El Rayo Vallecano de Madrid es mucho más que un club de fútbol. Es el rasgo de identidad más fuerte del barrio más humilde, trabajador y combativo de la aristocrática capital española. El Rayito es el símbolo de Vallecas -o Vallekas, como quienes allí viven prefieren decirle-. Resume todo lo que significa el distrito. Su hinchada, sus jugadores, su cuerpo técnico y sus dirigentes saben que forman parte de algo mucho más grande y significativo que una institución futbolística. Nació en 1924, como un simple conjunto de voluntades que jugaba en la Federación Obrera de Fútbol y se convirtió en un club cuya trascendencia excede cualquier resultado deportivo.

En Europa hay varias instituciones que primero se preocupan por su relevancia como expresiones populares y luego por ganar o perder un partido. Livorno, St. Pauli y Rayo Vallecano son los exponentes más importantes de esa estirpe. Los tres son lo mismo: ámbitos donde el pueblo se puede manifestar con libertad. Ni más ni menos. Se autodefinen como “antifascistas” y tienen en sus hinchadas al corazón de dicha forma de ver la vida. Eso trasciende sus nombres y sus títulos.

Doña Carnen Rayo VallecanoVallecas es un sitio donde conviven las necesidades con la dignidad, una barriada en la que sus más de 300.000 habitantes han aprendido que la solidaridad es lo único que los va a salvar. Como salvó a Carmen Martínez Ayuso, una anciana de 85 años que un día se despertó y ya no tenía casa. Fue desalojada, como tanta gente en toda España. Hace un tiempo, Carmen hizo lo que hacen las madres: ayudó a su hijo al avalar un préstamo. El problema es que el hombre no lo pagó y la señora tuvo que ver como le quitaban el hogar en el que vivió durante más de cinco décadas. En ese momento, entró en escena el Rayito.

“Nosotros no nos vamos a quedar parados, vamos a ayudar a esa señora. No solo yo, sino el cuerpo técnico, el club y los jugadores, que son los que dieron el primer paso. Dentro de nuestras posibilidades vamos a ayudarle y a echarle una mano para que encuentre un sitio para que pueda vivir dignamente y no se sienta sola”, dijo en una conferencia de prensa Paco Jémez, el entrenador del primer equipo. “Yo estoy muy orgulloso”, agregó después. No es el único. Todo el mundo del fútbol está orgulloso del gigante club de Vallecas, que reaccionó antes que cualquier político para solucionar el problema de una ciudadana.

Por supuesto, este no fue el primer gesto que enaltece al Rayo Vallecano. Para entender mejor qué significa este club, son necesarias las palabras de Pedro Roiz, socio desde 1956 e hijo de Pedro Roiz Cossío, presidente entre 1965 y 1972: “El Rayo no es un equipo de fútbol, es una religión deportiva aquí. Es orgullo de clase y la voz de la conciencia. Vallecas es tierra de colonos, gente humilde y comprometida, emigrantes acostumbrados a ganarse el jornal a contracorriente. Luchadores. A otros les ayudan los políticos. De nosotros sólo se acordaron un par de veces en noventa años”.

Hinchada Rayo Vallecano banderas CarmenDesde su fundación, el Rayito ha trabajado para ayudar a la comunidad y en eso tuvo mucho que ver su gente, su hinchada. La barra (no brava) se autodenomina “Bukaneros” y nació como tal hace más de veinte años. Tomaron la posta del “Komando Vallekas” y fueron el primer grupo de simpatizantes organizado del barrio. Tenían ideas claras, que son las mismas de la actualidad: clase obrera y antifascismo. Eran unos pocos revoltosos hasta que en 1995 se sumaron miembros de las Brigadas Amarillas (grupo similar del Cádiz FC). Porque a la hora de manifestarse no importan tanto las banderas deportivas como las políticas. Esa unión sirvió para organizar mejor el colectivo, que ya era el más importante del club vallecano.

