En la última semana, mientras los dirigentes del Club Deportivo Español (casi todos poderosos comerciantes) confeccionaban un presupuesto para consolidar las finanzas durante 1965, año en que presumen que actuarán en el círculo privilegiado del fútbol argentino (la primera división “A”), sus rivales del Deportivo Italiano, resignados, examinaban una vez más en sus planillas de gastos los resultados de la pésima operación concertada con el club Boca Juniors, al que arrendaron una línea delantera. Unos y otros realizan la más novedosa experiencia futbolística de aprovechamiento masivo de colectividades.
Ambos clubes intentaron desde su fundación, hace casi diez años, capitalizar el potencial numérico depositado en el país por las corrientes inmigratorias. Pero el resultado no fue el mismo: con mayor caudal societario, finanzas saneadas, mejores performances futbolísticas y un claro programa de objetivos concretos, el Deportivo Español demostró, aún en menos tiempo, que se podían sacar jugosos dividendos del experimento. En cambio, el Deportivo Italiano sobrevive en una angustiosa situación: el fútbol profesional le insume mensualmente 500.000 pesos de déficit.
Las últimas reuniones de comisión directiva en el Español terminaron con la distribución, entre los propios dirigentes, de enormes talonarios de rifas por valor de cincuenta mil pesos, con el compromiso de devolverlos vacíos. En el Italiano es difícil reunir en cada sesión a todos los miembros del alto comando.
Paradójicamente, las estadísticas señalan que la inmigración italiana en la Argentina fue más numerosa que la española, según explicó a PRIMERA PLANA el profesor de sociología política José Luis de Imaz.
Un elemento de juicio que confirma la diferencia de comportamiento se desprende de las listas de asociados del club hispano, donde aparecen no pocos apellidos italianos. El ejemplo es válido, pues no hubo reciprocidad.
Alentados por la colocación en la tabla de posiciones del torneo de ascenso, los dirigentes del Deportivo Español confían en alcanzar ahora el peldaño más sólido: el fútbol de los domingos y sus jugosos bordereaux. “Cuando estemos en primera llegamos fácil a 30.000 socios”, dijo a PRIMERA PLANA el presidente, Adolfo García Rebón (50 años; fuerte comerciante de artículos del hogar), detrás de su simple escritorio. Esta posibilidad descansa en manos del ex director técnico del seleccionado argentino, Horacio Amable Torres, quien conduce a un equipo cuya virtud es el empuje antes que el tecnicismo. El campeonato de ascenso, en su tramo final, determinará cuáles son los dos clubes que el año próximo se incorporarán al torneo superior. Almagro y Temperley juegan, quizá, el mejor fútbol de los doce clasificados, pero el Español gana y suma puntos. El optimismo se viene arrastrando desde principios de temporada, cuando el equipo ganó un octogonal organizado por Atlanta, enfrentando a siete equipos de primera división.
El 12 de octubre último, en una interminable mesa tendida en los salones de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, los dirigentes hispanos celebraron el octavo aniversario de la entidad. Ese día se distribuyeron infinidad de regalos que los directivos donaron para facilitar la venta de invitaciones: García Rebón llevó radios y artefactos para el hogar.
Un decreto municipal, incluido en el Plan Regulador del Bajo Flores, asignó al club la concesión por cincuenta años de 16 hectáreas en Lacarra al 2000 (actualmente la sede funciona en una vieja casona céntrica y alquila la cancha de Atlanta), en donde García Rebón piensa levantar una ciudad deportiva. “Sólo nos falta la aprobación del Concejo Deliberante para empezar a cercar y a construir campos de juego para fútbol, tenis, hockey, básquet y atletismo. La pileta de natación se paga sola, porque estimula la inscripción de nuevos socios.” El vicepresidente, José Luis Aguilar (propietario de la empresa Los Gobelinos), insiste en un agregado: “No faltarán una escuela, la sala de primeros auxilios y una capilla.”
Detrás de estos proyectos asoman, rezagados, los planos de una idea más ambiciosa: el gran estadio. García Rebón le resta importancia: “¿Otro más en la ciudad de los estadios? Pero, ¿cuántos va a haber? Justamente cerca de nuestro solar se construirá el de San Lorenzo de Almagro, y no puede ser que ocurra como en Avellaneda, donde Racing e Independiente tienen los suyos pegados y los usan alternativamente cada 15 días, cuando podría utilizarse uno solo. Es absurdo.” La respuesta es más bien formal, porque el proyecto existe.
