Decenas de futbolistas extravagantes han poblado las canchas desde el comienzo de los tiempos. Locos que han despertado la misma o mayor simpatía en el público que jugadores con mayor talento y mejores capacidades. Durante años, las historias de estos personajes pintorescos han pasado de boca en boca, como los cuentos infantiles y los relatos populares. Cada hincha le fue agregando su toque personal a las anécdotas, que fueron adquiriendo vida propia con el paso del tiempo. Eso es lo que convertía a aquellos buenos jugadores en figuras inolvidables. Hoy, todo cambió y no es fácil sorprenderse en esta era de constante bombardeo de información, por eso los “locos” del pasado son mucho más atractivos que los del presente. Sin embargo, hay uno que no necesita del paso del tiempo para tener su lugar de privilegio en la galería de ídolos excéntricos: Mario Balotelli.
El italiano es un loco a la antigua. Capaz de marcar un golazo descomunal, hacerse expulsar, pelearse con su entrenador, divertirse con compañeros y rivales y discutir con la prensa. Todo en la misma semana. Se saca fotos con mujeres hermosas como George Best, pega patadas como Eric Cantoná, hace goles como Paul Gascoigne y vive la noche como Luigi Meroni. Cada uno de estos fenómenos brillaron cuando no existía internet y por eso muchas de sus hazañas se habrán perdido en el pasado. Eso no ocurre con Balotelli. Cada una de sus locuras está bien documentada. Es un loco a la antigua en un mundo moderno.
Una tarde de marzo de 2013, Mario estaba aburrido. Las concentraciones no suelen ser un sitio adecuado para ciertas personalidades. Mucho tiempo sin hacer nada, un contexto de tranquilidad, encierro y autoridades vigilando todo. En medio del hastío, salió a un balcón y comenzó a arrojarle dardos a los jugadores de las divisiones inferiores. Sí, qué mejor que jugar a los dardos con un blanco humano para matar la monotonía. Debido a esto, Manchester City le puso una multa de más de cien mil euros. Mucho no le importó, porque gran parte de su abultado sueldo se va en este tipo de sanciones.
“Sí, creo que soy un genio, no un rebelde… Tengo mi vida, mi mundo, hago lo que quiero sin molestar a nadie. Creo que soy más inteligente que las personas promedio. Pocos tienen mi talento, así que también son pocos los que pueden juzgarme”. Se le pueden decir muchas cosas a Balotelli: que es un futbolista inconsistente, que no tiene disciplina y que no respeta el juego en equipo. Son todas apreciaciones reales. Lo que no se puede decir es que no la tiene clara.
Los policías de tránsito son sus víctimas favoritas. Colecciona infracciones de todos los colores y en rara ocasión llega a su destino sin pena ni gloria. Una vez, mientras manejaba su Maserati, fue interrogado por un oficial, quien le preguntó por qué tenía 25 mil libras en efectivo en el asiento del acompañante. “Porque soy rico”, respondió Mario. Sí, lógica pura. Su locura también se puede ver a la hora de gastar dinero. Un día, su madre lo mandó a hacer las compras para la casa. Él volvió con una cama elástica, un cuatriciclo y un scalextric gigante. Nadie sabe si también trajo leche y fideos.
En los entrenamientos se ve a la perfección lo que realmente es Mario Balotelli: un niño de escuela primaria. Todas las bromas y los chistes que uno alguna vez uno le hizo a sus amigos de la infancia, él se los hace hoy a sus compañeros. Le grita un gol en la cara a Carlos Tevez, le roba la gorra a Sergio Agüero, empuja a alguno, moja a otro. Es capaz de reírse con todos y también de agarrarse a piñas. Por supuesto, así de impredecibles son los pibes.
Su pelea más famosa fue con su entrenador del City, Roberto Mancini. Sí, dos locos a las trompadas. Desde el comienzo, su relación no fue buena, porque dos personalidades fuertes chocan de forma natural. En una ocasión, el DT afirmó: “Cuando tienes a un jugador de esta calidad no se puede entender que tire su capacidad por la ventana. Esto es increíble”. Además, lo multó en reiteradas veces por motivos diferentes: ir a un club de striptease la noche anterior a un partido, pisar la cabeza de un rival o no cumplir con las pautas de convivencia más elementales. Balotelli no lo quería y Mancini ya le había quitado la titularidad cuando su pelea llegó al punto más caliente. En una práctica, el italiano le dio duro abajo a un compañero y el entrenador se sacó. Lo agarró de la remera y tuvieron que separarlos antes de que hubiera heridos. O un herido. Todos sabemos quién ganaría en ese mano a mano.
Su estadía en Manchester fue, quizás, el momento más intenso en su locura. En Inglaterra fue noticia mucho más por sus actitudes que por su juego, aunque está claro que el club sabía que no estaba contratando a un santo. Un día, estaba con sus amigos en su casa cuando supuso, por alguna extraña razón, que tirar cohetes en el baño era una idea muy divertida. Los bomberos que fueron a apagar un incendio masivo no habrán pensado lo mismo. Poco tiempo después se convirtió en el símbolo de la campaña a favor del uso responsable de la pirotecnia. “Es algo muy serio”, afirmó.
Después de cumplir su sueño y jugar una temporada y media en AC Milan, regresó a la Premier League para ponerse la camiseta de Liverpool. Con sólo 24 años, tiene la carrera de un futbolista experimentado: jugó en cuatro equipos grandes de Europa, ganó títulos nacionales y europeos y disputó finales con la Selección. Su vuelta a Inglaterra fue a su estilo: se compró una casa de 4 millones de libras en Helsby, una localidad cercana a la capital de Merseyside.
