“…Se va a largar la final de los 400 metros estilo libre en los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Dos valores mundiales acaparan la atención: el sueco Arne Borg y el australiano Andrew Charlton. En un costado, frente a su andarivel, se prepara el argentino Alberto Zorrilla. Nadie repara en él, excepto unos pocos compatriotas. Se lanzan al agua los nadadores y se entabla la disputa por la vanguardia entre los más firmes candidatos. Zorrilla, nadando con astucia y serenidad, va controlando la acción. Borg ha salido en punta seguido de muy cerca por Charlton. El duelo entre ellos es emocionante. No admiten que la prueba pueda definirse en favor de un tercero. Pero al llegar a la última pileta, Zorrilla ha avanzado hasta colocarse  a la par. Charlton quiebra al sueco y bracea seguro de su triunfo. Zorrilla atropella y pasa al australiano, quien recién se entera de su derrota al abandonar el agua…” (De una crónica de la carrera, de 1928)

 

gebaVictorino Alberto Zorrilla había nacido en 1906 en el seno de una acomodada familia porteña. Bohemio y aventurero, gustaba de bailar tangos en los salones más cajetillas y pilotear deportivamente destartalados aeroplanos de la primera guerra.

Pero no sería ni en los cielos ni en la tierra, donde ese joven, típico exponente de la clase alta de su tiempo,encontraría su verdadero destino, sino en las aguas de la pileta de su club, Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, al que representó con éxito en natación, compitiendo en distintos estilos y categorías. Esos triunfos le valieron ser seleccionado para integrar la primera delegación argentina que participó de un Juego Olímpico en 1924.

La cita fue en París, Zorrilla clasificó para la prueba semifinal de 100 metros libre -terminó sexto- y participó sin mucho suceso de la posta de 4×200. En su especialidad, los 400 metros libre, salió cuarto en su serie y no pasó a la siguiente fase. La Medalla de Oro de esa categoría se la llevaría ese año, marcando 5: 04. 2,  el norteamericano Johnny Weissmüller, que además de ganar cinco Medallas de Oro y romper 67 records mundiales en toda su carrera, se haría mundialmente célebre por interpretar a Tarzán en el cine de Hollywood de los años treinta.

de espaldasPara los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928, Alberto Zorrilla la tenía bien difícil. Iba a enfrentar a dos potencias de esa época que llegaban ostentando marcas extraordinarias: Andrew Charlton y Arne Borg habían ganado tres oros cada uno en París cuatro años antes y escoltado –segundo y tercero respectivamente- al campeón Weissmüller en los 400 metros libre. El sueco Borg además conservaba desde 1925 el record mundial de 4: 50.3 en esa especialidad.

Consciente de sus limitaciones ante aquellos dos monstruos de la natación, Zorrilla planificó su carrera con una astuta estrategia, apostar a que se desgastaran entre ellos en su batalla de egos, no derrochar energía y esperar con paciencia el momento propicio para dar el zarpazo. El plan se cumplió de maravillas. Contra todos los pronósticos Zorrilla marcó 5: 01.6, se quedó con la Medalla de Oro y se convirtió en el primer deportista argentino en obtener ese logro individualmente.

Otra curiosidad arrojó aquella carrera del 9 de agosto de 1928 que consagró al argentino: el cuarto puesto lo ocupó un tal Buster Crabbe, un joven norteamericano que cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, ganaría la Medalla de Oro de la misma categoría y que también terminaría sus días involucrado con el cine y la actuación. Pasaría a la historia interpretando a Flash Gordon, uno de los primeros seriales de ciencia ficción que produjeron los estudios Universal.

Podríamos afirmar entonces, sin faltar a la verdad, que en 1924 el campeón olímpico fue Tarzán, en 1928 un dandy argentino y en 1932 Flash Gordon.

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Por aquella época además de practicar water polo, remo, box y atletismo, Zorrilla, que no paraba, lució sus dotes de bailarín en su querida París y ganó un campeonato internacional de baile de salón.

Para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932 fue designado con toda justicia abanderado de la delegación argentina. Ya instalados en los Estados Unidos, a días de iniciar la competencia, los atletas argentinos mantenían un conflicto con el Gobierno Nacional: el presidente Agustín P. Justo -que había llegado al poder en elecciones fraudulentas apoyado por los militares que derrocaron a Hipólito Yrigoyen- se negaba a conceder a los deportistas un viático adecuado y los mínimos recursos necesarios. Alberto Zorrilla salió en defensa de sus compañeros y se constituyó en vocero para mediar en el conflicto. Al no llegar a un acuerdo, el nadador, en manifiesta rebeldía, no se presentó a competir para defender su medalla de los 400 metros. El gobierno explicó, en un comunicado oficial, que Zorrilla estaba enfermo.