La Italia con los ojos secos en la noche oscura
Viva la Italia que no tiene miedo
La Italia con los ojos abiertos en la noche triste
Viva La Italia que resiste
(“Viva l’Italia”, Francesco De Gregori)
En 1979 Francesco De Gregori, cantautor fundamental de la música italiana, describió de forma
lúcida lo que acontecía en la península. Viva l’Italia hablaba de los “años de plomo”, de la
bonanza económica pero también de la violencia política surgida luego de los atentados de la
extrema derecha a fines de los 60 y principios de los 70. Una época donde prácticamente se
había erradicado el analfabetismo y la población crecía. Y 1979 era el año donde se estaban por
reabrir las fronteras dentro del Calcio para los jugadores extranjeros, no sólo los oriundos. Era
la Italia donde el fútbol definitivamente se convertiría en un negocio.
Durante los años 70 surgieron de las giovanili (“divisiones inferiores”) de la Lazio un buen
número de talentos que le permitieron al club sobrevivir en la Serie A sin grandes medios
económicos y –también- competir con los poderosos equipos del norte. Algunos de ellos fueron
Giordano (que fue clave en el Napoli de Maradona que se consagrara por primera vez campione
d’Italia en 1987), Manfredonia (que también jugara en la Juventus y la Roma) y Tassotti, varias
veces campeón de Italia y Europa con el Milan de Sacchi.
Y también estaban los más discretos del semillero, esos que no hicieron una carrera tan significativa. Uno de ellos era Maurizio Montesi. Rueda de auxilio en el mediocampo, se distinguía por su labor infatigable. También lo hacía fuera del césped, aunque lo hacía con un
tono más insubordinado.
Hijo de un obrero romano y dueño de un carácter difícil, con su metro setenta y bigotes negros que lo hacían parecer mayor, Montesi subió al primer equipo luego de salir campeón con la
primavera (“reserva”) de la Lazio en 1976.
Sus compañeros de plantel lo llamaban irónicamente Lotta continua (“Lucha continua”) por el nombre de un conocido semanario político de la izquierda extraparlamentaria italiana. Un poco
al margen del “mundo Lazio”, silencioso y obediente dentro de la cancha, Montesi tenía un fuerte compromiso político en los años que la izquierda italiana era más de izquierda que liberal.
Y si hay una institución identificada con el fascismo en Italia esa es la Società Sportiva Lazio.
Inmediatamente viene a la memoria el saludo de Paolo Di Canio a los ultras laziali luego de un derby romano a mediados de la década pasada. En el plantel que formaba parte un militante de
izquierda como Montesi también había algunos colegas que simpatizaban por el Duce, mientras
que a otros sólo les interesaban las coupé Alfa Romeo o los Porsche. La ironía y el destino se
daban la mano.
Su modestia técnica lo lleva en 1977, con sólo 20 años, a ser cedido al Avellino por dos
temporadas. Se puede decir que le va bien porque forma parte del once titular, hasta que a
fines de 1978 da una clamorosa entrevista para –cuando no- Lotta continua. Declara que los
dirigentes del Avellino usan al fútbol con “fines clientelares” y los acusa de estar involucrados
con los bajos fondos locales en una región (Campania) donde impera la camorra napolitana.
También le pega a los tifosi por aceptar pasivamente esa situación. Los llama stronzi, término
que conduciría a un recorrido por varios significados, sintetizando en “forros” o “hijos de puta”
los que serían más precisos. Y los termina de caracterizar así: “completamente forros, (que) en
vez de preocuparse por las reformas importantes, a afrontar la desocupación; van a la cancha a
hacer de ‘hinchas’ y a pelear. No se preocupan que el hospital citadino da asco (…) Se gasta
plata en los jugadores cuando falta en el hospital”.
Para la izquierda pasa a ser el Compagno Montesi (“compañero”, o mejor “camarada” en
nuestra cosmovisión). Para los ultras del Avellino y dirigentes pasa a ser persona non grata.
Debe refugiarse en casa de su madre en Roma por un tiempo. Se convence que la hinchada
jamás pueda perdonarlo.
Vuelve después de un tiempo, a principios de 1979. Pide disculpas. En la tribuna cuelgan una
bandera: “Hasta Montesi siempre”, así en español. Y a pesar de que en la stagione 1978/79 se
logra el ascenso a la Serie A, es el fin de la relación. El romano debe volver a la Lazio donde
jugará como titular en casi todos los encuentros de la primera rueda del campeonato 1979/80.
