Ahora resulta que para querer que un equipo argentino gane en un Mundial, todos aquellos que practiquen ese deporte deben ser buenas personas.
Los hinchas nunca parecen conformes. Si el equipo gana, jugó mal. Si empata como ante Paraguay, es horrible. Y ni que hablar si pierde: hay que echarlos a todos.
Martino analizó el segundo tiempo de la Selección ante Paraguay con una pedagogía asombrosa. Como para que nadie diga que no entendió los cambios.
Puristas y nostálgicos coinciden en desmerecer al equipo que acaba de ganar la triple corona en Europa. Dicen que el Barça de Pep Guardiola era mucho mejor.
Argentina igualó con Paraguay en su debut en la Copa América y el 2-2 desató la ira de un sector del periodismo. Hay cosas para corregir pero se está por el camino correcto.
Fernando Espinoza tiene pasta de personaje de Capusotto: el referí se robó de los jugadores la manía de insuflarles a sus colegas la convicción fanática del guerrero.
Hablar de superioridad psicológica para justificar campañas y resultados deportivos es un fraude. Semejante al diagnóstico de estrés al que acostumbran los médicos perezosos.
Tomando la posta de un promisorio debate, el autor de esta nota refuta el argumento de que es una buena oportunidad para que los futbolistas derroquen a los gerentes de FIFA.
Con el escándalo de corrupción en la FIFA y el descrédito de los dirigentes, nace una oportunidad única para los jugadores: armar desde cero una Federación que los represente.
River estuvo casi ausente en el partido contra Cruzeiro por la Copa Libertadores, como si aún no hubiera podido dejar atrás el escándalo de la Bombonera.
La presencia del hincha en las narraciones de fútbol se ha tornado abrumadora. El cronista propone un desafío estilístico que consiste en prohibir toda referencia al público.