No necesitaron mucho tiempo para empezar a tener problemas de convivencia. Apenas entablado el vínculo laboral empezaron los roces entre Jorge Sampaoli y Lionel Messi. El problema fue un simple numerito. El técnico lo recibió al crack y le avisó que su idea era jugar con tres defensores. “No, con cuatro”, le respondió Messi sin dejar margen para la duda. Pero Sampaoli insistió y le pidió dos partidos “para probar y ver cómo te sentís”. Fueron el 0-0 con Uruguay y el 1-1 con Venezuela. Eran tiempos en donde el entrenador no se traicionaba y, de acuerdo con sus convicciones, Mascherano ya no era el 5 inamovible que era para sus predecesores. De hecho, en su debut como técnico de la Selección, en el Centenario, Mascherano miró el partido desde el banco. Unos días más tarde, volvería al equipo, pero como uno de los centrales de la línea de 3.
La clasificación de Argentina quedó comprometida tras esos dos empates y Messi dio por hecho que para los dos últimos y decisivos partidos, se jugaría con cuatro en el fondo. Al llegar a Ezeiza se dio cuenta de que eso no iba a suceder. “Ustedes me traicionaron”, le dijo en la cara al cuerpo técnico. Para evitar problemas mayores, Sampaoli le dio el gusto a Lionel: con Perú armó una defensa con cuatro. Tampoco funcionó: otro triste 0-0. Al borde del precipicio, Sampaoli volvió a los tres centrales en Ecuador. Los tres goles de Messi acabaron con cualquier discusión. Pero ahí había un asunto por resolver. Una enorme piedra en un zapato muy pequeño. Técnico y crack enfrentados por la táctica. Y no sólo eso: por la forma de manejarse también. Porque Messi se anima a decir algunas cosas pero otras sólo las da a entender. Por eso, Sampaoli, ante sus íntimos, llama a Messi “el dictador silencioso”.
Ya este año, paradójicamente sin Messi ni Mascherano, la Selección jugó uno de sus mejores partidos contra Italia. Sin embargo, al amistoso siguiente, ante España, volvieron las imposiciones de Messi: “Vamos con Mascherano y Biglia, ¿no?”, preguntó/presionó pese a que él ni siquiera iba a estar en la cancha. Cedió Sampaoli y, tras el 1-6, resultado sacatécnicos si los hay, Messi bajó la cabeza y murmuró: “OK, no me meto más”.
Pero Messi volvió a meterse. Aunque un país entero se preguntaba cómo el técnico puede hacer algo tan improductivo como poner juntos a Mascherano y Biglia, ahí estaba Sampaoli para dar la cara por una decisión que no era suya. En los entrenamientos en Barcelona, antes de viajar a Rusia, Messi le dijo: “Contra Islandia vos cuidame las espaldas y yo te gano el partido”. Ante semejante promesa, Sampaoli volvió a transar. Y así se explica por qué Messi asumió la responsabilidad del empate apenas terminado el partido. El 10 lo disfrazó por lo del penal fallado. Pero Messi no sólo había fallado un penal, no había cumplido con su palabra. Y por eso anda como anda hoy en día, deprimido porque le falló al técnico, a sus compañeros, a los hinchas pero, sobre todo, a sí mismo.
Harto de quedar como un pavote por armar un equipo que no habría armado jamás, Sampaoli dijo basta. Si la Selección se tiene que ir pronto del Mundial, que sea a mí manera, decidió el entrenador. Por eso contra Croacia se usará el sistema que quiere él. Primer indicio de que echó a Messi de la conducción técnica. El segundo es que volarán del equipo Biglia, Di María y Rojo, los amigos del 10. Y no vuela Mascherano para que no se genere un escándalo mayúsculo.