedicaron a seguir las instrucciones que Bordonave les daba a través de un megáfono. Mentes en blanco, cuerpos manejados a través de la palabra de Bordonave. “Pegale de zurda, tira el centro. Ahora vos, Casiari. Saltá. Ya que saltaste, ahora cabeceá”. Así, escuchando segundo a segundo la instrucción de lo que debían hacer, los de la escuadra victorianoarenense ganaban 4-0 en el primer tiempo. Pero a Bordonave se le terminaron las pilas del megáfono… En una historia que merece ser contada.
¿Qué es lo que ocurrió después? Bordonave trató de manejar a su equipo a los gritos: “Sufriategui, levantala con la izquierda y mientras la pelota está en el aire, apoya la pierna
izquierda en el piso y con la derecha rematá al palo izquierdo”. Pero Sufriategui no escuchó bien. “Podría repetirme la instrucción. No entiendo la segunda parte”. Pero en esa pausa, obvio, Sufriategui perdió la pelota. “Archimastro, salile al 7 de ellos que está entrando a área”, gritaba Bordonave. “Entendí lo del siete de ellos que está entrando al área, pero no la parte en dónde me sugiere algo. ¿Dijo ‘Alile’ o algo parecido?”.
Mientras Archimastro pedía precisiones, gol de Atlético Atletic: 1-4.
La cosa se complicó. El sistema que había armado Bordonave, que consistía en limarles la cabeza a los jugadores para luego manejarlos con su palabra como si fueran zombies, había fracasado. ¿Nadie podía ir a comprar baterías de 9 voltios para el megáfono? Por supuesto, lo intentaron, pero no había en los kioscos de la zona. Y ahora sus jugadores eran una suerte de títeres estúpidos que no sabían que hacer mientras los contrarios avanzaban y ponían el partido 8-4 en apenas 28 minutos.
Muchos dijeron que el éxito en aquel encuentro, que finalmente terminó con el triunfo de Victoriano Arenas sobre el Club Atlético Atletic por 11-9, fue gracias a un dispositivo de intercomunicadores (los comúnmente llamados handys) con los cuales el técnico les iba dando instrucciones precisas a los jugadores de lo que debían hacer: “Pertone, hamacate a la derecha, amagá seguir, pero tocásela a Gardello. Cambio”, contaron algunos testigos que le escucharon decir a Bordonave con una tranquilidad pasmosa cuando su equipo perdía 8-7.
Hay quienes aseguraban haber presenciado la escena de Bordonave manejando el sistema de doce canales facilitado por el Comando Radioeléctrico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Pero no fue así. Sabiendo la imposibilidad que había provocado en los jugadores, Bordonave mando a pedir una Remington 611, una vieja maquina de escribir estaba en la contaduría, además papel y 11 pliegos de papel carbónico.
A los 39 minutos de segundo tiempo ya tenía escritas 71 páginas, cuyas 11 copias, previamente abrochadas, fueron repartidas entre los jugadores, aprovechando un pequeño incidente (Bordonave le pidió a Criscuolo, su número 7, que se tirara el piso en foul para hacer tiempo. Según consta en el informe del árbitro, demoró partido 14 minutos). Y luego, ya con instrucciones de lo que debían hacer, escritas con gran claridad, Victoriano Arenas dio vuelta le partido.
“Gerantone, pica por la derecha. Mientras, Ardigalo espera el pelotazo. Cuando Gerantone esté con la pelota a la altura del cartel de Embutidos Quilmeña, tirará el pelotazo. Pero Ardigalo no cabeceará. Se llevara la marca, dejando el hueco para Sufriategui, quien -entrando en diagonal- le pegará a la pelota a media altura, hacia palo derecho. ¿Ekoy?”. Así rezaba de las páginas de esa suerte de guión que Bordonave había escrito. Porque fue así nomás. Bordonave escribió guión de lo que debían hacer en seis minutos restantes del partido, con los respectivos goles que debían anotarse. Una hazaña. Ya que en momento caían por 9-4.
Después de ese partido, entre la algarabía de la gente, Bordonave renunció y pocos volvieron a saber de él. Hoy vive magníficamente en la Costa Oeste de Estados Unidos. Planifica vidas ajenas a pedido. Gente que le pide un guión sobre lo que debería hacer para ser feliz. Bordonave se los escribe. De a una semana por vez. Y resulta.