En una segunda etapa se prevé la construcción del moderno estadio cuya imagen confiesan las cubiertas de los imponentes talonarios de rifas. El primer presidente del club, Luis Soler Camino, lanzó la idea inicial: “Será el más cómodo de todos; las tres cuartas partes del público estarán sentadas como en la plaza de toros.”
El Español observa, además, una consecuente y desusada política interna: sus comisiones invariablemente se eligen de una lista única y por aclamación. García Rebón no cree que éste sea un buen sistema, a pesar de que lo beneficia y de haberlo experimentado eficazmente durante su militancia en Vélez Sársfield, entidad que parece servirle de modelo.
Con el propósito de consolidar definitivamente la institución, los directivos buscan ahora fusionarla con el antiguo y tradicional Club Español. “Tiene apenas 700 socios, pero aportaría su prestigio a nuestro vigor de 15.780 adherentes.” García Rebón dice saber poco de fútbol, pero entiende que este espectáculo ha desplazado casi totalmente a los toros en su país (“Ahora sólo hay corridas para los turistas”) y que sirve para construir una entidad económicamente fuerte.
Hay una aspiración que los directivos españoles verán postergada casi con seguridad. Cuando se manifiestan deseosos de ascender a primera división junto con Deportivo Italiano, no ocultan su interés en provocar una lucrativa rivalidad al estilo Boca-River. Pero sus tradicionales adversarios se debaten en un fastidioso enigma: ¿vale la pena seguir alimentando un monstruo que devora seis millones de pesos anuales sin rendir dividendos? Los dirigentes del Italiano también son empresarios. Este club, cuyo verdadero nombre es Associazione Calcio Italiani in Argentina (ACIA), se fundó en 1955 con la unificación de los equipos participantes de los torneos que desde 1949 organizaron algunas empresas junto con el periódico “Corriere degli Italiani”. La embajada, el consulado y el representante en el país del Comité Olímpico Nacional Italiano, comandante Dino Gorla, brindaron su apoyo en la iniciación. No pocas inyecciones monetarias sirvieron para adquirir jugadores profesionales que posibilitaran la ascensión de categorías del club. En 1960 alcanzó la primera división “C”, y dos años después llegó a la “B”. Este año se clasificó entre los doce finalistas que disputan el ascenso a la categoría “A”, pero su fútbol no convence ni al propio director técnico, José Maffei, a pesar de contar con una línea delantera cedida en préstamo por Boca Juniors en una operación que incrementó el déficit financiero sin compensarlo con un equivalente superávit futbolístico. Deportivo Italiano paga por el arrendamiento de esos cinco ju-gadores (Pueblas, Sangiovanní, Pezzi, Ferreño y Taborda) un porcentaje de sus recaudaciones, novedosa cláusula en los convenios futbolísticos argentinos. Los jugadores, a su vez, reciben un sueldo fijo de cincuenta mil pesos mensuales, además de los premios por punto obtenido. Cada vez que se discute esta operación, no falta un dirigente que se tome la cabeza con las manos y comente que “en realidad, el negocio lo hizo Boca”. Este club está obligado a no exceder su cuota de jugadores profesionales, que los reglamentos de la AFA estipulan en 25. Para ello recurre a este expediente: ceder en préstamo a aquellos jóvenes elementos que necesitan todavía vivir experiencias de intenso trajín futbolístico para demostrar si realmente confirman la calidad que apuntaron en sus comienzos. Al cabo del contrato, Boca ya sabrá que esos jugadores no tienen esas virtudes. Italiano también, pero habrá desembolsado mucho dinero para comprobarlo.
Paralelamente, los seguidores de la escuadra azurra comienzan a darse cuenta de que sus barras se han debilitado en el grito de “¡Forza, Italia”, y sólo apretaron filas el día en que fueron a hinchar por el Inter a la cancha de Independiente.
El presidente del Italiano, Mario Fano (69 años, doctor en Ciencias Económicas), carece de la inagotable dosis de optimismo que anima a su colega García Rebón, y traslada casi todos los asuntos del club al secretario José Corrado.
Las diferencias son marcadas y el estado de ánimo se deja traslucir en ambas entidades. Sin embargo, la experiencia sirvió para resolver un problema de conciencia. Muchos españoles hinchas de San Lorenzo e Independiente tienen ahora su propio club: el Deportivo. Los italianos, en su mayoría, seguirán siendo hinchas de Boca.
Publicado originalmente en la revista Primera Plana #102 – Octubre 1964