Se gana a los tifosi que enardecidos por su entrega le exigen en cada partido: “Picchia
Maurizio!” (“¡Pegá Maurizio!”).
A poco de comenzar la segunda rueda el plantel viaja a Cerdeña. El 24 de febrero de 1980 en el
Renato Dall’Ara se enfrentan con el local Cagliari. A los 17 minutos del primer tiempo,
Montesi intenta cortar en el círculo central un rápido contraataque. Llega a destiempo y
colisiona con su rival. Se llevará la peor parte: tres clavos en la pierna. La fractura de tibia y
peroné lo mantendrá fuera de las canchas por un largo tiempo. Tiempo que será aprovechado
por un joven cronista del diario La Repubblica.
Pocos meses antes, Vincenzo Papparelli, hincha de la Lazio y padre de dos hijos, moría por una
bengala lanzada desde la curva de la Roma a minutos del comienzo del derby de la capital.
Aquel fatídico 28 de octubre de 1979, Montesi, que dice cosas que suenan impensables para un
jugador, no quiere respirar la resignación de la gran mayoría. Tiene el coraje para exhortar a los
demás a no jugar, pero es una batalla perdida porque el negocio debe continuar. Declarará días
después: “Absurdo jugar después de la tragedia ¿El partido? Una farsa. No sé quién es más inconsciente, si el público o quien quiso que descendiésemos al campo. El fútbol es una
máquina deshumana (…) Se ha pensado sólo en el dinero”.
Y el Calcio, en aquellos años de violencia política y de disputas dentro de la coalición de
gobierno entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, era un negocio que excedía a los ingresos provenientes de los auspiciantes o las entradas del domingo. Hacia fines del 79 e inicios de 1980 surge un rumor sobre una trama ya conocida dentro del ambiente.
Internado en el hospital y abandonado por compañeros y dirigentes, Montesi se desahoga el 3 de marzo frente al periodista de La Repubblica Oliviero Beha, quien estaba indagando sobre el calcioscommesse (“apuestas en el fútbol”). La entrevista desata un lío inesperado. Es el inicio del escándalo por las apuestas deportivas ilegales conocido como “Totonero”, que era la versión negra del Totocalcio (el equivalente a nuestro Prode).
“Fui abordado por Wilson (capitán de la Lazio). Él se me acercó en el hotel donde concentrábamos el sábado antes del partido con el Milan. Me hizo propuestas, habló de un cheque. Rechazé indignado, tanto que no descendí al campo de juego el día siguiente”, dirá. Y habla abiertamente de partidos “arreglados” y cosas “extrañas”. Señala como capo di tutto a Wilson. Y se convertirá en el testigo principal del proceso.
El calcioscommesse nació de la arquitectura creada y gestionada por dos emprendedores
romanos muy entradores: Alvaro Trinca –dueño de un restaurante- y Massimo Cruciani –un
vendedor de frutas que era proveedor y amigo del primero-. Estos apostadores de cabotaje
recogían las “jugadas” de gente relacionada con el fútbol, entre ellos algunos integrantes del
plantel de la Lazio que frecuentaban “La Lampara”, el local de Trinca.
El truco era simple: además del premio por cada punto ganado, los futbolistas entendían que la
apuesta clandestina representaba una buena retribución, muchas veces apostando por la
propia derrota, sobretodo en los encuentros donde la hazaña de una victoria se daba una de
cada diez veces. Si se perdía, el calciatore/apostador estaría “cubierto” por la jugada.
Trinca y Cruciani convencerán a muchos protagonistas, que ya apostaban contra sí mismos, de
arriesgar un poco más. Al principio los jugadores intentaban ganar porque el premio dado por
la dirigencia cubría sus expectativas o tal vez por vergüenza deportiva. Pero si llegasen a
obtener más por perder, entonces valía la pena hacer el esfuercito de “ir para atrás”.
Pero con lo que no contaba el dúo romano es que habría un cambio de planes: algunos no iban
a cumplir con su parte y ellos perderán casi mil millones de liras (unos 500 mil euros de hoy). El
1° de marzo, dos días antes de la entrevista ofrecida por Montesi, Trinca denunciaba en la
Fiscalía de la capital italiana: Purtroppo ci fregò la Lazio (Lamentablemente nos cagó la
Lazio). En vez de ganarle al Avellino como habían acordado, el conjunto capitalino empató. Y
con las sumas ya perdidas a causa de otros compromisos no cumplidos, los comerciantes
comenzaron a sufrir amenazas por parte de apostadores clandestinos que habían puesto lo suyo. “Estábamos totalmente arruinados. No nos quedaba otra cosa por hacer: la exposición
frente a la magistratura”, declaraba Trinca.
