Es el coequiper y creador del guión y libro en el que se basó el último gran suceso cinematográfico de Juan José Campanella, El secreto de tus ojos. Entre clases de historia que da en la universidad pública y en un par de colegios secundarios de Castelar, su barrio del alma, y el guión que desarrolla para un largometraje animado, junto al director estrella, titulado Metegol, Eduardo Sacheri se hizo un espacio para invitarnos al living de su casa y explicarnos su pasión por Independiente. Dice ser parte de la minoría que prefiere morfarse cuatro goles e irse a su casa que formar equipo con los que celebran la cultura noventera de brillar a cualquier precio. Compara al fútbol con el romance y asegura que “la ventaja del fútbol en relación a la vida es que la muerte dura solo un rato”.
–¿Por qué sos de Independiente?
–Por mi papá. Me hizo hincha desde que nací. Tengo un hijo varón de quince años y tampoco tuvo mucha chance de elegir otra cosa. La diferencia entre él y yo es que cuando yo era chico era mucho más fácil ser de Independiente. En los ‘70 el club ganaba muchas copas internacionales, fue la mejor década. Yo soy del ’67, y cuando era niño era normal que Independiente saliera campeón de algo todos los años.
–¿Que sea un equipo que gane todo el tiempo es clave para convocar nuevos hinchas? ¿Qué lugar ocupa el éxito en el fútbol?
–Me parece que si no tenés una carga de herencia muy fuerte, es importante cómo le está yendo al equipo. Es decir, si entre los ocho y los diez años no tenés a alguien que te esté machacando con un cuadro, me parece muy posible que elijas por el éxito. Por eso en los ‘90 hubo una gran tanda de hinchas de River, o en el 2000, con Bianchi, un montón de hinchas de Boca. También se ven más hinchas de Vélez que en el pasado, y eso tiene que ver con lo bien que le ha ido en los últimos años. Pero son como pibes sueltos. Si hay raíz familiar, creo que lo del éxito es secundario.
–¿El fútbol es el primer lazo donde se forja la relación padre-hijo?
–No sé si el primero, pero sí uno muy importante. Yo a mi viejo lo perdí cuando tenía diez años, y entonces, entre que sos chico y que hay muchas cosas que no llegás a compartir por la edad, creo que el fútbol tuvo mucho peso para nosotros. Jugar juntos, mirar a Independiente juntos, que me leyera el diario hablándome del club… Son todas cosas que a la distancia cobran más peso.
–¿Qué tipo de hincha es el de Independiente? Escuché que se hacen llamar “hinchas de paladar negro”.
–Si te hablo de mí, te puedo decir que soy un hincha que se amarga, se ilusiona, se desespera… Soy muy apasionado, pero no soy agresivo. El fútbol es una parte importante de mi vida, y lo vivo como algo intenso. Si hablamos de estereotipos, creo que están vencidos. El hincha de Independiente en los ‘70, ‘80 y parte de los ‘90 a lo mejor tenía esta cosa de “sólo me importa jugar bien”. O “me importa más jugar bien que ganar”. Los viejos hinchas de Independiente todavía tienen esa impronta. Pero creo que eso fue cambiando y se adaptó a lo que nos toca vivir. Yo voy mucho a la cancha y creo que a la mayoría le interesa ganar. Tiene que ver con cómo te está yendo en el momento. Venimos de años en que ganamos un título muy de vez en cuando. Entonces, lo que querés es ganar y salir campeón, cueste lo que cueste.
“El fútbol te ofrece un molde, un código de interpretación muy práctico. Mientras aprendés de fútbol, aprendés de otras cosas, y lo que aprendés ahí lo aplicás afuera”.
–¿Eso no le pasa a los hinchas de todos los clubes?
–Creo que sí. En los últimos años el fútbol se ha puesto mucho más básico, mucho más maniqueo, mucho más farandulero. Y creo que esas simplificaciones favorecen a estos conceptos de ganar y perder. Cambió el fútbol y cambiaron los hinchas. Terminamos comprando ese discurso mediático de “si ganás sos, y si perdés no sos”. Esa cultura del aguante en la peor de sus versiones que vi crecer en los ‘90.
–¿Esto está vinculado con la política?
–Puede ser. Lo identifico con esa cosa tan elemental de los ‘90, en el peor de los sentidos: lo importante es brillar, aunque seas pura cáscara. Me parece que el fútbol se contagió eso desde la política y desde los medios. En ese sentido, los medios fueron aún más perjudiciales que la política. Por esa eclosión del fútbol como punto central de la pantalla. En los ’80, el fútbol no era el centro de todo. Y se contagió de esta cosa de “sólo soy si aparezco, sólo soy si gano”. Eso empobreció brutalmente al fútbol y lo llenó de violencia.
–¿Cómo ves el panorama hoy?
