Ricardo Enzo Fanfarria, el periodista que jamás publicó una nota, vuelve a traernos tres grandes figuras olvidadas, rumbo al armado de “El equipo de mis (sus) sueños”. En anterior oportunidad recordó a cuatro jugadores. Le explicamos que si ahora recordaba tres, le faltarían otros cuatro para completar un equipo. Se quedó haciendo sumas con los dedos y prometió, en siete meses, tratar de recordar a esos cuatro faltantes. Veremos… Por ahora, nos habla de éstos:
Amílcar “El mago de la telekinesis futbolística” García Barrientos.
Muchacho con poderes para mover objetos a distancia, se destacaba por entrar al campo de juego y manejar la pelota sin tocarla. Maestro también de la levitación de objetos, era capaz de avanzar con la pelota al tiempo que hacía volar a quien le saliera al cruce, lo levantaba por arriba de su cabeza y lo dejaba caer detrás. “No lo tocó”, decía el árbitro ante los reclamos de los rivales de García Barrientos. Jugó en El Porvenir durante 9 fechas en 1975 y marcó seis goles por partido. Ídolo de la hinchada, era muy querido porque en el entretiempo elevaba a niños y a jubilados a pedido, provocando el asombro y el cariño de los simpatizantes. Observado por un busca talentos del Bayern Munich, ya se sabía jugando en Alemania con un suculento contrato cuando cometió el error de festejar a cuenta. Totalmente creído, en el último partido para El Porvenir, entró después de vivir un viernes de juerga durante el cual bebió demasiado y fumó 47 cigarrillos de una cosa rara que sembraban en esa época por Gerli. Esos cigarrillos tenían un poderoso efecto y provocaron cierto descontrol en el poder de su mente, haciendo que, más allá del mal manejo de la pelota, uno de los líneas saliera volando para caer sobre un puesto de panchos. Luego elevó a seis plateístas y, finalmente, a toda la tribuna que daba a las vías. Los dirigentes del Bayern le llamaron la atención y él quiso elevarlos con su mente. Pero el que se elevó fue él. Se perdió entre las nubes. Nadie volvió a saber nada de él.
Néstor “El más hermoso” Saramezzi
Jugó un torneo en Atlético Roland Barthes, oscuro club de la C. Salía a la cancha cada sábado provocando los suspiros de mujeres, pero también de los hinchas masculinos, dirigentes, compañeros de equipo, jugadores y simpatizantes rivales. “Sus ojos. El dibujo de sus labios, la tersura de su cutis, me conmueven, de verdad”, dijo el Negro Escroto de Cerdo, un ex convicto que alguna vez fue detenido por arrancarle la oreja a un escribano y hacerse un licuado. Escroto de Cerdo, una tarde, manejando a la hinchada de Almirante Irízar de Adrogué, lloró cuando lo vio a Saramezzi salir del túnel. Rubio, de ojos verde agua, un rostro similar al que hoy podría tener Valeria Mazza. Espigado, de amplios pectorales, Saramezzi también conmovía por otros motivos. “Más allá de haber perdido dieciséis oportunidades de gol y cometer los errores que llevaron a su equipo a estar perdiendo 6-0 en apenas 15 minutos, hay que destacar lo lindo que es el culo de Saramezzi”, dijo alguna vez Macaya Márquez en ocasión de comentar un encuentro. “Y, sí…”, agregó Ayala desde estudios: “Con esos glúteos cualquiera pone en cuestionamiento su heterosexualidad”. Un atardecer en cancha de Victoriano Arenas, la dorada luz del sol cayendo recortó su figura provocando un aura de oro sobre la misma. Impactó tanto al público que toda una tribuna se desplazó al campo, destrozando alambrados, pasando por sobre el personal policial (que estaba de espaldas. obvio, mirando a Saramezzi) y al grito de testamos enamorados!” se abalanzó sobre el blondo jugador Saramezzi, espantado ante tanto amor, corrió hacia el Riachuelo. Allí se quedó conversando con los 451 hombres, 39 mujeres y 9 jugadores que lo siguieron para confesarle su amor. Arreglaron ir todos a tomar un café para ver qué onda. Salieron todos juntos un par de veces con él, pero al final no pasó nada. Su carrera quedó trunca cuando la AFA lo suspendió de por vida por histérico.
Eduardo “El jugador que no podía abandonar el fútbol” Oportusso
Con más de 18 partidos de despedida en su haber, jugó hasta 1972 en Flandria, hasta la fecha 8 del torneo de ese año, cuando murió de un infarto a los 84 años al saltar a cabecear un córner. Hábil con la pelota y con gran manejo de las dos muletas con las que debía entrar a la cancha (había perdido la movilidad de la pierna izquierda a los 71 años, cuando fue goleador de Colombia jugando para el Sporting Gaviria), Oportusso lamentaba en el final de su carrera no tener la potencia en el remate de antaño y el hecho de haber marrado un penal cuando el equipo de transmisión de Radio Belgrano le hizo interferencia con el marcapasos, lo que provocó que empezara a bailar imitando a Rafaella Carrá antes de efectuar el disparo. Su record de jugador en actividad longevo es sólo superado por Alejadro LoPrette, jugador de Central Marrone de Santa Fe, que tiene 92 años y sigue siendo un excelente wing, aunque por su Alzheimer cree que es un secarropas Koh-I-Noor.