Sabemos que FC St. Pauli es un club de fútbol. Que es un club de fútbol alemán. Y que es un club de fútbol alemán con una marcada ideología de izquierda. Pero lo que no sabíamos es que hay un argentino, fanático desde hace años, enamorado de su filosofía, que se acaba de instalar en Hamburgo para poder ser parte de su historia.
Se llama Jairo Schmidt. Nos cuenta que tiene 30 años y apellido alemán, pero que no habla el idioma. Que reniega un poco de su genética germana, que se considera argentino pero sueña con radicarse en Hamburgo. Que ama el fútbol como fenómeno cultural y lo odia como negocio. Que repudia a los hinchas de Barcelona en Argentina pero que es fanático de un equipo europeo. A simple viste podría parecer contradictorio, pero se trata de la reconstrucción honesta de su identidad. En su pasión por St. Pauli no hay modas ni especulaciones. Hay compromiso con sus ideas. Es una historia de amor genuino.
Mejor, que la cuente él mismo.
¿En serio elegiste Hamburgo para poder ver a St. Pauli?
Influyó mucho. La ciudad la conocí por el club. La primera vez que vine fue para ver un partido. Estuve viviendo en Berlín, no me gustó para nada y me vine. En un año había venido seis o siete veces, por St. Pauli, para ver a los Stones o por alguna boludez. El 1 de marzo hice como el CUIT de Argentina para empezar a laburar y el día 2 fui a St. Pauli a hacerme socio.
¿Porqué te fuiste de Argentina?
Estaba trabajando en YPF, llevaba siete u ocho años ahí, y la verdad es que no me gustaba. Quería hacer otra cosa, pero no sabía qué. Había estudiado Administración pero empecé a hacer cursos de cosas que nada que ver: de cocina, de guión de cine, de producción de TV. En diciembre de 2016, cuando me quisieron mover de sector, dije, ‘Chau, esta es la mía. Me voy al carajo’. Tenía un amigo en Copenhague y una amiga que se estaba por ir. Así que dije, ‘Bueno, no es que me voy solo’.
¿De qué trabajas ahora?
Estoy limpiando unas casas y haciendo delivery con la bici. En Copenhague laburé en una empresa tipo AirBnb, de alquiler de casas, entregando la llave a los turistas. También trabajé de disc jockey, limpiando y en un local de jugos. En Berlín estuve en el restaurant de un hotel. Acá estoy tirando currículums para ver si sale algo más. La posibilidad de conseguir una visa de laburo existe pero tengo que encontrar algo más fijo.
¿Cómo era tu relación con el fútbol en Argentina?
Iba mucho a ver a River y, por el barrio, fui varias veces a la cancha de Platense. Pero ahora estoy enojado con el fútbol, cada vez más distanciado. Me gustaba ver el Ascenso. La verdad es que no miro Champions League, el fútbol mainstream me parece horrible.
¿Cómo se dio ese cambio en vos?
Me daba bastante asco ver a los chicos de 7 años con la remera de Messi o de Cristiano. No me gusta un carajo. Me acuerdo cuando tenía 9 años que le pedía a mi abuelo una remera de River. No le pedía la de Barcelona, no existía eso. Es gracioso, que odie a la gente de Argentina que es hincha del Barça y yo terminé siendo hincha de un equipo de afuera. Es raro, pero en mi caso es entendible.
¿Por qué?
A mi me recontra suma que St. Pauli tenga esta ideología. Me parece muy loco. No es común para nosotros, en Argentina, ver una hinchada y un club involucrados políticamente. Llegar a la cancha y que haya 30 mil stickers pegados contra los nazis. Allá no se le da bola a esos temas y cuando alguien intenta darle un poquito de bola se lo excluye. Por ejemplo, Ferro antifascista armó su movida y le ponen, ‘Che, no mezclen el fútbol con la política’.
¿Cómo te hiciste hincha de St. Pauli?