“En Milán me ofrecieron 6 millones de liras”, le contó Montesi a Breha. En la misma página de
la entrevista hay una lista “con nombres que queman”. Aunque faltaban pocas jornadas para la
finalización del torneo, los dos partidos de los laziali investigados son la derrota del 6 de enero
por 2 a 1 con el Milan y el 1 a 1 frente al Avellino, una semana después.
Sus declaraciones no iban a pasar inadvertidas. El 23 de marzo a las 5 de la tarde, la Guardia
della Finanza, un cuerpo de seguridad dependiente del Ministerio de Finanzas y Economía de la
República Italiana, se hacía presente en el estadio del Pescara, donde el local había doblegado
minutos antes a la Lazio por 2 a 0. Pero no vienen solos: hay varios móviles y celulares del
cuerpo de Carabinieri. Mientras los periodistas esperaban afuera de los vestuarios, algunos
protagonistas del encuentro son obligados, todavía bajo la ducha, a terminar y vestirse rápido.
Desconcertados, los “halcones” del plantel –Manfredonia, Giordano, Wilson y Cacciatori- son
trasladados hacia el penal Regina Coeli en Roma.
A 150 kilométros de distancia y a la misma hora son arrestados en el Estadio Olímpico de Roma
dos jugadores del Perugia. También en el Giuseppe Meazza tampoco nadie puede salir o entrar
de los vestuarios. Hay órdenes de captura contra dos integrantes del Milan y su presidente,
Felice Colombo. La redada continúa en otros estadios y en total caen 12 futbolistas acusados
del delito de “estafa agravada”. Otros 20 jugadores son conminados a comparecer frente a la
Justicia, sindicados con el mismo cargo.
Tres semanas antes de los arrestos y apenas dos días después de la entrevista que sacudió al ambiente del Calcio, Montesi había sido intimado a declarar en Palermo junto a Magherini, jugador de la squadra homónima, quien era uno de los estafadores denunciados por Trinca y Cruciani. En su exposición, il Compagno había negado saber algo sobre el escándalo al grado de correr el riesgo de ser incriminado por falso testimonio.
Su reticencia se rompería y declarará poco después en Roma. Confirmará lo que le había
revelado a Beha. Ante la pregunta de por qué no había denunciado todo antes, argumentará:
“Porque no creía en la Justicia Deportiva. Por otro lado, al no haber denunciado rápido ‘la cosa’
me habría podido alejar de los problemas, ya que podía ser denunciado por (la figura de)
‘denuncia omitida’. Lo digo ahora porque vi que el escándalo ha tomado grandes proporciones
y sobretodo porque la Justicia Ordinaria ha sabido moverse bien. Por otro lado, esa etiqueta de
superteste (que se puede traducir como ‘testigo esencial’) que querían adjudicarme a todo
costo me daba fastidio: acusar un compañero de equipo, en cualquier caso, nunca es
agradable”.
Durante las siguientes semanas continuarán las indagaciones. Sobornos, fajos de billetes,
contradicciones y “vistas gordas”. El proceso deportivo finalizará el 18 de mayo. La sentencia en
primer grado condenaba a la Serie B al Milan y la Lazio. Se salvaba la Juventus gracias a la habilidad y contactos del presidente de la FIAT, l’Avvocato Gianni Agnelli. Otros clubes de la
Serie A y B recibirán 5 puntos de penalización a cumplir en la temporada 1980/81.
El 25 de julio arriba la sentencia de la Comisión de Apelación Federal, órgano de la Federación
Italiana de Fútbol. Veinte jugadores recibieron entre 6 años y 3 meses de suspensión, entre
ellos Paolo Rossi, Enrico Albertosi y los cuatro biancocelesti (Massimo Cacciatori, Bruno
Giordano, Lionello Manfredonia, Pino Wilson). También fue inhabilitado de por vida el
presidente del Milan. Antes del mundial 1982 se reducirán algunas penas y Pablito podrá
participar y consagrarse con la Azzurra. A pesar de su aporte en los interrogatorios, a Maurizio
Montesi le tocaría una condena de 4 meses por incurrir en “omessa denuncia” (“denuncia
omitida”).
