Fundado hace 130 años, el Clapton fue uno de los primeros nombres propios del fútbol londinense. Ganó varios títulos amateurs a finales del siglo XIX y principios del XX, pero nunca dio el salto al profesionalismo. Hoy en día, compite en la novena división. Su casa, The Old Spotted Dog, es el campo de fútbol más antiguo de Londres. Situado al este de la ciudad, hasta hace un año podía presumir de albergar uno de los ambientes más intensos del non-league (fútbol por debajo de la Football League). Entonces comenzó el boicot: el grupo de aficionados Clapton Ultras decidió dejar de entrar al campo en forma de protesta.
La ausencia de un centenar de personas podría pasar desapercibida en cualquier partido de fútbol profesional. En un equipo de novena división, en cambio, genera un vacío abismal. Sobre todo tratándose de los afamados Clapton Ultras. Son un grupo único en el país. Su formación, hace cinco años, hizo que la asistencia en The Old Spotted Dog pasara de una media de 20 aficionados por partido a 300 (la más alta de la categoría), llegando a alcanzar 800 en ocasiones especiales. Pero su principal peculiaridad va más allá de su ruidoso apoyo al equipo con cánticos, banderas, pancartas e incluso bengalas. Detrás de todo eso hay una posición política de izquierdas claramente definida, atípica en el fútbol inglés, así como una conciencia social.
Los Clapton Ultras se declaran antifascistas, apoyan a los refugiados, organizan recolectas de alimentos, se pronuncian en contra del racismo y de la homofobia. “Somos un grupo que se reúne por una pasión por el fútbol popular y por una ideología política”, nos cuenta uno de sus miembros. “El grupo es un punto de encuentro en el que todos juntos podemos crear una realidad que nos gusta; es una oportunidad para socializamos a través del fútbol y luchar por una causa simbólica”. Aunque la mayoría de sus miembros son ingleses, el grupo es conocido por tener una considerable representación internacional: italianos, españoles, polacos, griegos… “El Clapton está al este de Londres. Muchos de los jóvenes europeos que llegan a la ciudad se mudan a esta zona y encuentran atractiva nuestra manera de vivir el fútbol”.
Además de defender varias causas sociales, el grupo siempre ha estado involucrado en una eterna batalla contra la dirección del club. Hace un año, llegó la gota que colmó el vaso: su presidente, Vicent McBean, decidió subir el precio de las entradas de seis a siete libras en mitad de la temporada y sin previo aviso. Los Clapton Ultras dejaron de pagar y vivieron los partidos desde fuera del campo, subidos sobre muebles y electrodomésticos antiguos para poder ver mejor. Cuatro meses después, el presidente rectificó y bajó el precio de las entradas.
Pero ahí no se acabó el conflicto. A la afición le atormenta un gran temor. “Nuestro campo está en una zona en la que se está invirtiendo bastante. Se han tirado muchos edificios para construir nuevos bloques de apartamentos. El suelo está muy cotizado y es por ello que creemos que McBean podría vender el terreno del campo a alguna constructora”. Para los seguidores del Clapton, y los aficionados del fútbol londinense en general, la desaparición de su icónico campo supondría una triste pérdida. Con la esperanza de evitar ese final, la afición ha iniciado una batalla en los tribunales contra su propio club. Exigen que se proteja el campo y que las finanzas sean transparentes. Como creen que el dinero de las entradas se utiliza para pagar al abogado con el que se ven las caras en el juicio, los Clapton Ultras han prolongado su boicot. La única vez que regresaron a las gradas de The Old Spotted Dog fue en un partido que el Clapton jugó como visitante ante el Hackney Wick, club con el que comparten campo. A día de hoy ya no les quedan ni los partidos fuera de casa. Desde diciembre, varios clubes están prohibiéndoles la entrada a sus campos. “El club ha convencido a varios equipos para que no dejen entrar a su propia afición, algo que nunca había visto”, dice James Doe, creador del Non-League Day y autor del imperdible blog The London Football Guíde.
La afición seguirá echándole un pulso a su directiva. “El objetivo a largo plazo es hacer que el club pertenezca a la afición y viva por y para su comunidad”, concluye James.
Texto publicado originalmente en la muy recomendable revista española PANENKA