Soy hincha de Boca. Hace dos semanas fui con mis hijos a la Bombonera y disfruté del superclásico del torneo. La contraseña de mi adolescencia es GattiAbramovichHiguaínMusladiniHrabinaMelgarCarrizoTapiaGracianiRinaldiComas. El modelo 87 de Menotti, que seguí a todas partes. Hoy se sabrá la decisión de la Conmebol. Ojalá sea ejemplar, con derrota, eliminación, suspensión de la cancha e inhabilitación para competir en el plano internacional durante un año como mínimo.
La serie nos quedó enorme. Desde aquella primera queja de Arruabarrena por las fechas de los partidos (un escándalo por un día de diferencia) hasta el ignominioso jueves 14. En el juego fuimos superados durante los dos partidos. Boca nunca impuso las condiciones. No pateó al arco en el primer tiempo del Monumental. Anteanoche, no mostró ni un fundamento para revertir la desventaja. Gallardo siempre estuvo un paso adelante. En la ida, Ponzio de falso enganche para bloquear y raspar a Gago. En la vuelta, el 4-1-4-1 con Kranevitter libre delante de los defensores, el equipo bien corto y la presión muy alta. Mora molestó a Gago en la salida como tercer central. Martínez y Driussi marcaron a los laterales. Como interiores, Sánchez y Ponzio taparon a Meli y a Pérez. Sin juego, sin liderazgo, tibio y nervioso, Boca tiró quinientos pelotazos en el primer tiempo.
La investigación deberá determinar quién tiró el líquido, por qué estaba la bengala en la manga, quién la prendió, cómo la llevaron hasta allí y quiénes idearon la operación del entretiempo. Un acto criminal que pudo haber terminado aun peor por el cóctel de manga, bengala y líquido. El acto de cobardía más vergonzante de la historia de nuestro club, principal responsable como organizador del espectáculo. Como no les podemos ganar en la cancha porque juegan mejor, entonces vamos a asustarlos. Ése fue el mensaje del autor. ¿Habría ocurrido si Boca hubiera jugado un primer tiempo correcto?
Las caras incendiadas de Ponzio, Kranevitter, Funes Mori y Vangioni demandaban suspensión inmediata y atención médica urgente. El árbitro Herrera y el veedor de la Conmebol quisieron continuar a toda costa. Desesperados, estiraron la decisión una hora. Los jugadores y el entrenador de Boca lucieron más preocupados por la reanudación del juego que por la salud de sus colegas, con quienes apenas una hora antes habían compartido un minuto de silencio por la muerte del futbolista Emanuel Ortega. Se despidieron saludando a la barra. Apenas llegaron al vestuario, registraron el penoso papel que habían asumido en la cancha y se mostraron solidarios pero en declaraciones, no en hechos. El presidente Angelici se limitó a decir que el club había hecho todo bien en materia de seguridad cuando en la previa había muchas versiones de que algo se estaba cocinando. Muchos hinchas han elegido victimizarse y apelar a la teoría de la conspiración: “Somos Boca, papá, nos quieren cagar”. El grito del final “River sos cagón” cierra ese círculo.
Otros aceptan la responsabilidad pero se hacen trampa al solitario con el recurso de “por diez inadaptados no pueden perjudicar al club”. Siempre puntual como gran excusa para rechazar sanciones duras a clubes grandes, esa frase le ha hecho tanto daño al fútbol argentino como las balas, los cuchillos y las bengalas. ¿Qué dirían estos mismos hinchas si la situación fuera exactamente a la inversa? Le tocó a Boca, pero podría haber sido otro. Como River ante Belgrano en 2011. Volvió del descenso pero no de la vergüenza de pegarle a un futbolista o de apretar al árbitro Pezzotta. Más allá de la resolución de la Conmebol, ésto es peor que irse a la B. De eso se vuelve, de esto no. Como hincha de Boca, lamento la mancha que nunca se borrará.
Fuente: Cancha llena