Un policía encargado de controlar los alrededores del hotel en donde se alojaba Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía, le comentó a un camarero: “Si (Erdogan) viene acá, tal vez podés servirle un té”. El mozo fue contundente: “Yo a él no le voy a servir ningún té”. Por ese comentario terminó en la cárcel, acusado del delito de insultar al jefe de Estado, que tiene una pena de hasta cuatro años de prisión.

banderaCosas así pasan en la Turquía de Erdogan. Así y mucho peores también. Para poner un ejemplo: en los últimos meses, más de 100 mil personas fueron despedidas de sus cargos, muchos de ellos maestros, profesores o rectores de universidades. Casi la mitad, está en prisión. ¿Motivos? ¿Enseñarles a los estudiantes a pensar libremente?

El 15 de julio del año pasado hubo un intento de golpe en Turquía y el presidente salió fortalecido. Mucha gente creyó que el país estaba en peligro por culpa de los militares y, al ganar esa “batalla” (y gracias a imágenes manipuladas), Erdogan se transformó en una especie de héroe.

Claro, el presidente tiene controlada a la prensa de su país (muchos periodistas opositores están presos y sus diarios fueron cerrados). Sin embargo, varios medios internacionales desconfiaron de ese “golpe” y no es difícil imaginar que haya sido un autogolpe, ya que Erdogan fue el mayor beneficiado con lo sucedido.

Inmediatamente declaró un “estado de emergencia”. Innecesario, porque el “golpe” ya era historia y los “responsables” estaban muertos o en la cárcel. Primero fue por tres meses, después por tres meses más y el 3 de enero volvió a prorrogarlo por otros tres, hasta abril. Así tuvo vía libre para hacer y deshacer a su antojo.

Envalentonado por la reacción de la gente después del “golpe”, ahora el presidente quiere más poder. Lo quiere todo. Así es que hace unos días la Asamblea Nacional aprobó realizar un referéndum (todavía no hay fecha confirmada pero sería en abril) con el objetivo de transformar un sistema parlamentario en una presidencia ejecutiva. De ganar el “Sí”, Erdogan podría gobernar al país a base de decretos.

chriA partir de esta noticia muchos referentes de la cultura, quisieron demostrar que estaban en contra de la medida y varios grabaron sus propios videos para pedirle a sus seguidores a través de las redes sociales que votaran por el No.

Sin embargo, la gente de Erdogan, apostó a lo verdaderamente popular: el fútbol. Entonces se armó un video en el que aparece primero Ridvan Dilmen, un histórico jugador e ídolo del Fenerbahce, y luego Arda Turan, un conocido por todos y no sólo por los turcos. Luego siguen en el video otros futbolistas (el tercero es el más conocido, Burak Yilmaz, juega en China), un cantante y un relator. Todos piden por el Sí. ¿Espontáneamente? Quizás, pero por la forma por cómo está hecho el video, está permitido sospechar. Otro dato: hasta el año pasado, cuando fue el golpe, Arda no había hecho manifestaciones políticas públicamente. Por supuesto: el jugador del Barcelona recibió muchas críticas por su apoyo a un presidente que, aunque fue elegido democráticamente, se maneja como un dictador. Y tuvo que salir a aclarar (no demasiado) en Instagram: “Es mi derecho constitucional expresar mi opinión”.

El que recibió más que críticas fue Dilmen, el que arranca el video. Y críticas dolorosas, porque vinieron de la gente que lo idolatraba: los hinchas del Fenerbahce, en donde le puso fin a su carrera después de ocho años en el club. Ahora fueron los hinchas los que le pusieron fin a esa relación. Sin ningún tipo de eufemismos y con mucha valentía porque, hoy, declararse en contra del Estado significa arriesgar la vida. Una vez conocido su apoyo a Erdogan, armaron unos carteles en donde se puede ver la imagen de Dilmen como futbolista y dos años: 1962 (el de su nacimiento) y 2017 (el de su “fallecimiento”). Acompañado por una palabra (“Aniyoruz”) que se usa en Turquía en los aniversarios de los muertos.

A casi dos meses para el referéndum, es lógico pensar que habrá más manifestaciones, pero los futbolistas más famosos (unos privilegiados) ya demostraron que patean para el lado equivocado.