Desde hace aproximadamente un mes, cualquier producto que se jacte de estar a la moda ha intentado asociar su marca al Mundial de fútbol en base a publicidad. El truco más viejo de la bolsa continúa siendo el mismo: te llevamos a Rusia. Mirá a tu selección en el estadio. Acompañá a tu equipo.
Durante días de insomnio pensativo maldecimos nuestra mala suerte mientras compramos afeitadoras, medallones de pollo, repuestos para el auto, lapiceras, crédito para el celular o toallitas femeninas: siempre hay una chance de ganar un viaje. Siempre perdemos.
Pues bien, he aquí por una vez una visión divergente. Desde la redacción de Un Caño ofrecemos una alternativa: quédese en su casa. Mire a su equipo desde el sillón. Acompáñelo, sí, pero a través de la pantalla. Estará rodeado de sus seres más queridos, su experiencia terminará resultando más satisfactoria y se ahorrará un dinero.
¿O acaso se piensa que su familia, sus amigos, sus cuatro vecinos molestos y esa amiga soltera de su esposa que no tiene con quien mirar el juego también estarán con usted en Nizhni Novgorod? Nada de eso. La soledad es la opción del viajero. A lo sumo una compañía reducida. Nosotros recomendamos el peregrinaje masivo, pero no hace falta ir a Rusia, alcanza con moverse hacia una casa con una buena TV Sony 4K HDR.
El secreto de preferir ver el Mundial por TV radica, especialmente, en las distancias. ¿Pensó acaso, en su posibilidad inmanente de mirar tres o cuatro partidos en un sólo día? Enciende un canal, allí están Egipto y Uruguay sacándose chispas en Ekaterinburgo. Termina ese encuetro y usted saltea 2225 kilómetros con un botón: ¡Zap! Ya juegan Marruecos e Irán en San Petersburgo. Se acaba el tema y el viaje es aún mayor: 2356 kilómetros hasta Sochi. ¡Zap!: Portugual-España, partidazo.
Piense en las elecciones que hubiera tenido que hacer de estar en caso de estar en Rusia. Debió haber elegido uno de los tres partidos y prepararse en consecuencia: tuvo que gastar tiempo en viaje hasta el estadio, encontrarlo sin perderse, llegar una hora antes para aclimatarse, pensar dónde y cómo almorzaría, sufrir el verano mentiroso tras olvidar un sweater y preguntar, ya resfriado, cómo salió el otro duelo del grupo. No sirve. ¿Si quiere ver dos partidos en un día? Imposible. Tiene que tomarse un avión, y ni así llega.
Considere ahora la cantidad de jugadores ignotos que usted conoce en cada Copa del Mundo. ¿Sabe cómo logra incorporar ese conocimiento? Porque escucha sus nombres en partidos múltiples en la televisión. Imagine que ve un sólo encuentro por día, y que para colmo lo mira sin sonido. ¿A quién va a conocer? El relato televisivo es fundamental para el aprendizaje. Si está a su alcance, búsquese una tele con todos los chiches. Que tenga Android TV, para sumar algunas apps que le eviten estar mirar el celular a cada rato. O que venga con Motionflow, para que los jugadores se vean nítidos aunque metan un pique corto furioso. Y claro, resolución 4K, con buen color y contraste. Así puede distinguir al 5 de Islandia, aunque después se complique para nombrarlo, y alardear antes sus amigos que creen que los vikingos son todos iguales.
Lo mismo podría decirse de las jugadas discutidas. Seamos serios: uno no sabe bien qué pasó cuando está en la cancha. Sospecha, sí. Sospecha que hubo mano, que no fue offside, que el delantero se tiró en el área. Pero las reconfortantes certezas que otorgan las 275 cámaras (que, por otra parte, se pueden elegir en cada momento desde el control remoto de un televisor 4K HDR gracias a la tecnología), las 63 repeticiones y los comentarios de los relatores nos quedan vedados.
Esto podría parecer un beneficio pero es un problema. Pero si usted no lo sabe, entérese: un error arbitral no es tal hasta que los medios lo señalan como error. Si usted vio penal y el comentarista piensa que la mano en el área fue casual, usted tiene las de perder. Esa protesta no prospera ni se legitima. Si está en la cancha, usted no se entera de estos detalles. Si, en cambio, fue el comentarista quien vio un penal que usted se perdió, entonces la situación es aún más desconcertante. Usted, sin noticias de la jugada que cambió el mundo, vivirá ignorante del gran debate de turno en su nación: nos robaron.
Ni hablar de los festejos. Si gana su país un partido clave, ¿usted dónde quiere estar celebrando? No aventure una respuesta apresurada y piense. Seguramente sacará la conclusión inevitable: querrá estar en su país. ¿Y si su seleccionado es campeón del mundo? ¿Quiere estar en Moscú? ¿O en la plaza central de su pueblo, de su ciudad?
Se dice que viajar al Mundial es un privilegio de pocos. Nosotros creemos que es una experiencia de pocos, sí, pero que dista de ser un privilegio. Mejor deje de envidiar a los supuestos suertudos que estarán en Kaliningrado. Le aseguro que ellos no lo han pensado lo suficiente. Usted quédese en casa, cómprese la camiseta de su equipo y súmese a nosotros al costado de un televisor Sony 4K. Ellos verán a su equipo en la cancha, conocerán un país, tendrán más dinero. Pero nosotros tenemos más fortuna: vamos a pasar un mejor rato.
Y somos más.