La película tiene un detalle casi cándido: Pelé se llama Santos. Es un futbolista retirado, un especie de escritor oculto que pasa su tiempo en una casa humilde en las afueras de Río de Janeiro, dedicado a las plantas, las gallinas y otras tareas de granja. Un Tío Tom con barba y rolex de oro, la antítesis del verdadero Pelé, el que todos conocemos.
A las tierras brasileras llega Jimmy Kristidis, un jugador americano de soccer, cuando este juego se practicaba en estadios de fútbol americano y sobre césped sintético. Jimmy es el típico chico de familia rica, un estereotipo de la cultura pop de Bret Easton Ellis y la rebeldía contra una familia conservadora que no quiere ver a su hijo transformado en jugador de fútbol profesional. Por el momento está a prueba en Nueva York, en los Rockers, una especie de Cosmos donde los veteranos son jugadores de distintas nacionalidades y están haciendo sus últimas armas en el fútbol.
Pensamos que por la década del 80, Estados Unidos todavía se encontraba en un proceso formativo, por eso la búsqueda externa de futbolistas consagrados.
Krispidis llega a Brasil y visita la playa, la favela, el mar… Una imagen sintética de un grupo de brasileños jugando descalzos en la arena que resume la cultura del “potrero”.
La película marca una especie de viaje personal -tipo Karate Kid futbolístico- donde maestro y alumno se encontrarán. Primero será la negativa de Pelé de ayudar al joven americano que se acerca a la tierra carioca en busca de aquello que no puede aprender en su tierra. Luego, el viejo sabio lo aceptará como ayudante en sus trabajos de jardinería con la condición de no hablar de fútbol.
Será la filosofía de vida de Pelé la que prevalece: en vez de los bonsais y el pulido y encerado de autos, habrá que cargar macetas y caminar las playas. Y de a poco la película hará que la insistencia de Jimmy seduzca a Pelé, como pasaba con Miyagui y Daniel-San.
Y si la película usa esa ingenuidad (el flashback mostrando porque Krispidis fue a buscar a Pelé) como excusa narrativa, logra también indicar con claridad algo real de un deporte que se desarrollaba de forma amateur, con un lenguaje lejano al conocido, un deporte todavía artificial, un híbrido cercano al fútbol americano, y un desconocimiento cultural.
Lo que busca Jimmy, más allá de encontrar su pasión, es tener un poco de “calle”, darse cuenta de que el potrero no es una casualidad, sino el lugar donde se nace y se aprende de chico. Por eso los logros cinematográficos en el cine americano están ligados, por ejemplo, al básquet, deporte callejero donde los aros y los playones son un lugar casi obligado. Por eso también el predominio y el conocimiento de una actividad deportiva que es marca registrada.
Volvamos a la película: la relación se convierte en amistosa y Santos funciona como un psicólogo que escucha y aconseja. “¿Que hay dentro tuyo?”, le dice el entrenador a Jimmy, excusa ideal para que el personaje comprenda que a su aprendizaje le falta algo. Y entre charla y charla, dándole de comer a las gallinas, cultivando tomates o talando árboles, la película se va transformando en una especie de Secreto en la montaña entre un brasileño y un americano. El calor, los cuerpos transpirados y la soledad del espacio, hacen pensar indirectamente en otro tipo de amistad.
Casi como una pareja, el conflicto pasa a manos de Pelé, de psicólogo a ser cuestionado por el propio Jimmy por su alejamiento del deporte, por su soledad y con el fantasma de que la gente olvida a sus estrellas. Pelé reacciona: las imágenes de archivo le hacen ver quién es y se decide a ayudar a Jimmy. Salen a correr juntos, juegan al cabeza en la playa, Pelé lo lleva al Maracaná a ver al Flamengo y, entre varias secuencias de montaje que van armando una rutina de ejercicios, la suspensión de Jimmy se termina y el personaje debe volver a su tierra.
Volverá lógicamente humilde, más callado, hará las paces con el entrenador de turno y ayudará al amigo lesionado, aquel con el que se fue a probar por primera vez. Tendrá su oportunidad. Los Rockers comienzan a ganar partidos y las secuencias de montaje sintetizan el crecimiento del equipo junto a la ascendente aparición de Jimmy en el equipo como jugador del momento.
Pelé sigue todo desde su casa, y en esta última etapa aparece la humanización de Jimmy. Ya no estará Pelé para dar consejos. Y él será el que pondrá en jaque a los dirigentes del club. De niño rico caprichoso se transformará en héroe y emblema del plantel. Pero todo se anticipa demasiado y se cierran las subtramas de manera violenta: la amistad, la relación familiar y el paso a ser estrella. Pelé desaparece y, con él, la película. Jimmy hace una chilena (algo que O Rei le había enseñado) que permite, sobre el final del partido, el triunfo de su equipo y el logro del campeonato.
Pelé sorprende. Su actuación es simple. Haciendo jueguitos o en pantaloncitos y descalzo, se muestra con algo de vida en esta extraña cinta con un final abierto. Jimmy, en un camión de bananas, regresa a la casa de Pelé, abre la puerta y mientras los títulos aparecen, vemos el reencuentro de dos personas que se convirtieron en más que amigos.
NdE: Este artículo fue publicado originalmente en el número 61 de la revista Un Caño, julio de 2013.