Los “organismos de seguridad” citados como fuente por el diario La Nación sostienen que, en Nueva Chicago, “la tribuna está ordenada”. Y que no habrá sanciones para el club de Mataderos por la muerte del hincha Federico López. La observación de los funcionarios puede resultar curiosa y hasta peligrosamente condescendiente, pero demuestra que la violencia, por más que tenga la bandera de alguna institución deportiva, en los últimos años poco tiene que ver con el fútbol. López murió luego de un enfrentamiento entre dos sectores de la barra de Chicago. Es decir, una interna, como sucede en la mayoría de los enfrentamientos de estos tiempos.
Ya no se trata de una pelea, más o menos grave, con la barra del equipo adversario, sino del encono en el interior de una organización multipropósito que, entre otras actividades, merodea las canchas de fútbol. Esta muerte ocurrió fuera del área del dispositivo de seguridad previsto para el partido ante Guaraní Antonio Franco. En ocasiones, las acciones criminales de los barras ocurren aún más lejos de las canchas y sus objetivos y víctimas no forman parte del mundo de la tribuna.
Los colores y el nombre de un club les dan identidad a estos grupos. Y en algunos casos, ciertos negocios. Sin embargo, la posibilidad de crecer no sólo la otorga la mano generosa de los dirigentes deportivos corruptos y/o temerosos. La tropa cumple servicios para punteros políticos y capos sindicales y en esas ventanillas, además de empleo informal, obtienen protección y, llegado el caso, empleo formal en alguna dependencia municipal, provincial o nacional.
Vale decir que por más que los clubes les corten los víveres (algo digno de aplauso) y dejen de camuflarlos como trabajadores de sus instituciones, las barras continuarían funcionando. La demanda de fuerzas de choque parece no decaer ni siquiera con una democracia madura. El círculo virtuoso se cierra para los barras cuando sus patrones políticos o sindicales toman las riendas de algún club.
“Hace un año que no pasa nada en los partidos”, agrega la fuente invocada por La Nación al referirse a la tribuna de Chicago. Por su lado, los dirigentes citados por distintos medios luego de la muerte de López juraron hacer esfuerzos para despegar a la barra del club. Sin embargo, la puja sangrienta entre Los Perales y Las Antenas –que así se llaman los subgrupos antagónicos– ha dejado un muerto y nada hace pensar que cesará. Por tales motivos, resulta ridículo que se enarbole la restricción al público visitante como una herramienta para combatir la violencia. La información disponible para todos indica que las peleas cruentas son por el poder dentro de estas bandas. Pulseadas en las que el fútbol y sus negocios conexos son apenas una parte. La reproducción y perfeccionamiento de este sistema mafioso se garantiza sobre todo desde fuera del fútbol. Donde los barras, con cobertura política, juegan sus partidos más importantes.