El más maravilloso y hermoso gol jamás visto lo hizo Artemio Petruzzelli Boston en 1971, jugando para El Porvenir, en un partido contra el Atlético Teté de Brasil; y del cual sólo se tiene
el testimonio del propio Artemio, ya que el gol jamás fue visto por nadie.
Así como hay hechos que miles de simpatizantes aseguran haber presenciado (el gol de Cárdenas al Celtic, el de Sanfilippo haciendo la vertical sobre un lineman, Rattin orinando un banderín del córner en el Mundial de Inglaterra), en este caso, por una extraña casualidad del fútbol, nadie en el estadio de El Porvenir vio nada más que el final del gol. Es decir, la pelota dentro del arco.
Según Artemio, el hábil número10 Cesé comandaba un avance de Atlético Teté. Cesé, dice Petruzelli, habilita a Zezé, que tira un centro hacia Tsé-tsé, quien llega a cabecear. La pelota está en el área de El Porvenir, el propio Artemio la para con el pecho, la deja seguir hasta el bajo vientre y termina impulsándola con su entrepierna, para hacerla pasar sobre Papé, quien estaba buscando el rebote. Enseguida les tira un caño triple a Dadá, Maná y Gagá, quienes intentaban salirle al cruce y sufren la humillación de sentir que la pelota pasa entre sus piernas (aunque dicen que no la vieron, ya que los tres estaban distraídos por la presencia en la platea de una chica de increíbles curvas pero de un parecido increíble a Benito Mussolini). Artemio después eleva el útil con el tobillo por sobre la cabeza de Popó (dice acordarse de algo, aunque en ese momento se distrajo mirando un cartel publicitario que decía “Bolígrafos Barsutto. Andá y compralo, no seas puto”), y luego llega al mediocampo saltando en una sola pierna y llevando la pelota rebotando quince veces sobre su taco izquierdo. Bobó, Totó y Fofó aseguran que en ese momento miraban como dos palomas no sólo hacían el amor en vuelo, sino que, además, una de ellas, al concluir, se prendía un faso, y la otra le preguntaba varias veces si había acabado, cuando Artemio, con sutil pegada (él asegura que hizo eso), le dio a la pelota el efecto justo para que describiera una curva que la hizo ir hasta el límite del campo y volver.
El lineman de ese lado recuerda que la pelota no se fue, pero no el resto, ni lo anterior, ya que muchos de los papelitos que habían arrojado correspondían a un artículo de Jorge Luis Borges en La Nación acerca de la inmortalidad y él estaba juntándolos al tiempo que los leía y los rearmaba, ya que le interesaba mucho el tema. Lo cierto es que, siempre según Artemio, al volver la pelota de su comba, le cayó sobre la rodilla derecha. Con ella la volvió a hacer elevar sobre Bambinho, Gandinho y Telequinho (que estaban distraídos discutiendo acerca de a quién le tocaba pasarse primero el secador después de bañarse, por lo cual no vieron nada), para luego bajarla, pisarla, amasarla, darse vuelta, volver a elevarla y rematarla con una fascinante chilena que ninguno de los 15.000 espectadores vio, ya que en ese momento en una radio Spika se escuchaba el coro final de Hey Jude de Los Beatles y se dejaron llevar, cerrando
los ojos y cantando con gran sentimiento. El arquero Zimmerman nada pudo hacer (recuerda ver pasar la pelota, pero no de dónde vino, ya que un defensa (Caló) estaba delante de él, a cuatro centímetros). Artemio recuerda que vio cómo la pelota toco la red y murió. Y que él se
puso a festejar el gol. Solo, mientras el estadio cantaba “Naaaa…, naaa…,
naaa…, narananaaaa…, Hey Juuude…”.
Artemio fue y le aviso al árbitro. Éste, distraído por las extrañas formas que hacían las volutas de humo del cigarrillo que fumaba, vio la pelota adentro del arco y convalidó un gol que nadie
gritó. El partido termino 1-1. Hinchas y simpatizantes de El Porvenir festejaron al día siguiente,
cuando vieron el resultado en el diario. Absolutamente nadie, ni siquiera sus compañeros (muchos aseguran haber estado distraídos pensando en un aforismo de Narosky que alguien
había leído esa mañana), ni el cuerpo técnico ni el personal policial pudieron ver las magníficas jugadas, el increíble toque, el hallazgo de gracia y valentía que fue el maravilloso gol
de Artemio.
Una lástima que ni cámaras ni relatos futbolísticos pudieran dejar registrado el hecho.
Sergio Lapandera y Aníbal López, quienes seguían por LT4 la campaña del El Porvenir, se habían trenzado en una discusión sobre categorías marxistas y habían dejado de relatar y comentar
el partido quince minutos antes. Lo cierto es que Artemio hizo el más maravilloso y hermoso gol jamás visto. “¿Vale la pena hacer algo tan increíble y que nadie lo haya visto?”, se pregunta hoy Artemio. Ahora tiene Twitter. Ayer puso “Comiendo rabas en Don Nicola, en Avellaneda”, atento a que todo el mundo se entere de cada pelotudez que hace.