Esta vez sin tiradores, nos reunimos con Elio Rossi para que nos explique los lados más intrincados del deporte que mueve pasiones. Aunque no entrega ninguna pista sobre los equipos que le gustan, revela ideologías políticas, la convivencia entre la izquierda y la derecha en la pantalla, su fanatismo por Marcelo Bielsa y los odios que genera con su personaje. Por último, se anima a un exhaustivo análisis literario de su respuesta a Caruso Lombardi, y explica muy didácticamente, entre otras cosas, por qué los hombres hablan de “pesebre” para referirse al aparato reproductor femenino.
–¿Decís tu cuadro o seguís el código de discreción de los periodistas deportivos?
–Cuando era chico era de un cuadro, antes de terminar la primaria. Pero después dejé de serlo y nunca dije cuál era. Pero puedo decir que soy cordobés, de Bell Ville, cuna de campeones, donde nació Kempes.
–El cordobés es medio canchero, ¿no?
–Somos muy vascos. Si andás por el interior todos sienten un orgullo lógico por su regionalismo. Pero yo soy un rara avis, porque amo Buenos Aires, entonces soy observado por el hincha cordobés como un traidor a la causa. Pero volviendo al otro tema, trabajé en la radio cuando estaba en la secundaria y cuando me fui a Córdoba a estudiar a la universidad conseguí trabajo en Canal 8, incluso antes de empezar a cursar. Recuerdo que tuve que mentir con la edad, porque si decía que tenía 17 y que me podían sortear para la colimba por ahí no me daban el laburo, y en ese caso me tenía que volver a Bell Ville. Resumiendo: no sufro por ningún equipo, aunque el hincha de Boca está convencido de que soy de River.
–¿Por qué tendrías que ser de algún club? ¿En el universo futbolero no hay posibilidad de que un tipo no sea fanático de ningún cuadro?
–Es muy difícil, porque el hincha siempre mira al otro, en lugar de verse a sí mismo. Nuestra hechura genéticamente tiene que ver con la mirada del otro: nos resulta más fácil definirnos por lo que no somos que por lo que somos.
–Igualmente, no puede ser que todo te dé lo mismo. Algún equipo te debe gustar más que otro.
–Sí, obvio. Cuando el Loco Bielsa dirigía la Selección, me hice hincha. Yo quería que ese tipo, con esa personalidad, con esos valores fuera campeón del mundo.
–¿Por qué?
–Porque en fútbol cuando ganás, tenés razón. No importa lo que seas. Podés ser corrupto y ser idolatrado porque ganaste. Entonces me gustaba la idea de que este tipo, que no transa con nadie, sea campeón. Es un loco idealista. Pero bueno, le fue como el culo.
–¿Motivos?
–Su metodología. Él plantea que, pase lo que pase, hay que jugar de la misma manera. Pero eso a veces te lleva al fracaso. Mourinho asume que el Barcelona es mejor, entonces hace un planteo defensivo con el Real. El Loco Bielsa tiene esa cosa quijotesca que muchas veces lo lleva a la frustración. Sin embargo, esa irreductibilidad lo convierte en un personaje muy atractivo. Esa fue la única vez que fui hincha; el resto de las veces pago las cuentas con este trabajo.
“Me apena que la cabeza visible de Fútbol Para Todos sea alguien tan esencialmente representativo del menemismo como Araujo”.
–El otro día, en el noticiero, vi que Guardiola se fue del Barcelona y no podía creer la cantidad de tipos que vi en esa pose rarísima de hacerse los tristes. ¿Cuánto te puede importar que se vaya un técnico de un equipo europeo?
–Pero les importa en serio. Lo que pasa es que el primer lugar de la vida cotidiana en donde entró a calar la globalización fue el fútbol. Ojo, antes también pasó con Sívori o Pipo Rossi: los jugadores del ‘40 que se fueron a jugar a Colombia. Los medios se encargaron de masificar la cuestión y estamos más enterados de todo que nunca. Por eso la contracultura futbolera debe tener una mística extraordinaria. Y Bielsa es importante en términos de lo que representa, de quedarse en el lugar a dar pelea contra el resto.
–Ahora que los españoles están en crisis económica, ¿bajan los resupuestos millonarios o siguen intactos?
–Olvidate de que Messi deje de ganar 13 millones de euros de sueldo, por más que los españoles tengan 6 millones de desocupados.
–Es, te diría, medio pornográfico, ¿no?
–Sí, pero el fútbol es paraestatal, parapolicial, es una cosa paralela y manejada por los poderosos.
–¿Tenés alguna ideología política?
–Sí. Mi viejo era peronista de Perón, y yo me siento muy cómodo con este intento que está haciendo la doctora Kirchner de construir un peronismo de izquierda. Te digo esto sin ser un militante.
–¿Nunca militaste?
–Sí, en el Partido Intransigente. Estuve del ‘81 al ‘83, cuando estaba en la universidad, en Córdoba. Pero fue algo muy tranquilo. Ahora siento que, por ejemplo, el Fútbol Para Todos es un proyecto genuino de este Gobierno, pero me apena que la cabeza visible sea alguien tan esencialmente representativo del menemismo como Araujo. Pero que quede claro: que trabaje hasta los 80 años. Yo hace años que bajé el volumen y escucho a Mariano Closs, porque la transgresión de su relato devino en griterío aburrido. Además, sé que me estoy perdiendo al magnífico Fernando Pasini.
