“Entusiasmados por el fútbol dos miembros de la Bauhaus, Xanti Schawinsky y Erich Consemüller, chocan poderosamente entre sí con el edificio de la escuela de fondo. La ley de la gravedad parece haber sido revocada mientras el disparador de la cámara es activado. T. Lux Feininger solía llevar esta cámara cuando iba a la Bauhaus. El entorno familiar proporcionaba los mejores motivos para sus fotografías, que se caracterizan por dramáticos juegos de luz y sombra y transmiten hasta hoy una energética impresión de la vida en la Bauhaus”.
La explicación oficial de esta fotografía de 1927, “Salto sobre la Bauhaus” (“Jump over the Bauhaus”), escrita por Jeannine Fiedler, se olvida de la pelota. Oculta en la oscuridad del pasto, alejada de la acción a los pies de los jugadores que colapsan en el aire, ajena a la claridad del cielo y del famoso edificio detrás, la pelota se esconde como un secreto.
A primera vista, es difícil darse cuenta que estamos viendo un instante de un partido de fútbol. Dos cuerpos chocan, se balancean. La acrobacia nos hace pensar en el circo, los artistas en sus excentricidades. Hasta que vemos asomar abajo, en semicírculo, la silueta del balón. Todo empieza a cobrar sentido. Comenzamos a elucubrar historias, a ensayar explicaciones.
Algún artista dijo alguna vez, sobre esta foto, que no entendía porque Consemüller usaba un gorro. Nosotros, más acostumbrados a ver imágenes futboleras de hace un siglo, suponemos que el bueno de Erich, que además está con mangas largas, debía ir seguido al arco. El hiperactivo Schawinsky cargó contra el arquero y el resultado del choque es la pelota por el piso y esta foto. El juez, si lo hubo, debió cobrar falta en ataque, sin ayuda de la tecnología. Al menos, eso imaginamos.
La imagen la tomó un Theodore Lux Feininger de apenas 17 años. En ella aparecen sus dos mentores en la Bauhaus y, detrás, ese icónico edificio en Dessau. Un año antes el joven T había ingresado como alumno. Su padre Charles era docente allí, había sido el primer designado por Walter Gropius cuando fundó la escuela en 1919.
Estudió pintura con Josef Albers, Paul Klee y Wassily Kandinsky pero a Feininger le gustaba la fotografía, pasión que compartía con Consemüller, y lo atraían las diversas actividades extracurriculares que Schawinsky organizaba para entretener a la comunidad artística. Lo acompañó en su banda de jazz, se sumó a su grupo de teatro experimental y no se perdía esos atléticos picados futboleros.
T recorría la escuela con una cámara de fotos que se había enseñado a usar a sí mismo capturando escenas cotidianas de la Bauhaus. László Moholy-Nagy, vecino y profesor, y Consemüller, arquitecto y fotógrafo, influyeron en su estilo. Feininger comenzó a vender su material a medios alemanes. Para 1929, cuando la Fotografía fue incluida en el programa de estudios, ya era considerado un referente de la fotografía moderna.
Schawinsky tenía 23 años cuando saltó a buscar esa pelota. Había nacido en una familia judío polaca en Suiza sin imaginar los duros años que vendrían. Entonces era un estudiante avanzado en el departamento de teatro a cargo de Oskar Schlemmer y el alma inquieta que agitaba la escuela. Consemüller era algo más grande. Tenía 25 años y hacía cinco que se había sumado a la Bauhaus como estudiante de arquitectura y aprendiz en el taller de carpintería. Cuando salió a cortar ese centro ya era docente.
En ese 1927, Gropius le encargó a Consemüller documentar fotográficamente el trabajo educativo en la Bauhaus. Entre las 300 fotos que se incluyeron en el dossier, imágenes de los artistas y sus obras, unas pocas retratan la vida social en esa talentosa comunidad que le dio estética al siglo XX. La única futbolera es esta imagen.
En los años siguientes hasta su cierre, en 1934 en Berlín bajo la persecución Nazi, la Bauhaus fue cambiando su propuesta artesanal por una más industrial, rentable, que le asegurara los recursos económicos para subsistir. Los departamentos más proclives a producir bienes de consumo fueron ganando protagonismo sobre aquellos que no podían hacerlo. Hace 90 años, el fútbol no era la gran industria que es hoy. De haberlo sido, quizás en Dessau se hubiera dedicado a crear artistas de la pelota. Por ahí, nos privamos de algo.