Afonso Celso García Reis, más conocido con Afonsinho, no tenía una gran relación con el DT (era el Lobo Zagallo) ni con los dirigentes del Botafogo. Al entrenador le caían especialmente mal las actitudes rebeldes de Afonsinho y los dirigentes no soportaban los llamados de algunos militares quejándose de las cosas que decía el jugador a la prensa cada vez que era consultado sobre la dictadura.
Por eso, y pese a ser uno de los mejores jugadores del equipo, decidieron sacárselo de encima por un rato y lo cedieron por seis meses al Olaria Atlético.
Cuando regresó al club, los dirigentes del Botafogo pensaron que el castigo ya había sido suficiente como para disciplinar a ese pibe de 23 años que en uno que otro reportaje había manifestado su admiración por el Che Guevara y hasta se había animado a justificar la resistencia civil armada contra las dictaduras latinoamericanas.
Pero no. De regreso tenía pelo largo, barba y ya no justificaba la resistencia civil armada sino que, lisa y llanamente, reclamaba que se tomaran las armas para resistir. Además, como para dejar muy claro que no sólo el fútbol le interesaba, había aprovechado el exilio en Olaria para recibirse de médico siquiatra.
Los dirigentes ya no lo soportaron más y decidieron, como se estilaba en esa época, colgarlo para sacarlo de mapa. Y se lo dejaron muy claro, hasta que no se cortara el pelo, se afeitara la barba y se callara la boca, no iba a volver a jugar al fútbol profesionalmente. Pero Afonsinho no se quedó quieto. Junto con su padre, que era delegado gremial ferroviario, presentaron un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia Deportiva para reclamar por su derecho a trabajar. Y 24 años antes de que estallara el caso Bosman y dejara jurisprudencia para toda la humanidad, Afonsinho consiguió una sentencia favorable y se quedó con el pase en su poder para poder negociarlo con quien quisiera. En Brasil, este tipo de situaciones recién se regularizaron en marzo de 1998 cuando la Ley 9615 dejó claro los derechos y garantías de jugadores en caso de conflictos.
Pocos clubes se animaban a contratarlo pero el que rompió el molde fue, primero, el Vasco da Gama. Y un año después, en 1972, y ante la sorpresa de todos los brasileños, pasó al Santos (el de Pelé), en el que jugó un año para luego recalar en el Flamengo (73-74), América de Minas Gerais (75-79), Madurerira (80) y Fluminense (1981). En esta última institución se retiró a los 34 años.
Afonsinho no tenía empacho cuando declaraba que no le gustaba que los jugadores fueran “esclavos de los dirigentes y de los empresarios” por lo que cuando consiguió tener el pase en su poder, jamás volvió a venderlo y prefirió negociar él mismo sus pases a préstamo.
Pero no todo era sencillo por aquellos años. El gobierno del dictador Emilio Garrastazu Médici comenzó a perseguirlo con los servicios de inteligencia. La verdad, “estuve cerca de ser detenido”, dice hoy a la distancia cuando recuerda aquel momento. Mucho más cuando a fines de los 60 llegó a hacer prácticas de tiro y a estar a punto de sumarse a la lucha armada. “Si no me fui a combatir fue porque elegí dar mi lucha en el terreno del fútbol. Probablemente, y por como terminaron las cosas, debo estar agradecido al fútbol porque me dio la oportunidad de jugar y de expresarme sin necesidad de recurrir a la violencia”. Sabe, sin embargo, que por sus posturas pagó el precio: jamás fue convocado a la Selección más allá de que su nivel lo pedía a gritos.
El escritor Joao Maximo narra que “la influencia del régimen militar se extendió mucho en el fútbol. Alentar a un equipo era casi alentar al régimen. Pero había tanta pasión por el juego que la gente dejaba todo eso de lado”, sostiene. Un ejemplo claro fue lo que vivió Joao Saldanha, el entrenador que puso a Brasil en el Mundial de México 1970 y que fue separado de su cargo porque era comunista y porque se negó a ceder a las demandas del presidente Medici para la conformación del equipo.
Ya retirado del fútbol, ejerció como siquiatra en el Instituto Pinel y organiza desde 1975 el “Tren de la alegría”, una experiencia que reúne a jugadores de todas las épocas tres o cuatro veces al año para hacer partidos de exhibición y recaudar fondos para causas que Afonsinho considera justas.
Cuando murió Sócrates, otro hombre que revolucionó al futbol brasileño con la democracia corinthiana, lo reemplazó como columnista del diario Carta Capital.
En 1974 se filmó el documental Passe Livre, de Oswaldo Caldeira que narra aquel conflicto con el Botafogo y la problemática de los jugadores a comienzos de a década del 70. El documental comienza con una frase de Pelé de 1972, cuando estaba en una disputa económica con el Santos: “¿Hombre libre en el fútbol? Sólo conozco uno: Afonsinho. Él sí puede decir, usando sus palabras, independencia o muerte. Nadie más”.