Enrique Santos Discépolo escribe en 1951 el guión de El Hincha para la Argentina Sono Film, durante el apogeo del Estado de Bienestar del primer peronismo. Para esa época, el autor, célebre por su talento enorme y su nariz, ya había compuesto casi todas sus memorables letras de tangos.

Su concepción fatalista de la naturaleza humana era el sello distintivo de su poética: “Uno está tan solo en su dolor” (Uno), ante “la indiferencia del mundo” (Yira, yira) que “fue y será una porquería” (Cambalache)-, Así como su resquebrajada fe -“Aquí ni Dios rescata lo perdido” (Qué vachaché)– y su extrema desesperanza -“Yo vivo muerto hace mucho” (Desencanto)–  Pero a finales de la década del cuarenta, Discépolo, en sintonía con su tiempo, descubre que la realidad ya no es hostil y que la Patria de la Felicidad era posible.

elhinchaEn El Hincha, el pulso de esa Patria late en el barrio en el que vive el Ñato. Interpretado por el propio Discépolo, el protagonista vive, como en un cuadro de Daniel Santoro, orgulloso de la dignidad que le da su trabajo en el taller. Cuida de su madre y de su hermana, comparte el tiempo libre con sus amigos del café y, tras un largo y casto romance con Diana Maggi, está a punto de casarse. Lo único que amenaza a esa armonía es el fantasma del descenso. El cuadrito del barrio, el Victoria Fútbol Club, que representa la pertenencia del Ñato, está cómodamente instalado en el fondo de la tabla, y necesita ganar dos de los tres partidos que faltan para quedarse en Primera. Esa circunstancia, la posibilidad de volver a un pasado peor, moviliza al Ñato, que se pone al frente de la gesta barrial para intentar cambiar la realidad y salvar al equipo del descenso. Desconfía de los dirigentes, que venden a las jóvenes promesas del semillero a los clubes poderosos y reniega de algunos de los jugadores que, ya casi veteranos, no sienten los colores y juegan sólo por el dinero.

Combatiendo al capital, con el bastón de mariscal en su mochila, el Ñato está dispuesto a dar la vida por… el Victoria Fóbal Clú. La elegía no puede ser más peronista. En un pasaje, un oligarca de un club poderoso que quiere quedarse con el mejor jugador del Victoria discute con el Ñato  -que va vestido de overol- y lo llama atorrante. “¿Atorrante? ¡Atorrante es usted! Yo soy un trabajador, mientras que usted y sus amigos viven del cuento y de la estafa”.

Por suerte, todo termina bien. El cuadro se salva del descenso y, en un luminoso final, el Ñato, en primer plano fundido contra un fondo de tribunas colmadas grita: “¡Viva el Victoria Fóbal Clú!”, que es como gritar ¡Viva Perón! haciendo con los dedos la “V” de la victoria.

Pocos años después, la metralla de la aviación libertadora apagaría ese resplandor.