-Ey, Roy, ¿me firmás el libro?
-No.
-¿Por qué no? Vamos, por favor, dame tu autográfo, sos mi ídolo.
-No.
-Ey, dale, soy irlandés como vos.
Piña. Incidentes. Policía. Quizás no sucedió exactamente así, pero la realidad no fue muy diferente a esta ficción.
Un hincha fue a pedirle un autógrafo a Roy Keane y terminó en el hospital. El desenlace es bastante lógico, porque terminar lastimado es algo que perfectamente te puede pasar si te encontrás con el irlandés. Es un loco, pero un loco no tan lindo como Oreste Corbatta o George Best. Nada de eso. Este es un loco violento, un loco peligroso. Pero un loco que se ganó el amor de la hinchada de Manchester United y de los irlandeses por su devoción por esas camisetas.
“Un tipo estaba leyendo el libro de Roy y quería que lo firmara. Creo que Roy le dijo que no y entonces hubo un intercambio de palabras. Todo comenzó ahí. Hubo muchos gritos después”, afirmó un testigo acerca del incidente ocurrido en el hotel Hotel Portmarnock de Dublin. Aunque la Federación irlandesa (Keane era el asistente técnico de la Selección nacional) desmintó el hecho, todos los que estaban cerca vieron lo mismo: el golpe de Roy al muchacho, que luego fue trasladado a un hospital.
Seguramente la víctima no se soprendió por la actitud de su ídolo, porque es justamente esa personalidad la que lo convirtió en uno de los símbolos del fútbol irlandés. “Me he peleado con tanta gente que no se a quién darle la mano antes de cada partido”, dijo alguna vez Keane.
Y tiene razón. Durante sus casi veinte años de carrera profesional se ganó el dudoso honor de ser el futbolista con mayor cantidad de tarjetas rojas de la historia de la Premier League y tuvo más enemigos que nadie. Fue un gran mediocampista, con voz de mando, temperamento e inteligencia táctica. Uno de los hombres clave para Sir Alex Ferguson en la etapa más gloriosa de Manchester United. A pesar de sus actitudes reprobables y de sus pocas pulgas, se convirtió en ídolo. O quizás fue por sus actitudes reprobables y sus pocas pulgas.
Tras el retiro de Eric Cantoná, Keane pasó a ser el capitán del United. Tenía 26 años y llevaba sólo tres temporadas en el club, pero estaba claro que tenía todo para ser el líder anímico del equipo. En uno de sus primeros partidos con la cinta, sufrió la peor lesión de su carrera, cuando intentó cometerle una infracción a Alf-Inge Haaland, defensor noruego de Leeds United. Se rompió los ligamentos y estuvo más de seis meses fuera de las canchas.
Lo último que vio nuestro irascible amigo antes de dejar el campo de juego fue la sonrisa de Haaland, quien lo acusó de estar fingiendo la lesión. Nunca olvidaría esa actitud. Cuatro años más tarde, en 2001, el United enfrentó al City en el clásico de Manchester. En la defensa de los ciudadanos jugaba el noruego risueño, que jamás pensó lo que le esperaba ese trágico día. Iban pocos minutos de juego cuando el malo de Roy logró su objetivo de la fecha: en una pelota dividida le rompió la rodilla a su adversario. Literalmente. Salió a la cancha para eso y lo consiguió rápido. Haaland nunca se recuperó de aquella criminal patada y, tras varias operaciones, debió dejar el fútbol profesional.
“La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”, dice la frase hecha. Parece que el refrán nunca llegó a Irlanda, porque Keane se mostró hasta orgulloso de su actitud: “El que la hace la paga. Él tuvo su recompensa. Me lesionó y mi actitud es de ojo por ojo. Hay cosas de las que me arrepiento, pero esa no es una de ellas”, afirmó en su autobiografía. Un muchacho divino, que sólo recibió tres fechas de suspensión por haber hecho una de las faltas más terribles que se recuerden.
Royston Maurice Keane nació en 1971 en Mayfield, un suburbio de la ciudad de Cork. Su padre vivía de hacer changas y su familia nunca disfrutó de una bonanza económica. De hecho, él mismo realizó trabajos manuales hasta que comenzó su carrera en Cobh Ramblers un pequeño club de pueblo.
Allí jugó sólo 23 partidos, hasta que el gran Brian Clough quedó admirado por su juego y se lo llevó a Nottingham Forest. Sí, el salto de Roy Keane al fútbol inglés estuvo apadrinado por el mejor entrenador británico de la historia.
Nada podía salir mal de esa sociedad. De todos modos, el jovencito irlandés sufrió mucho el desarraigo y cada vez que podía solicitaba permiso para viajar a su patria. Fueron meses difíciles los primeros de su estadía en Inglaterra.
El propio Keane señala a Clough como uno de sus grandes maestros: “antes de la mayoría de los partidos, Clough me decía: cuando la agarrás, se la pasás a otro jugador de camiseta roja. Eso fue lo que yo intenté hacer en Forest y en United. Pasarla y moverme. De eso estuvo hecha toda mi carrera”. En 1993 llamó la atención del segundo mejor técnico de todos los tiempos en el Reino Unido: Sir Alex Ferguson. El histórico DT del United pagó casi cuatro millones de libras por Keane en la que fue la transferencia más cara del fútbol inglés.
