La hinchada insulta a un futbolista de su propio equipo. El colectivo está enardecido por una circunstancia ajena al partido en cuestión, pero que lo trasciende. Hay murmullos cada vez que la toca, insultos y cánticos contra quien días antes era adorado. La situación no parece tener vuelta atrás, pero en diez segundos todo cambia. Porque el muchacho en cuestión es un crack. Recibe de espaldas, quince metros afuera del área, y empieza a gambetear. Deja en ridículo a cada uno de los defensores rivales y marca el gol. Las tribunas se caen para festejar la ocurrencia del repudiado, que de un minuto para el otro recuperó el amor popular.
Zlatan Ibrahimovic no es un muchacho común y corriente. Tiene una personalidad particular, quizás demasiado compleja para un futbolista profesional. Desde adolescente comprendió la magnitud de su talento y desde ese convencimiento edificó una carrera impresionante. Aunque muchas veces pueda parecer altanero y soberbio, lo que le costó muchas peleas con compañeros, entrenadores y dirigentes, los hinchas supieron apreciar esa especie de sinceridad y, sobre todo, su capacidad de divertirse en una cancha.
El 18 de agosto de 2004, pocos meses después de la Euro de Portugal que ganó Grecia, Suecia jugó un amistoso frente a Holanda en Solna. A los siete minutos de juego, Zlatan le dio una patada descomunal a Rafael Van der Vaart, quien tuvo que ser reemplazado. Tras el partido, se habló mucho más de ese hecho que del resultado final (2-2), ya que los protagonistas eran compañeros en Ajax y el agresor ni siquiera se preocupó por ver cómo estaba la víctima.
“Creo que lo hizo a propósito. Él siempre piensa que está en lo correcto. Cree que es una estrella, pero no es nada”, afirmó el holandés tras el partido. La respuesta de Zlatan no fue menos sangrienta. Todo lo contrario: “no te lesioné a propósito, tú sabes eso. Si me acusas otra vez, te voy a romper las dos piernas. Esta vez sí a propósito”. Se lo dijo en el primer entrenamiento que compartieron en Amsterdam, a instancias del director técnico Ronald Koeman. En esa reunión privada entre los jugadores y el cuerpo técnico, Ibrahimovic dijo: “No me gustas como jugador, como capitán ni como hombre. Si en vez de hablar conmigo vas por atrás te voy a arrancar la cabeza”.
Por supuesto, el sueco quedó como el villano de la película y cuatro días después, cuando Ajax jugó ante NAC Breda y Rafa tuvo que ver el partido desde la tribuna, la hinchada se puso del lado del mediocampista de ascendencia española.
El gol es muy famoso, todos lo conocemos y se puede ver en cualquier antología de grandes goles de la década pasada. Pero lo singular es esta historia que tiene detrás. La jugada es una acción a puro enganche, a pura fantasía. Mezcla habilidad con potencia física, inteligencia y capacidad de definición. Es Zlatan en su estado original. La gente que diez segundos antes lo abucheaba ahora se rendía ante su magia. Él, solo con su fútbol, fue capaz de dar vuelta a una tribuna como una media. Ibrahimovic, el único capaz de eso.