El fútbol está plagado de historias de superación. De pibes que, desde la nada misma, consiguieron tocar el cielo con las manos. También están las otras, las de aquellos que tenían todo para triunfar pero que la vida se los llevó puestos y sus carreras quedaron en la nada.
Pero hay pocas que hablan de estafadores, vivillos o justicieros, depende del punto con qué se lo mire. Justamente de eso se trata este artículo: de un hombre que adoraba el fútbol y quería vivir de él, pero que no tenía las condiciones mínimas indispensables para ser profesional. Y así y todo se las ingenió para firmar buenos contratos con importantes equipos del mundo, jugando poco y nada.
Hablamos de Carlos Henrique Raposo o Carlos Kaiser, tal su apodo.
Durante 16 años recorrió el mundo firmando contratos con equipos profesionales y durante ese mismo tiempo consiguió eludir casi por completo la responsabilidad de jugar. Su recorrido lo llevó a Botafogo, Flamengo, Puebla de México, El Paso de los Estados Unidos, Bangú, Gasélec Ajaccio de Francia, Fluminense, Vasco da Gama, Independiente de Argentina, América y Guarani. En ese tiempo jugó apenas 34 partidos y marcó 1 gol, datos que por supuesto son muy difíciles de confirmar.
El detalle indica que jugó un partido para Bangú (donde supuestamente marcó su único gol), 15 en Fluminense, 6 en Independiente y 12 en América. Nunca entró a la cancha para defender los colores de Botafogo, Flamengo, Puebla, El Paso, Gazélec, Vasco, y América.
Todo comenzó para Kaiser en la década del 80, cuando comenzó a frecuentar boliches de moda en Rio de Janeiro y a hacerse amigo de las personas apropiadas. Allí conoció a jugadores importantes de la época, tales como Ricardo Rocha, Edmundo, Renato Gaúcho, Romario, Branco, Bebeto, Carlos Alberto. Su imponente físico y su capacidad para convencer al otro fueron los pilares de su extraordinaria historia. Sin hacer una prueba de talento y sin haber jugado jamás en las divisiones inferiores de un club, fichó para Botafogo con 23 años.
“En aquellos años sólo era necesario hacer un movimiento extraño, tomarme la parte posterior del muslo y decir que me había desgarrado. No había resonancias magnéticas ni otra forma de comprobar el fraude”, comentó en una entrevista para la televisión brasileña. “Después de un tiempo, cuando ya estaba recuperado, conseguía algún certificado de un dentista amigo y así quedaba otra vez fuera del equipo por problemas físicos”, dice sin ponerse colorado y entre risas.
Al año siguiente, en 1987, gracias a la influencia de Renato Gaúcho consiguió llegar al Flamengo. “Todos sabíamos que Kaiser era enemigo de la pelota. En el entrenamiento siempre acordaba con un colega que lo golpeara, para así marcharse lesionado”, recuerda Renato.
La misma receta la utilizó en El Paso, de los Estados Unidos, pero el pico máximo de su estafa llegó en Bangú, en 1989. Después de firmar, el técnico decidió convocarlo para un partido, para sentarlo en el banco. En el segundo tiempo lo mandaron a calentar pero al ver que era inminente su ingreso al campo de juego, decidió armar una pelea con un hincha. Al verlo el árbitro, lo expulsó. El dueño del club, Castor de Andrade, corrió al vestuario para increparlo, pero al verlo llegar, el Kaiser le dijo: “Dios me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado un segundo padre –refiriéndose a Castor- jamás dejaré que un hincha le insulte”. Castor lo besó y le renovó el contrato por seis meses más.
Su carrera embaucando gente siguió en Fluminense, Vasco da Gama, Independiente de Avellaneda, América y Guaraní, en donde jugó poco partidos.
Finalmente recaló en el Ajaccio francés, donde fue recibido como una estrella. A los pocos meses, toda Córcega sabía que era un fiasco. En ese momento se dio cuenta de que la cosa ya no daba para más y, a los 39 años, se retiró.
Hoy, Carlos Henrique Raposo o Carlos Kaiser se ríe de su pasado. Es entrenador personal en Rio de Janeiro. Sigue siendo el mismo tipo simpático de siempre. Y corona la historia sacando pecho: “Los clubes de fútbol estafaron a muchos jugadores de fútbol. Era hora que alguna vez le pasara a ellos”.