No se cómo llegué. Creo que fue, en 2011 o 2012, por alguna nota de esas que dicen, ‘El club más zurdo del mundo’. Me interesó y empecé a leer. A los pocos meses me compré la camiseta. Cuando estuve cerca de venir para Europa ya miraba un poco más, un rato de un partido o un resumen. La primera vez que puede ir a la cancha fue el 27 de enero de 2017. Me hizo acordar mucho a la primera vez que fui a ver a River. Estaba como un nene. Miraba, no lo podía creer. Estaba descontrolado, quería tocar todo.
¿Es fácil conseguir entradas para ver al equipo?
Yo pensaba, ‘Esto es Segunda, como en Argentina voy y saco la entrada en la puerta’. Y un amigo me dijo, ‘Che, mirá que no sé si es tan fácil’. Me fijé en la página del club, veinte días antes, y estaba reagotado. Mandé mail, les lloré un poco, les puse vengo de Argentina. Me dijeron, no, olvidate. Probé como prensa y también me limpiaron. Como sigo una página de Facebook que se llama Piratas del Sur, que son hinchas de St. Pauli en Argentina, les conté. Me respondió el chabón que la maneja, me contó que vivía en Polonia y que solía ir. ‘No te prometo nada pero pido una entrada para vos’, me dijo. La consiguió y ahí conocí Hamburgo.
¿Quiénes integran Piratas del Sur?
El que inició todo es Hernán, el que vive en Polonia, es hincha de Platense. Es el más enfermo. Sigue los partidos, hace minuto a minuto y es el más conocido acá. Googleando equipos con camiseta marrón llegó a St. Pauli. Se puso a investigar, le interesó; él es medio del palo del punk, es recontra anti fascista, así que lo volvió loco. Seremos unas 15 personas de Argentina, la mayoría en Buenos Aires, y una de Uruguay. Ahora, soy el único en Hamburgo.
¿Cuánto tiempo le dedicas a St. Pauli en tu vida cotidiana?
Mínimo una hora al día. Siempre entró a la página a chequear algo o a hablar con alguien. Tenemos el grupo de WhatsApp de Piratas, donde compartimos noticias, experiencias o, como el otro día, nos pasamos las ofertas del Shop. Estando acá, es común que me junte con algún chabón por las entradas. Tenemos un fans club oficial y hay que estar presentes. Voy, tomo un par de birras, regalo stickers. Ya pegué onda con gente que se sorprende que sea de Argentina. Se recopan con eso.
¿Qué te dicen los alemanes cuando les decís que sos argentino?
Se descontrolan. Te traen birra, toman con vos, sos su invitado. No pueden creer que alguien, de la otra punta del mundo, siga al equipo de ellos. Por el apellido todo el tiempo me preguntan por qué no hablo alemán. Tengo familia alemana, mi viejo es muy nacionalista alemán, pero yo soy muy anti todo eso.
Y en la cancha, ¿Cómo hacés para cantar las canciones?
Al principio decía, ‘Uy, qué estarán cantando’. Me imaginaba para que lado podían ir pero no tenía ni idea. Fue googlear las canciones, tratar de entender, aprender un poco de alemán. Aprendí de la historia del club. Fue como arrancar de cero.
¿Qué relevancia tiene St. Pauli en Hamburgo?
En presencia en la calle vas a ver ocho del St. Pauli y dos de Hamburgo. Está toda la ciudad escrachada con stickers, con pintadas de St. Pauli. Vas a ver a mucha gente con la calavera, con el gorrito, con algo. Y de Hamburgo es muy poca gente.
¿Todos los hinchas de St. Pauli son de izquierda?
La barra está muy comprometida. Desde armar marchas a favor de los refugiados o poner una bandera con un mensaje, hasta, por ejemplo, montar una agencia para atender refugiados y ayudarlos con temas legales. La gran mayoría de los hinchas está vinculado con esas ideas.
¿El club siempre tuvo la misma ideología?