–Creo que sigue siendo así. Hace dos semanas estaba en Uruguay, en una feria de literatura, y me llevaron por primera vez al estadio Centenario. Fuimos con mi hijo a ver Peñarol-Fenix. Yo veía a la gente y pensaba “esto en Argentina es imposible”. Si bien es algo global, acá nos ha ido peor. Tenés que tener metidos a los visitantes en una jaula, con un pulmón de 50 metros con 500 mil policías. Me acordé de cómo se veía fútbol hace veinte años, cuando en la platea la gente estaba junta. Eso es algo en lo que no nos hemos detenido.
–Muchos tipos defienden ciertas actitudes con el supuesto “amor a la camiseta”.
–Eso es absurdo. Que yo no pueda salir de la cancha al mismo tiempo que los otros porque nos vamos a matar afuera habla de que somos unos imbéciles, no de que queremos a nuestro club. Sin embargo, te la venden al revés. Se construyó una supuesta épica que en verdad no es tal.
–¿Qué sería épico?
–Ir, alentar, aguantar, morfarse cuatro goles e irte a tu casa. Eso es épico. Pero no, mejor los prendo fuego porque me ganaron. En algún lado tomamos la bifurcación equivocada, fuimos por el camino errado.
–¿No se puede transformar eso?
–Yo creo que hay un discurso minoritario que va en esa dirección. Hay algunos medios, algunas voces que defienden esa mirada, y me encanta sentirme parte de esa minoría.
–¿Qué implica que Grondona haya sido elegido nuevamente como presidente de la AFA? De afuera se ve que el fútbol se maneja con una impunidad que no aparece en otros lugares.
–Es una situación muy particular. Pienso lo que piensa cualquier hincha. Supongo que a lo largo de tantos años hay tal cruce de favores y de deudas que la mayoría de los dirigentes están metidos en un rosca tremenda. Son muy pocos los que se animan a pararse en la vereda de enfrente. Evidentemente, los clubes han perdido la dignidad, Independiente ha perdido la dignidad. Eso es lo que yo lamento de mi cuadro, y no que no salga campeón seguido, claro Cuando era chico, mi viejo me decía “este club es un banco, los jugadores cobran el primer día de cada mes. Desarrolla una rol social importante en Avellaneda”. Eso era un orgullo nacional, y creo que, en el fondo, la base, lo que lo hacía salir campeón era eso.
–¿Eso es la dignidad?
–Sí, entre tantas cosas más. Hoy por hoy no se termina la cancha, no se sabe dónde está la guita, te hacen jugar en cualquier horario… Puede parecer una estupidez, pero Boca siempre juega el domingo a la tarde. ¿Por qué Indepediente no? River se va a la B y tiene garantizado el sábado en el mejor horario. Nosotros no. El otro día nos tocó jugar el sábado a las dos de la tarde, que sería como estar en la tercera del Ascenso. Y eso cuando no te toca jugar un lunes a las diez o un viernes a las cinco de la tarde. Ahí también está la dignidad de poder decir “no, loco, yo soy de Independiente, soy de Racing, yo juego el domingo a la tarde”. Vos fijate cómo aun los gigantes, como el Real Madrid o el Barcelona, rotan. Acá no. La AFA tiene un sistema por el cual Grondona dice “esto se hace así” y listo. Yo tenía 11 años cuando lo eligieron, ahora tengo 44. Es imposible que la institución sea sana.
–¿Cuál sería la salida?
–Estar dispuestos a perder. Enfrentarte a las estructuras implica riesgo: que no te den plata, que no te cobren penales, que te manden árbitros que no te convengan. A lo mejor hay algunos clubes serios y sólidos que tienen más espalda para aguantar. Si tengo que elegir, elijo eso. No creo que muchos hinchas de Independiente digan “enfrentemos lo que venga y quedemos a la intemperie”. Yo prefiero eso que los paraguas con tanto olor a matufia.
“Que yo no pueda salir de la cancha al mismo tiempo que los otros porque nos vamos a matar afuera habla de que somos unos imbéciles, no de que queremos a nuestro club”.
–Hace un rato nombraste a River, que se fue a la B. Boca e Independiente nunca pasaron por eso. A partir del fenómeno, hay dos corrientes de pensamiento: una que afirma que es un orgullo no haberse ido nunca al descenso y otra que dice que es mucho más valioso haber atravesado ese infierno para después resurgir. ¿En cuál de las dos te ubicás?
–Yo me enorgullezco de no haberme ido. Pero si me voy, trataré de volver. Lo que te enseña el fútbol, o lo mejor que tiene, es que no te morís. La ventaja del fútbol en relación a la vida es que la muerte dura un rato. “River se fue a la B. ¡Qué horror! Bueno, ¿y con quién jugamos la primera fecha?”. En el fútbol es muy fácil volver a empezar. Ojalá en la vida uno tuviese esa sensación de posibilidad. Me gusta no haberme ido, pero me parece que en el fondo, si te toca irte, hacés lo que hacen todos: agarrás el diario y te fijas cómo seguís. Me acuerdo cuando Racing se fue a la B, en el 83. Paralelamente, Independiente salió campeón de la Libertadores y de la Intercontinental. Racing no lograba ascender. Si tuvieses que escribir el máximo guión de la catástrofe futbolera, del desastre y de la gloria, tendrías que analizar los años ‘83, ‘84 y ‘85. Cuando en el ‘86 Racing volvió, la cuenta estaba en cero de nuevo. Después nos pasamos como diez años sin poderles ganar. Quiero decir: en esos diez años, a los de Independiente no les importaba lo que había pasado en el ’83. Lo único que querían era ganarle a Racing.
