Ahora resulta que para querer que un equipo argentino gane en un Mundial, todos aquellos que practiquen ese deporte deben ser buenas personas.
A dos semanas de la derrota de Argentina ante Chile, en la final de la Copa América, algunas reflexiones en frío sobre todo lo que se dijo a partir del resultado.
La bandera que Carlos Tevez le regaló a la hinchada de Boca, el problema de la violencia en el fútbol aquí y en Europa y otra mirada sobre el flagelo de los barras.
Sergio Romero es un arquero entre normal y bueno debajo de los tres palos, pero es muy flojo con los pies y no es el ideal para un equipo que ¿pretende salir jugando?
La forma de perder en las instancias decisivas de las últimas Selecciones manda al tacho la teoría de la mala suerte de esta generación: Argentina fue siempre un justo...
Una derrota en la final con Chile podía ocurrir. Lo que no se esperaba era perder de la forma en que se hizo. Volvió el temor y se abandonó aquella idea más audaz.
Si lo único que vale es ganar, que se sorteen los resultados.
Para los puristas fanáticos, entre ganar y perder no hay ninguna diferencia. El resultado merece dignificación. La misma que las artes con que se llega al triunfo.
Una expresión tan amateur le cabe a una final tan importante.
Brasil comprueba que esa camiseta gloriosa, pentacampeona del mundo, ya no inspira más que el respeto reglamentario que se le tiene a cualquier rival que viene con la autoestima...
El triunfo de Argentina sobre Paraguay es mucho más que una goleada y el pase a otra final: es la victoria de una idea de juego más audaz y menos temerosa.