Los Bukaneros no tardaron demasiado en eliminar del estadio a las Brigadas Franjirrojas, dueños de algunas consignas de derecha que no tenían nada que ver ni con el club ni con el barrio. Ya como los dueños del tablón, comenzaron a intensificar su trabajo militante. Por intermedio de banderas y cantos, se pronunciaron en contra del fútbol-negocio, de los patrocinadores buitres, de los manejos de la Real Federación y crearon el “Día contra el Racismo en los Estadios de fútbol”, una jornada en la que invitan a la cancha a inmigrantes para fomentar la convivencia en paz.

Pintada Rayo VallecanoEl 11 de diciembre de 1995 se produjo el atentado del Puente de Vallecas, en el que la organización terrorista ETA hizo explotar un coche-bomba que provocó la muerte de seis trabajadores y dejó 16 heridos. La hinchada del Rayo no sólo ayudó a las víctimas el día del desastre, sino que también lo hizo después, como contención de una comunidad golpeada. A sólo dos días de la explosión, se disputó un partido en el estadio Teresa Rivero. La gente no fue para alentar al equipo, sino para protestar por la aberración de jugar en ese momento.

En estas dos décadas, Rayo sufrió varios descensos y hasta tuvo que soportar cuatro temporadas en la Segunda B, la tercera categoría de España. La desgracia, como hace con todos los clubes del mundo, fortificó el amor y el compromiso de la gente para con su club. Los Bukaneros eran menos, pero tenían más intensidad en su aliento y en sus protestas. Dos ascensos en pocos años los devolvieron a la elite, donde deben estar para darle más fuerza a su manera de sentir el fútbol y la vida.

Nada ha sido fácil para la banda rayista. Muchos políticos han criticado sus formas y hasta se los ha emparentado con la izquierda Abertzale, los extremistas vascos, más parecidos a un grupo anarquista que a otra cosa. Eso no generó ningún tipo de duda en el barrio, donde los conocen a la perfección, pero sí perjudicó la reputación de los Bukaneros fuera de Vallekas. Y sin fundamentos, porque, antes que nada, son hinchas pacíficos que jamás han protagonizado hechos de violencia de magnitud. Sólo han molestado con proclamas y consignas políticas.

 “El Rayo no es un equipo de fútbol, es una religión deportiva aquí en Vallecas, tierra de colonos, gente humilde y comprometida. Es orgullo de clase y la voz de la conciencia”.

Hace pocos días, la hinchada del Rayo fue noticia por una ingeniosa protesta. En el partido frente a Éibar, utilizaron banderas con personajes de Los Simpson para rebelarse contra el “fútbol moderno”, uno de los conceptos contra los que más se lucha en el estadio Teresa Rivero. En un trapo aparecía Kent Brockman informando desde en Vallekanfield: “Última hora desde Vallekanfield: nueva protesta contra el fútbol negocio“. En otro, el desalmado Montgomery Burns: “Más derechos televisivos, más dinero para los bolsillos. Excelente”. Al final, Homero resumía todo: “Tendrán todo el dinero del mundo, pero hay algo que jamás podrán comprar… Nuestra pasión“.

Bandera Rayo VallecanoAunque ellos son los que hacen latir el corazón de Vallecas, los hinchas no son los únicos comprometidos con las causas populares. También los jugadores han demostrado su conciencia social, no sólo con la situación de Carmen. En noviembre de 2012 el plantel rayista fue el único que se sumó a la huelga general y veinte años antes se amotinaron contra los dueños del club para proteger las fuentes de trabajo. Además, en los últimos meses protagonizaron campañas contra el cáncer de mama y a favor de la donación de órganos y apoyaron a la Asociación Aphisa para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual y a la Asociación Madrileña de Espina Bífida e Hidrocefalia.

Lo sucedido con Carmen es la mejor forma de ejemplificar lo que es Rayo Vallecano. Y nada mejor que las palabras de la protagonista para un gesto no que se hizo por el reconocimiento, sino porque es lo que se debe hacer, ni más ni menos: “Les doy mil gracias, que Dios se lo pague. Es un gesto muy bonito que no tenían por qué hacer. ¡Y que viva el Rayo!”.