El escocés siempre valoró todo lo que significaba Keane, aunque también sufrió sus felonías: “Lo más duro del cuerpo de Roy Keane era su lengua. Siempre fue una figura errática y terrible”, dijo alguna vez Ferguson. El mayor problema entre ambos fue en 2005, cuando el jugador criticó muy duro a sus compañeros en declaraciones a la TV. A su regreso al vestuario hubo un enfrentamiento muy duro entre ambos y Keane tuvo que dejar Old Trafford. Hay quienes dicen que el bueno de Sir Alex le tenía un poco más que sólo respeto a su capitán. Hay quienes dicen que le tenía un miedo atroz.
Como todo buen ídolo de equipo británico, Roy Keane tiene sus historias en bares y pubs, por supuesto. Aunque nunca fue un amante empedernido de la bebida como Best o Paul Gascoigne, tampoco se puede decir que es abstemio. Durante muchos años frecuentó los pubs de Manchester e incluso en una ocasión pasó unas horas en la comisaría por haber protagonizado un escándalo en un boliche de Barcelona, tras la final de la Champions League 1998/99. Según trascendió, tuvo un incidente con dos mujeres y la policía se lo llevó detenido.
Aunque después el hecho se desmintió, nunca quedó demasiado claro. Vale aclarar que Roy no jugó aquel histórico partido contra Bayern Múnich porque, obvio, estaba suspendido.
Es cierto que los simpatizantes del United lo valoran como uno de los futbolistas más importantes de la historia, pero Keane se peleó también con ellos. En una ocasión afirmó: “Se toman unas cervezas y probablemente unos sandwiches, no tienen ni idea de lo que pasa en el césped, no creo que alguna de la gente que viene a Old Trafford de entere de lo que pasa en el campo, ni mucho menos entenderlo”. Algunos se enojaron, otros lo aplaudieron. Quizás tenía razón.
De todas maneras, tras su tormentosa salida, la relación con Manchester United se fue deteriorando y hoy ya no es tan querido por los hinchas rojos. De hecho, el año pasado algunos lo tildaron de “Judas” después de un comentario sobre la expulsión de Nani en un partido contra Real Madrid: “Creo que el árbitro ha tomado la decisión correcta. Todo el mundo está molesto por ello y es un poco de mala suerte, pero es una jugada peligrosa. Es tarjeta roja. Hay que ser conscientes de que hay otros jugadores en el terreno de juego”. Sí, dijo eso sin ponerse colorado.
Hace menos de un mes volvió a hablar del club de toda su vida: “La situación actual del United es casi como una Mafia. Cuando miro al club ahora, solo hay mucha propaganda y se hablan un montón de tonterías. Una gran cantidad de ex jugadores trabajan ahora para el club y tratan de engañarte. Es como Disneyland-Manchester United Land, con Mickey Mouse corriendo por todos lados”.
“Me he peleado con tanta gente que no se a quién darle la mano antes de cada partido”
Otro de los picos de su locura se vivió en la previa de la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002. Días antes del inicio del Mundial, se quejó de los lugares de concentración y entrenamiento: “No es un capricho de estrella, el campo de entrenamiento, el aeropuerto, el viaje… No puedo imaginar un sitio peor en el mundo para haber venido. No creo que sea mucho pedir que al menos hubieran regado el campo, es muy peligroso, está duro como una piedra. Un par de compañeros se han lesionado y me sorprende que no hayan sido más. Pero, claro, somos Irlanda, una risa, una broma. No deberíamos esperar mucho más”. El Seleccionado irlandés había elegido Saipan, en las Islas Marianas, para realizar la preparación mundialista. Apenas llegó, amenazó con dejar el plantel, pero se quedó porque entendió que una Copa el Mundo no se juega todos los días. Sin embargo, sus declaraciones hicieron explotar a los dirigentes y al entrenador Mick McCarthy, que decidieron expulsarlo. Por supuesto, fue un escándalo nacional en Irlanda y la gran baja de los días previos a Japón-Corea 2002. El encono con McCarthy no era nuevo, ya que el DT lo había acusado de fingir una lesión para no jugar el repechaje contra Irán, algo que sacó de las casillas al capitán. Keane trató al entrenador de “idiota” delante de todo el plantel y luego regresó en soledad a Europa, sin poder disputar su último Mundial. Apenas aterrizó en Irlanda fue perseguido por la prensa y los hinchas, pero él no se escondió. Salía todos los días a la calle junto a su labrador Triggs, que se convirtió en una verdadera celebridad. “A diferencia de los humanos, los perros no hablan mierda”, solía decir el dueño del can. El incidente generó tal controversia social que se lo denominó como “guerra civil”. Hasta se escribió una exitosa comedia musical llamada “I, Keano”, sobre la salida de Roy del equipo nacional.
“Roy Keane todavía me asusta”. La frase no es de un niño que ve a un señor con cara de malo y se esconde debajo de la pollera de la madre. No, la dijo un defensor recio, campeón de todo, que supo amedrentar con su presencia a los mejores delanteros del mundo. Quien todavía la tiene miedo al irlandés es Gerard Piqué. “Recuerdo un día que estaba en el vestuario de Old Trafford y mi teléfono empezó a vibrar. Keane escuchó la vibración y se volvió loco intentando buscar de quién era el teléfono. Yo sólo pude decir sorry”. Hace un par de temporadas, Barcelona jugó con Celtic, el club donde trabajaba Keane. En el calentamiento previo, el marido de Shakira se tapó la cara para no cruzar miradas con su ex compañero y así entrar asustado a jugar el partido.
“Yo soy agresivo. Cuando juego, voy a la guerra”. Así jugaba Roy Keane y así vive Roy Keane. En conflicto permanente. De eso se nutre. Nadie puede decir si está bien o mal, sólo queda claro una cosa: a él le sirvió para entrar en la historia del fútbol.