La fotografía fue tomada el sábado 29 de diciembre de 1990.
El día anterior, 28 de diciembre, día de los santos inocentes, el presidente Menem había firmado seis ominosos decretos que indultaban y dejaban en libertad a los comandantes de la dictadura militar condenados por terrorismo de estado y delitos de lesa humanidad.
Históricamente señalado como el funcionario que comunicó la infausta novedad, el secretario de medios del gobierno, Fernando Niembro, intentó años más tarde una explicación: “Menem ya había firmado los decretos en la Casa de Gobierno, ya los había firmado antes de irse. Entonces, cuando bajé le dije a los periodistas ‘muchachos, vayan a buscar los decretos que están en la sala de prensa de la Casa de Gobierno’. Esa fue toda mi tarea”
Los decretos decían lo siguiente:
Decreto 2741/90: Indulta a los ex miembros de las juntas de comandantes condenados en el Juicio a las Juntas de 1985 Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola, y Armando Lambruschini. Indulta también a los militares condenados en crímenes de lesa humanidad Ramón Camps y Ovidio Riccheri.
Decreto 2742/90: Indulta a Mario Eduardo Firmenich, líder de la organización guerrillera Montoneros.
Decreto 2743/90: Indulta a Norma Bremilda Kennedy procesada por malversación de fondos públicos.
Decreto 2744/90: Indulta a Duilio Antonio Rafael Brunello condenado a inhabilitación absoluta y perpetua por el delito de malversación de fondos públicos.
Decreto 2745/90: Indulta al ex-ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz procesado por participación en los delitos de lesa humanidad (secuestro y torturas) contra Federico y Miguel Ernesto Guthein.
Decreto 2746/90: Indulta al ex militar Guillermo Suárez Mason por delitos de lesa humanidad.
Fiel a su estilo, Menem no se esforzó en construir una argumentación extensa para fundamentar su decisión ante la indignación popular. Buscaba según sus propias palabras de aquellos días “la reconciliación de los argentinos, el mutuo perdón y la unión nacional”. Los decretos eran, según su cínica interpretación, un acto de amor.
Y al otro día se fue a jugar al fútbol.
En el atardecer del domingo 30 de diciembre de 1990 cerca de diez mil personas convocadas por los movimientos de derechos humanos se concentraban en Plaza de Mayo para repudiar los decretos. A pocas cuadras, en la redacción de la revista El Gráfico, se cerraba la última edición de la década. Un número flojo, típico de una época del año en la que ya casi no hay actividad deportiva. El título de tapa, forzadísimo, apelaba -aprovechando el espíritu navideño- a que se concretara un deseo: “Ojalá que ésta sea la primicia del año: DIEGO A BOCA”. Lo ilustraba un dibujo de Maradona vestido en azul y oro haciendo jueguito. Un cierre tranquilo, en piloto automático.
Mientras tanto, encerrado en su oficina, el director de la revista que se había reservado para sí una doble página la -44/45- meditaba observando una foto. Era una foto del presidente jugando al fútbol. Aldo Proietto tenía que decidir un título y escribir un pequeño texto. En un contexto tan duro, había que darle una mano al presidente. El presidente le había dado una gran mano a la Editorial Atlántida: al comienzo de su gestión, en plena incontinencia privatizadora, le había adjudicado el canal 11 -que ahora se llamaba Telefé- a la empresa de la familia Vigil. Un negoción. Y otra vez el nombre de Fernando Niembro rondaba en la historia. Había sido, designado por Menem, interventor del canal 11y el encargado de la transición mientras se avanzaba con las negociaciones de la privatización y de la entrega a los nuevos dueños.
En el momento de mayor impopularidad del presidente Menem, El Gráfico salió aguantar los trapos con una foto a doble página y este texto sin firma:
Título: ESTA FOTO MERECÍA SER TAPA (Pero no nos animamos…)
Título del recuadro: MENEM NO ARRUGA JAMÁS
Recuadro: Un compañero hizo foul casi sobre la linea. ¡Hay cada uno. Presidente! Y ahora no queda otro remedio que armar la barrera y enfrentar la realidad. A cara limpia, sin tapar nada, sin temores, mirando de frente al shoteador que viene dispuesto a no perdonar. “¡Que lucha. señor Presidente!”, diría Carlitos Calvo. No basta con los rivales, hay que marcar a los propios. Pero mientras usted lo haga de esta manera, no habrá problemas. La pelota pegara en la barrera. producirá el rebote y vendrá el contraataque. Asi en el fútbol como en la vida. ¿O acaso el fútbol no es un reflejo de la vida, señor Presidente?