En la década del noventa, la Selección de Austria estaba muy lejos de sus tiempos de gloria. Logró clasificar a las Copas del Mundo de Italia 1990 y Francia 1998, pero no dejó grandes recuerdos. Sin embargo, disfrutó de su mejor futbolista desde la trágica muerte del legendario Mathias Sindelar. Anton Polster es un nombre conocido y respetado para aquellos que hacían malabares con el objetivo de seguir el fútbol europeo en los años anteriores a la irrupción de internet. Su figura no tendrá el peso de otras, pero es recordado con cariño por los jóvenes nostálgicos de la generación X futbolera.
Hoy, muchos años después de sus goles, el bueno de Toni canta. Con un look similar al de Sergio Dalma, el artillero supo reinventarse y se convirtió en un galán maduro con una carrera aceptable en la escena musical austriaca. Escribió e interpretó varias canciones que se convirtieron en éxitos populares en su país, grabó algunos discos y, sobre todo, se sacó el gusto. Porque eso es lo que Polster hizo a lo largo de su vida: no quedarse con las ganas de nada.
Su relación con el arte comenzó en 1997, cuando atravesaba la última etapa de su trayectoria en Colonia. Tenía 33 años de edad y ya era un ídolo en dicha ciudad del este de Alemania. La banda de rock Die Fabulösen Thekenschlampen lo invitó a participar en un festival, él fue con gusto y después el club lo multó por el descaro. Sin embargo, enseguida los dirigentes entendieron que el tema venía en serio y que aquello no era sólo un gesto de rebeldía. Entonces, le retiraron el castigo y pusieron en marcha una ingeniería para que el experimentado y querido delantero pudiera jugar y cantar.
Tras aquella participación con esta especie de “Decadentes austríacos” en la que cantó una pieza acerca de sus hazañas futboleras (“Toni se refuerza” es el título), se unió a la banda Achtung Liebe, con la que grabó dos discos: Toni Walk on 9 (2006) y 12 Meistertitel (2008). En la actualidad se encuentra alejado de los escenarios, pero ha sabido acompañar a otros artistas como invitado.
Como futbolista vivió su mejor temporada en 1989/90, cuando marcó la extraordinaria cifra de 33 goles con la camiseta de Sevilla y terminó como segundo máximo artillero de la Liga detrás de Hugo Sánchez, quien ese mismo año logró el récord español absoluto con 38 festejos. Esa marca estuvo vigente hasta la irrupción devastadora de la dupla Cristiano Ronaldo-Messi. De hecho, la campaña de Polster sólo fue superada por estos dos futbolistas y por el brasileño Ronaldo.
De esta manera lo recuerda un hincha de Sevilla: “Es imborrable su extraordinaria presencia física. Alto, corpulento, con un juego de brazos apabullante, que utilizaba con gran habilidad, justo en el instante previo a controlar el balón, para alejar a los defensas de su órbita con tiempo bastante para disparar a gol o asistir, sin que le pitasen falta. Finura, clase, toque, potencia, colocación, todo ello acumulaba su irrepetible pierna izquierda, aunque con los años fue afinando también la puntería con la diestra, e incluso con la cabeza, que nunca había sido su fuerte a la hora de rematar”.
En 1987, protagonizó una de las grandes polémicas de la década del ochenta en el fútbol europeo. Convirtió la descomunal suma de 39 goles en la Liga de Austria, pero se quedó sin el Botín de Oro porque el rumano Rodion Camataru anotó veinte tantos en los últimos seis partidos del torneo y finalizó la temporada con 44 goles. En 1990, se investigó el caso y se le otorgó el honor al austríaco, quien afirmó: “Siempre dije que había trampa, porque es imposible que Camataru marcara tres goles de media en los últimos seis partidos del campeonato. Por eso no fui a recoger la Bota de Plata a Monaco. Ahora se hizo justicia”.
Según el propio Polster, la Rumania de Ceaucescu necesitaba dinero fresco y la forma de conseguirlo era vendiendo a Camataru al fútbol francés. El hombre, además de jugar bien y cantar, sabía armar historias de conspiraciones.
Polster debutó a los 18 años en FK Austria Viena, donde ganó tres Ligas y se coronó como máximo goleador en tres ocasiones. De forma casi simultánea hizo su presentación en la Selección, en la que marcó un gol en su primer encuentro. En 1987 pasó a Torino, donde no pudo demostrar su mejor nivel, y un año más tarde llegó a Sevilla. En el club andaluz fue ídolo pero su salida fue muy conflictiva e inesperada. En un partido contra Real Sociedad en Atocha, le arrojó la camiseta en la cara al entrenador argentino Vicente Cantatore al ser sustituido. “No se puede tirar la camiseta del club en el que se trabaja. Ahora le va a. costar mucho recuperarla”, dijo el DT tras el hecho. Y tenía razón, porque nunca más la recuperó.
Fue cedido a Logroñés en 1991 y más tarde a Rayo Vallecano. En 1993 arribó a Colonia, donde se ganó el amor de todos los hinchas gracias a sus 79 goles en 151 partidos. Allí fue conocido como Doppelpack, por su capacidad para marcar de a dos goles por juego. Tras un breve paso por Borussia Mönchengladbach, se retiró a los 36 años en Austria Salzburg. Un año antes de su despedida, había afirmado que era el mejor delantero del mundo. Berretines de un muchacho con mucha autoestima.
Con la Selección disputó 95 partidos y anotó 44 goles, cifra que lo convierte en el máximo artiller histórico de Austria. Disputó dos Copas del Mundo y fue el símbolo del fútbol de su país en las últimas décadas.
Tras su retiro, combinó su carrera artística con el cargo de director de marketing de Borussia Moenchengladbach y también fue entrenador de Viktoria Viena, al que ascendió desde la quinta a la tercera división. En 2003 tuvo un fugaz paso por Admira Wacker, al que dirigió solo tres fechas. Además, creó una línea de camisas y camisetas (llamada goles legendarios) cuyos ingresos destina al fútbol base de su país y promocionó los helados “doppellutscher”. Un hombre orquesta.