En abril de 1971, durante el partido El Porvenir-Atlético Carl Marx de Adrogué, una serie de incidentes entre las barrabravas de ambos equipos terminó con el incendio de más de catorce manzanas de la localidad de Gerli, donde se destruyeron alrededor de 400 viviendas, 53 comercios, seis talleres metalúrgicos, tres panaderías, dos colegios primarios, un fumadero de opio con permiso municipal y un instituto de enseñanza de kick boxing y tejido a crochet.

tres“Esos cuatro inadaptados…”, dijo para sí Ricardo Elvio Veronesi, joven dirigente ejemplo de dirigentes que, a partir de dicho suceso, creyó que la única manera de cambiar lo que le ocurre al fanático de fútbol cuando ve fútbol era cambiar al fútbol. “Hay que lograr que la familia vuelva a la cancha”, sostuvo cuando hizo que el Atlético Carl Marx saliera con el Oso Yogui de 5. Pese a las quejas de muchos aficionados, y especialmente del jugador Francisco Mugiondo, que iba dentro del muñeco del Oso Yogui y fue internado por deshidratación a los veinte minutos del segundo tiempo, la algarabía de algunos niños y de sus felices padres ante un par de centros pasados que el simpático oso fue a cabecear, hizo que Veronesi insistiera. Al partido siguiente Curly, Larry y Moe (Sanguinetti, Bevilacqua y Carracedo, en realidad) fueron los protagonistas del medio campo marxense. Esa tarde perdieron 4-1, pero cuatro piques de Sanguinetti por derecha, disfrazado como Curly y haciendo “Bup, bububup bup, bup, bup”, quedaron en el corazón de las familias, las mismas que con sus niños gozaron y rieron cuando Moe fue expulsado por hacerle un piquete deojos a un línea.

Desde la AFA, Julio Grondona, quien en esa época era secretario de actas y vocal adjunto a cargo del buffet de Arsenal, elevó su queja y pidió mesura a Veronesi. Pero el joven dirigente no cejó en sus intentos de pacificar al fútbol. En el siguiente partido hizo entrar de 9 a Blancanieves, lo que provocó la delicia de las familias pero cierta inquietud en los vestuarios.

Y así fue que una tarde propuso jugar el segundo tiempo frente a Flandria usando una gallina como pelota. Era un placer ver cómo las familias, que acudían cada vez más a los partidos del Carl Marx, disfrutaban y reían con las peripecias de algún jugador tratando de cabecear esa gallina que llovía desde un córner. El ambiente, además,  se impregnaba de felicidad cuando empezaban los cachetazos y las tortas de crema entre los jugadores después de algún fallido tiro libre.

De esta manera fue deshaciéndose la barrabrava, que dejaba de seguir a su club. Al poco tiempo, Veronesi logró -con wines malabaristas y algún 4 imitador de Jerry Lewis- que cada vez fueran más familias a la cancha: disfrutaban de un fútbol vistoso, con simpáticos toques de humor, pero también con arqueros que atajaban mientras hacían perritos doblando globos; algún 5 se imponía en el medio campo haciendo willys con una moto de cross; y estaba Salguero, el zaguero, quien carismáticamente se acercaba a las tribunas y preguntaba “¿Cómo están usteeeedes?”. La gente, desde las gradas, contestaba “¡¡Bieeeeen!!”, y el zaguero insistía con un “no escucho, más fuerte… ¿Cómo están usteeeeedes?”. Y así hasta que, frente a Nueva Chicago, alguien gritó “¿Cuántas veces vas a preguntar, sordo de mierda?” y le metió dos balazos en la rodilla izquierda. Veronesi le pidió a Salguero, el zaguero, que siguiera jugando, ya que verlo correr con la rotula pulverizada “era muy gracioso”.

Lo cierto es que las quejas desde la AFA siguieron, y en junio del ‘71 el Carl Marx fue desafiliado cuando su equipo ejecutó un penal pateando a un enano que salió impulsado por el gran remate de Sergio Hada Patricia García y pegó en el travesaño. “Prefieren los violentos a las familias”, dijo Veronesi, quien aceptó la desafiliación y fundó enseguida su propia liga de clubes. Esta fue un fracaso. Pero Veronesi siguió con su concepto del fútbol entretenimiento, haciendo jugar a su equipo sólo en la cancha contra un supuesto team de jugadores invisibles. Obviamente, los amantes del fútbol dejaron de seguir al club, no así las familias, que acudían en masa y convertían a estos encuentros en un éxito.

El Carl Marx siguió jugando durante años por toda Latinoamérica. Veronesi lo llevó a México y después a Los Ángeles, donde después de años de éxito se cambió de nombre. Se puso Steven Spielberg y un día dijo: “Me dieron ganas de largar todo esto y de hacer una película de tiburones”. Le fue bárbaro y largó el fútbol para siempre. Aunque aún hoy, Veronesi (o Spielberg) a veces pone Fútbol Para Todos desde su mansión en Hollywood y comenta que salvo All Boys, Vélez y por ahí Lanús, el resto no tiene una mierda para ofrecer y que es un embole verlos jugar.