Su locura también se puede ver en el campo de juego, no sólo en su hogar, en los entrenamientos, en la calle y en los bares. Manchester City jugaba un amistoso contra Los Angeles en Estados Unidos. El partido estaba muy relajado y Mario mucho más, claro está. Entonces, entró al área con pelota dominada y, justo cuando podía definir o dar un pase, se puso de espaldas y en el mismo movimiento mandó la pelota afuera con el taco. A propósito. Erró un gol a próposito. Sus compañeros no entendían nada y Mancini lo sacó pocos segundos después. Cuando salió, cuestionó el cambio del entrenador.
“El árbitro vio mi cuerpo y tuvo envidia. Por eso me amonestó”. Su festejo contra Alemania en la Euro 2012 se convirtió en uno de sus sellos característicos. Se sacó la camiseta y le mostró al mundo sus músculos. Si lo hace otro jugador, uno podría acusarlo de arrogante, pero ser fanfarrón está en la naturaleza de Mario, no puede evitarlo. Aquel fue su mejor campeonato en la Nazionale, sin dudas. Convirtió 4 goles y fue la gran figura de uno de los finalistas. Por otro lado, la forma en la que celebra los goles tiene un motivo muy concreto: “¿Cuando un cartero entrega una carta acaso lo celebra?”.
A pesar de esa coraza soberbia, Balotelli es muy querido por la gente y por los empleados de los clubes. Los fotógrafos oficiales lo adoran por su alegría, pero también deben trabajar el doble cuando están con él. Si le piden que sonría, él se queda serio, si debe estar serio, sonríe. En las fotos grupales también monta su propio show. Le pega en la cabeza al que tiene adelante, se da vuelta, grita. En una oportunidad, cuando salía de la entrada en calor le robó la cámara a la fotógrafa oficial del City y se la llevó al vestuario. Nadie sabe si se la devolvió alguna vez.
Sus actos de generosidad también son muchos. Ganó 25.000 libras en el casino y a la salida le dio una parte del premio a un vagabundo que encontró en la calle; rescató a un chico que estaba sufriendo el acoso de sus compañeros (eso que hoy se llama bullying); una Nochebuena invitó a toda la clientela de un bar de Manchester y donó una buena suma la iglesia local; se disfrazó de Papá Noel más de una vez para regalar dinero a quien encontrara por ahí; fue a cargar nafta, pagó lo suyo y además “invitó” al resto de los autos que estaban en la estación de servicio.
En sus momentos de aburrimiento es cuando crece y se desarrolla su locura. Como aquella ocasión en la que estaba con su hermano dando vueltas con el auto y decidieron meterse en una cárcel de mujeres para “echar un vistazo”. Claro está, terminaron presos ellos. O cuando, durante un partido de Italia, se aburrió en el banco de suplentes y se puso a jugar con su Ipad. O aquella vez en la que salió “a los tiros” con una pistola de juguete por el centro de Milan y, otra vez, terminó detenido. En definitiva, Mario es un muchacho que no puede estar sin hacer nada.
Además de ser un loco, Balotelli tiene una muy bien ganada fama de playboy. Se ha mostrado con una buena cantidad de mujeres hermosas y nunca ha escondido su buen gusto por el sexto opuesto. Hay una leyenda que dice que sus amigos se acercan a las chicas más lindas de los boliches y les dicen: “Balotelli te verá ahora”. Tuvo una tormentosa relación con una actriz porno y una vez dejó a su novia por mensaje de texto desde un set de televisión. Según dicen, la ruptura que más lo conmovió fue la de Tabby Brown, pero se recuperó bastante rápido, gracias a una noche de fiesta.
Una noche, en un conocido restaurante de Manchester, Mario reconoció en una de las mesas a Jennifer Thompson, la prostituta que relacionaron que Wayne Rooney y que estuvo a punto de terminar con el matrimonio del jugador del United. Por supuesto que esa presencia no pasó desapercibida para Balotelli, quien comenzó a cantar: “Rooney, Rooney”. La mujer se enojó mucho y su acompañante casi termina a los golpes con el futbolista. Tiempo después, Jennifer entabló una relación con Mario, por supuesto.
Tras un corto paso por AC Lumezzane, de la tercera división, Mario Balotelli hizo su debut profesional en Inter a los 17 años de edad. Allí jugó durante tres temporadas, hasta su pase a Manchester City. A los hinchas del Nerazzurro les quedó un sabor agridulce de aquellos años. Es que tuvo grandes actuaciones y fue importante en los tres Scudetto y en la Champions League, pero a la vez siempre se preocupó por dejar en claro su fanatismo por Milan. Incluso, no perdía la oportunidad de asistir a San Siro para alentar al Rossonero y hasta fue a la televisión con una camiseta del máximo rival del club que le pagaba el sueldo.
José Mourinho explica muy bien todo lo que es Mario Balotelli: “Mario es un jugador fantástico, diferente. Y un tipo gracioso. Una vez, teníamos que jugar por la Champions League en Kazan, un partido difícil. Yo no tenía delanteros, porque Milito y Eto’o no estaban. Sólo contaba con Mario. A los 43 minutos del primer tiempo, recibe una amonestación. Entonces, yo me paso 14 de los 15 minutos del descanso hablando con él: “No tengo más cambios, necesito que estés tranquilo. Jugá sólo con la pelota, no te pelees, no hables con el árbitro, no entres en provocaciones”. Él me dice que sí, que no va a hacer nada. Al minuto de juego, lo expulsan”.