Argentina no había clasificado para el Mundial de México 70 y eso obligó a los dirigentes de AFA a extremar la imaginación y los recaudos para no repetir el desatre en la fase clasificatoria para Alemania 74.
El panorama era bastante complicado, nos tocaba el Grupo 2, con Paraguay y Bolivia. Tras largas conversaciones con su plana mayor, el entrenador general de selecciones, Enrique Omar Sívori, llegó a la conclusión de que era indispensable para lograr el objetivo, traer una victoria de La Paz. Consideraba que estábamos parejos con los paraguayos y que la clasificación había que asegurarla en la altura.
La estrategia para lograr ese objetivo fue la siguiente: encomendó a su ayudante, Miguel Ignomiriello, la responsabilidad de planificar un operativo y entrenar a un equipo alternativo a la manera de las Formaciones Especiales -como llamaba Perón a las organizaciones armadas que habían luchado por su regreso al poder- cuya única y excluyente misión fuera ganar los dos puntos en los 3.600 metros de altura de La Paz.
El enemigo, según la caracterización de Sívori, era más bien la geografía y no once bolivianos vestidos de verde. Ignomiriello puso manos a la obra para enfrentar a ese rival. Reclutó a varias jóvenes promesas -Kempes, Bochini, Fillol, Trobbiani- y a algunos con más rodaje – Poy, Galván, Fornari, Tagliani- y los hizo pasar a todos por una cámara hiperbárica, una especie de simulador de altura que tenía la Facultad de Medicina. Con todos los convocados que pasaron las pruebas, se formó el equipo muletto que a mediados de agosto empezó su preparación para el partido en La Paz, programado para el 23 de septiembre, el mismo día que se llevaría a cabo las elección nacional que ganaría la fórmula Perón-Perón con el 62% de los votos.
Tras una breve pretemporada en Buenos Aires, mientras la selección titular partía de gira a Europa, los suplentes, bajo las órdenes de Ignomiriello, llegaban a Jujuy. El plan era ir aclimatándose de a poco. Pero empezaron los problemas. Faltaba ropa para entrenar. El hotel que la AFA había contratado en Tilcara no reunía las condiciones mínimas. No había amistosos programados y la plata de los viáticos no llegaba. En La Quiaca no se pudo pagar el alojamiento. En Mina El Aguilar, a 4.000 metros de altura jugaban picaditos entre ellos en un gimnasio húmedo. Según Kempes “La pasamos mal en serio. Estábamos en un hotel de mala muerte y no había ni para comer. Teníamos programados dos amistosos y al final hicimos siete a cambio de dinero. Así comprábamos las cosas en un supermercado y algunos hacían de comer. Volví con 8 o 9 kilos menos”.
Llegaron a Perú y allí estuvieron otras dos duras semanas de padecimientos. La delegación empezó a percibir que en la AFA se habían olvidado de ellos, el interventor -Baldomero Gigán- no atendía los llamados. Ni siquiera los acompañaban periodistas “enviados especiales” desde la Argentina. Para sumar contratiempos, Juan José López, Merlo y Troncoso no se adaptaron a la altura y volvieron a Buenos Aires.
Después de jugar amistosos en Oruro y Potosí, en las canchas más altas del mundo, faltando una semana para el dichoso partido por la eliminatoria, el equipo llegó a La Paz. Allí empezaron a ser conocidos como El Equipo Fantasma. El fastidio de los jugadores y el cuerpo técnico con la AFA por el desastre de la organización era tal, que aceptaron la propuesta que les hicieron Miguel Tapia y Lucio Flores, redactor y fotógrafo del diario Hoy Deportivo de La Paz, de posar en un vestuario cubiertos con sábanas a manera de fantasmas. La foto no salió bien (las sábanas los tapaban y no se notaba que eran futbolistas) pero lo volvieron a intentar. Después de improvisar con cartulinas unos bonetes blancos que recuerdan a los que usaban los miembros del Ku Klux Klan, todos quedaron conformes.
La imagen tiene esa estética de la clandestinidad tan característica de las conferencias de prensa que daban las organizaciones armadas de la época. Un ambiente de provocación y protesta se percibe en ese vestuario iluminado por la luz de un flash sin sutilezas.
En Argentina la foto salió publicada en la revista Goles y más tarde en todos los medios. En ese entonces era muy común que los futbolistas se prestaran a las ocurrencias de periodistas y fotógrafos y como el partido finalmente se ganó (1 a 0, gol de Fornari) la imagen quedó en la memoria colectiva como celebratoria del triunfo de La Paz.
Pero no, lo cierto es que los fantasmas se sacaron esa foto para hacer visible una protesta porque estaban muy calientes.