–¿Por qué les gusta tanto verduguear al otro?
–Eso es parte de la complicación. Cuando Racing sale campeón del mundo en el ‘67, le toca después jugar con Independiente. Los tipos vienen a jugar, se traen la Copa y, antes de empezar el partido, dan la vuelta. La gente los aplaude. Ahora sería imposible eso, te tenés que ir a tu cancha porque si no te cagan a trompadas. Eso habla de una pobreza mental y espiritual muy grande de los hinchas de fútbol. Lo que a mí me gusta de la rivalidad es siempre encontrar algo de lo cual estar orgulloso, aunque sea ficticio, para decirle al otro “mi cuadro es mejor que el tuyo, me hace sentir más orgulloso por tal cosa”. Eso yo lo banco y me gusta. Ahora. que el rival solo exista para ser objeto de tu violencia no me lo banco.
–¿Sos de esos tipos que hablan con el analista si su equipo pierde?
-Ahora no estoy yendo a terapia, pero las veces que me analicé hablaba bastante del tema. En el fondo, uno sabe que está equivocado.
–Es por lo menos desproporcionado, ¿no?
-En mi caso, creo que las veces que lo hice fue por esto de advertir que uno desplaza en Independiente cosas que a lo mejor no tienen que ver con el fútbol.
–No me digas que el fútbol es una herramienta para desentrañar el subconsciente.
–El fútbol nos sirve mucho a los hombres para entrarles por una tangente a temas más importantes. Me parece que los tipos somos muy estructurados, y hay cosas que nos cuesta mucho sacar afuera, al menos en nuestra cultura. Por supuesto que estoy generalizando, pero pienso que somos bastante más elementales que las mujeres. Ustedes tienen una complejidad y una riqueza de matices muy superior a la nuestra.
–Coincido. ¿Y el fútbol en qué los ayuda?
-Nos ayuda porque, por otro lado, somos muy estructurados, tenemos una coraza mucho más impenetrable. Entonces es difícil para nosotros mismos llegar a nuestros lados más profundos. Me da la impresión de que el fútbol es una estupenda oportunidad que tenemos, un canal para conectarnos con esas cosas de costado. Eso es lo que nos ofrece el fútbol, además de jugarlo y mirarlo.
–Escribiste varios relatos sobre fútbol. ¿Cómo se cruzan el fútbol y la cultura? ¿Creés que a través del fútbol la sociedad puede entrarle a la literatura, a la música?
–Sí, claro. Pero además es una vivencia muy básica para todos nosotros. Crecemos jugando al fútbol, crecemos mirando fútbol y haciendo cruces entre el fútbol y el afuera. Es decir, es como una matriz de interpretación del mundo, también. El fútbol te ofrece un molde, un código de interpretación muy práctico. Mientras aprendés de fútbol, aprendés de otras cosas; y lo que aprendés ahí lo aplicás afuera.
–Hablás de compañerismo, lealtad…
–Hablo de lo bueno y de lo malo. De compañerismo, de cómo hacerte un lugar entre tus pares. De cómo hacerte respetar, y no sólo de la cuestión solidaria, que es la más visible. Hacerte respetar, que te cobren un foul. Yo juego al fútbol todos los sábados y hay tipos a los que les cuesta mucho hacerse escuchar, hacerse respetar. Así como tenés tipos a los que les cuesta manejar la agresión, hay tipos a los que les cuesta mucho ser leales. Me da la impresión de que jugando al fútbol aprendés a ser, a conocerte y a conocer a los otros.
–¿Hay alguna pasión que se pueda comparar con el romanticismo que tiene el hombre con el balón?
–Sí. Hay una serie de situaciones en las cuales vos, con tu equipo, estás absolutamente expuesto, inerme, tal como sos, sin máscaras. Creo que hay otras circunstancias de la vida en las que estás igual. Puede ser en el amor hacia una mujer, en el cuidado de un hijo, en una experiencia artística, en ciertos momentos compartidos con tus amigos. No creo que el fútbol sea más hondo, pero a veces es igual de hondo por lo que abre. Son puertas que se van abriendo y que te dejan expuesto. Lo más primitivo de lo que sos se ve en algunas ocasiones. No pasa siempre, como no siempre pasa que te enamores. Pero cuando ocurre es maravilloso.
Publicado en el N° 42, noviembre 2011.