Es algo de los últimos 30 años. Antes era un club más cheto, siempre en las ligas regionales. A principio de los 80, en la calle Hafenstraße había unas casas tomadas. Esa gente empezó a ir a la cancha a ver al Hamburgo pero cantaban contra los gays, los chorros, los ocupas. Y, dijeron, ‘Che, no nos cabe seguir a un equipo que canta contra nosotros’. Entonces empezaron a ir a St. Pauli. A la gente histórica del club no le gusto. ‘Estos vagos quienes son’, decían. Pero lo coparon y fueron cambiando todo eso. En un partido de Copa de Alemania, contra un equipo de Primera, metieron terrible fiesta. Ahí se popularizó mucho el club.
¿Por qué tienen como símbolo una calavera y dos tibias?
Lo de la calavera surge porque esa bandera estaba colgada en una de las casas ocupadas y un día uno la llevo a la cancha, como una bandera más. La puso y se coparon varios. Desde el club se los quisieron prohibir. Al partido siguiente, la gente se enteró, fueron todos con la calavera y quedó como símbolo.
¿Cómo es seguir a St. Pauli por Alemania?
Es bastante parecido a lo que pasa en Argentina. En los micros van todos escabiando. Si el partido es a la 1, arrancan a las 7 de la mañana. No suelen ir muy lejos, van a partidos que son los fines de semana y a tres o cuatro horas de distancia. Cada media paran, para fumarse un puchito, para mear, para boludear. Así que tardan, tardan en llegar. Algunos alquilan el beerbus, que es un micro que tiene instalada una chopera donde va la máquina de jugos o café. Para la última fecha de visitante, como es costumbre, van a sacar un tren. Este año es en Duisburgo, que son cuatro horas de viaje. El tren tiene como un boliche adentro. Te podés llevar el escabio o comprar ahí.
¿Son frecuentes las peleas entre hinchadas?
La violencia en el fútbol alemán se da desde el lado político. No hay tanto fanatismo por los colores. El fútbol en Alemania tiene una carga ideológica fuerte. Todos los clubes tienen una postura. Hay militancia de izquierda, de derecha, fascista, antifascista. A Dresden, por ejemplo, nos dijeron que no llevemos nada de St. Pauli porque podía haber quilombo. Es un club bastante fascista. Ese día los micros, que los ponía el municipio, iban llenos de policía. Te llevaban de la cancha a la estación de tren. Acá es normal que la policía escolte a los hinchas.
¿Cómo se vive en la ciudad el muy probable descenso de Hamburgo?
Se está disfrutando. El otro día fui a un salón de los hinchas de St. Pauli, donde pasan punk, tocan bandas, se ven los partidos, y fuimos todos a ver como perdía, a gritar los goles de Bayern y a cagarnos de risa. Va a estar picante la próxima temporada. Además, pueden subir Magdeburgo y Hansa Rostock, que son bastante fachos. En la Bundesliga, es más deportivo que ideológico. En la Segunda es como la B Metro en Argentina, son todos clásicos.
¿Tu sueño es conseguir trabajo en el club y radicarte?
Sí. En ocho días mandé mi currículum cuatro veces. Mi idea es poder involucrarme todo lo que pueda. Desde lo laboral hasta lo social. Ir y dar una mano en las movidas sociales que armen. Hay días que voy a ver handball. El sábado fui a un partido de fútbol femenino. Ayer vi el clásico en rugby, le ganamos 38 a 5 a Hamburgo. Cuando hice la visita guiada el chabón que la daba hablaba español. Le tiré la onda de trabajar en el club, vamos a ver. Para mí se va a terminar dando. Pero tengo que romper los huevos un poco más, parece. No quiero volver a Argentina y menos a Buenos Aires. Se que si me mudo voy a terminar viniendo todo el tiempo.
¿St. Pauli es tu lugar en el mundo?
Siento que es mi lugar. Me siento como en casa, recontra cómodo. Hay algo que me parece loquísimo. Mis bisabuelos eran de Hamburgo, se fueron en la Primera Guerra Mundial. Ni idea de qué equipo serían. Nunca pensé que lo familiar me iba a tirar acá. Me parece extrañísimo que mis abuelos se fueron y yo ahora me quiero quedar. Si puedo sería un diez.