“Mussa es un niño pobre y huérfano de Sierra Leona que recibe un par de botines donados por el Pikin Center para poder jugar a su deporte favorito, el fútbol. Para él, como para la mayoría de los chicos del pueblo Madina, es algo completamente inusual, ya que prácticamente no tienen ropa ni calzado. Sin embargo, él decidió compartirlos con Mohamed Samura, otro pikin (como se llama a los beneficiarios del centro) de la zona. Uno usa el izquierdo y el otro el derecho”.
El párrafo pertenece a esta nota del diario La Nación, que a contramano de su habitual ideología editorial, hizo un espacio para destacar un gesto noble de gente con poco dinero. Y emociona, sí.
Emociona la foto y esa primera descripción somera de un pibe que no tiene nada, pero lo comparte. Porque invita, también, a una reflexión acerca de la competitividad, de la colaboración y de la esencia del deporte como juego (en tanto divertimento), y particularmente como juego colectivo.
Calculamos que uno es derecho y el otro zurdo. Que el muchacho se acercó a su amigo sin pensar en la ventaja individual que podría sacar con los botines puestos en un reino de descalzos, compañeros o rivales. Primó otra generosidad. Otra solidaridad. Como para demostrar que hay gente buena. Que mirar desde la superioridad es menos genuino y menos satisfactorio que ponerse al nivel del otro y darle una mano. Que -mientras existan gestos como estos- ni la humanidad ni el fútbol están perdidos del todo.
Hay una explicación institucional para esta imagen, que no llega a nosotros (ni a La Nación) de casualidad. Hace casi una década, la argentina Virginia Bazterrica junto a su amiga española Marta Sánchez Moix -ambas dentistas- crearon el proyecto Pikin Divain. Dan asistencia a más de 50 niños que están en situación de vulnerabilidad, buscando mejorar la calidad de vida a través de la escolarización. “Actualmente los niños solo comen un plato de arroz por día y muchos de ellos no van a la escuela”, comentó Virginia. En Sierra Leona, el 85% de la población es analfabeta y solo uno de cada siete niños está escolarizado.
El nombre del proyecto surge del limba, la lengua nativa del país. Pikin significa niño y los locales afirman que los pikins son “divains”, porque son luchadores natos. “Luchan por su vida desde que nacen. No tienen vacunas, ni médicos, ni agua, ni luz, ni juguetes, ni padres que los cuiden. Por eso el proyecto se llama así, es un homenaje a ellos”, afirmó Virginia.
La foto emociona también, porque sirve como espejo. La carencia no nos es ajena, más bien todo lo contrario: es vecina y se expande. Y algunos que tenemos más suerte podemos ayudar. Aunque tengamos sólo un poquito más de suerte: apenas un par de botines.
Ojo: una cosa es pensarlo y otra muy distinta hacerlo. Si quieren darles una mano a los ocho niños huérfanos y en situación de abandono que viven en el Pikin Center, pueden escribir a ayuda@pikindivain.org. Dos de ellos están en la imagen que nos tocó el corazón. Seguramente hay algo que podamos darles, aunque sea ese botín izquierdo que después va a faltarnos para completar el par.