El proceso penal, que se había iniciado el 13 de junio en medio de la Eurocopa que se jugaba en
el país, no llegó a buen puerto porque los jueces resolvieron la absolución de los 38 implicados
el 22 de diciembre de 1980, ya que el hecho (“ilícito deportivo”) no constituía un “delito de
fraude” al no existir penalmente. Es el año de la impunidad: del calcioscommesse, de las 81
víctimas de la “Masacre de Ustica” –sucedida a fines de junio, luego de que un avión de
pasajeros fuera derribado cuando sobrevolaba el Mediterráneo- y del atentado terrorista de la
extrema derecha conocido como la “Matanza de Bolonia”, donde murieron 85 personas el 2 de
agosto en la Estación Central de esa ciudad. Viva l’Italia!
Montesi continuará recibiendo amenazas anónimas que socavarán su aplomo. Cuando gira por
la ciudad lo escoltan algunos amigos para sentirse más seguro. Y para no perder la costumbre
se hará acreedor de otro sobrenombre. Los ultras de la Lazio lo llamarán el brigatista rosso.
Será tratado con desprecio por hinchas y colegas. Luego vendrán la frialdad, la apatía. Revelará:
“¡¿Pero qué revolucionario?! Eso se lo creyeron los demás. Siempre he actuado según mi
consciencia. El fútbol te habitúa a pensar que en la vida sólo importa el resultado, alcanzarlo
por cualquier medio. Yo no la veo así, algunas veces me he rebelado…”.
Durante 1981 seguirá entrenándose bajo la supervisión de un especialista, a causa de la grave
lesión sufrida el año anterior. Pasarán los 4 meses de sanción y terminará de recuperarse.
Cuando esté listo para volver se lesionará la rodilla. A fines de noviembre continuará la puesta a
punto. Un día avisa que se ausentará porque está “resfriado”.
El 4 de diciembre es arrestado por posesión de cocaína. “En el departamento fueron
descubiertos otros 20 gramos de cocaína, una pequeña balanza y material para cortar la droga.
También se encontraron un libro de contabilidad y billetes de diversa procedencia (liras,
francos, libras esterlinas y francos suizos)”, informará La Stampa. “Por lo que se sabe, habría
admitido ser consumidor, aunque negó categóricamente de comerciar droga”. Los dirigentes de
la Lazio comunican que el jugador será asistido por un letrado del club.
Vuelve a ver acción en 1982. Cada vez que salga a precalentar oirá nuevos apodos como
“infame”, “espía comunista”. Completará sólo 11 encuentros hasta que en febrero del 83,
producto de un choque fortuito en un partido de la segunda división, se fracturará otra vez la tibia. Dejará el fútbol definitivamente a los 26 años y se iniciará en otra labor, casi de
compromiso: ojear jugadores para la Lazio.
Mientras su recuerdo se oxida poco a poco, un día lo detienen en Londres por posesión de
estupefacientes. Es mayo de 1984 y ya no trabajará más para el club romano. Nadie notará su
ausencia, al contrario: quieren olvidarlo.
En febrero de 1994 aparece brevemente en escena: “Condenado por droga el ex jugador
Montesi”, informará el Corriere della Sera. Dos años antes, en una embarcación hundida
frente a la costa de la localidad de Fiumicino (Roma) habían sido encontradas tres toneladas y
medio de hachís. Montesi terminó involucrado junto con Giuseppe Biancucci, un ex miembro
de las “Brigadas Rojas”. “El más grande cargamento de estupefacientes recuperado en Italia
hasta la fecha”, declararon los carabineros de la región de Lacio al diario L’Unità el 28 de junio
de 1992. El cargamento, proveniente del norte de África, tenía un valor de 40 millones de liras y
el lastre suficiente para concluir su nueva carrera. Fue condenado a cuatro años de reclusión.
Luego de cumplir la condena, se le pierde el rastro. Emergen rumores de todo tipo. Algunos
dicen que se fue a Francia y de allí hacia Marruecos o a algún lugar en Asia, que podría ser la
India. También que podría estar en Francia todavía. Temerario y comprometido políticamente,
tuvo una carrera corta pero intensa en el Calcio. Un enigma, una manzana podrida que había
que separar. Dentro de pocos días, el 26 de julio, cumplirá 63 años y no recibirá tantos saludos.
Hoy, a 40 años del fallo que sacudió al Calcio, el mundo del fútbol ya lo olvidó. Quizá él quiso
darles ese pequeño regocijo. El derecho a decir lo que se piensa, ya lo había usado.