–¿Y el grito “¡kris-pasión!” cómo te cae?
–No puedo creerle a alguien que estuvo tan vinculado con el menemismo, porque Menem representa el descuartizamiento del Estado, la destrucción de lo que mi abuelo y mi viejo construyeron para este país y que este tipo en diez años hizo mierda.
–¿Cómo hacés para laburar con Feinmann, entonces?
–Ideológicamente, estamos en las antípodas. Mirá, yo laburé en medios del estado, en Canal 13, en Torneos y Competencias, en Canal 9. El tema es qué estás dispuesto a ceder como persona y como periodista. Nadie te puede obligar a decir algo que vos no querés. De últimas decís “eso hacelo vos”.
–¿Esto te trajo problemas?
–Yo no le caigo muy bien a mucha gente. Entre otras cosas, porque humanizo a los ídolos, y eso a los hinchas no les cae bien. Si digo que el Enzo nunca se destacó contra Boca, hace que una cantidad de gente de River diga “este negro hijo de mil puta…”. Es una huevada, pero pasa.
–Y siguiendo con el tema ideológico, también te ponés en contra a los que piensan parecido a tipos como Niembro.
–Sí. Fernando es macrista por convicción, y eso hay que bancárselo. En su programa, que yo dijera que el testaferro de Macri es dueño del 30% de Palermo hace que Macri no me quiera mucho. Pero yo hablo con información, no hablo al pedo. Ojo, Niembro, en veinte años, jamás me pidió que no dijera algo, porque respeta que cada uno piense lo que quiera. Eso es muy valioso. Pero, volviendo al tema: en esos programas, cuando uno da información con valor político, te la tenés que bancar. A mí no me han podido desmentir, ni hacerme ninguna querella.
–A mí me parece que desde ese tipo de programas se genera mucha violencia.
–La falta de tolerancia ha sido manijeada, sin ningún lugar a dudas, desde los medios, de los cuales soy parte y me hago cargo. Se han encargado de sacralizar el idiotismo urbano en estado puro, que es el hincha sacado y puesto en primera plana, sin que esa acción merezca un punitorio por parte de las autoridades. TyC giró la cámara para el otro lado y de pronto se tornó más importante el insulto que la decisión táctica de sacar a un delantero y poner a un defensor. Igual, hay matices; no todos los medios son lo mismo.
–Cambiando de tema, me dijeron que tenés un don especial para lograr que las mujeres se interesen por el fútbol. ¿Esto es cierto? A mí me resulta imposible de creer.
–Tiene que haber una predisposición femenina, pero también es cierto que cuando uno habla de fútbol está hablando de un montón de otras cosas que van más allá del deporte.
–¿Por ejemplo?
–Estás hablando de traiciones, de amor, de compromiso, de liderazgo… Yo vi a Diego con el tobillo como un pomelo doble, y vi cómo lo infiltraban para evitar el dolor. Es decir, estás hablando de la valentía, del corazón, del temperamento que hacen al fútbol.
–Cómo currás, eh…
–¡En serio! Por ese lado podés conseguir un auditorio femenino que se engancha. Porque además el fútbol ha dejado de ser machista.
–No creo: el otro día vi a Chechu Bonelli diciendo que era un mal ejemplo que dos jugadores se dieran un beso en la boca. El mal ejemplo es ella, en todo caso.
–Pero no es sólo eso. Ella no representa a todas las mujeres que se dedican a esto. Hay mujeres que entienden mucho de fútbol, como Viviana Vila, una exquisita periodista. Porque en realidad no hace falta ser varón, ni haber jugado a la pelota para entender del tema. Pensá que Mozart era incapaz de enseñarte a tocar el piano. El mejor Milan lo dirigió un tipo que jamás jugó al fútbol, Arrigo Sachi. Bielsa fue un oscuro seis de Newell’s. Maradona, que fue genial como jugador, no pudo transmitir todo eso a los jugadores. Ruggeri fracasó en todos los equipos que dirigió.
–Con ése hay pica, y también con el que te molestó por los tiradores. Tener un estilo estético marcado es un gesto de coquetería que puede ser muy polémico dentro del mundillo del periodismo deportivo, ¿no?
–Los tiradores me gustan. Pero además hay atuendos que tienen que ver con la escenificación de una circunstancia. Los tiradores son para lo que yo llamo “la ficción de la tele”, y se dio naturalmente en una situación laboral.
–¿Cómo es eso?
–Un día estaba de viaje, vi unos tiradores y me los compré. Para ese entonces, justo empezaba en Fox Sports, y cuando fui a la sesión de fotos para la gráfica del programa, como no había aire acondicionado, me saqué el saco. La cuestión es que a Fede Infante, el CEO de Fox, le encantaron. Tanto que hicimos las fotos sin saco y me preguntó si yo quería usarlos en cámara. Años más tarde, cuando entré a laburar en C5N, la chica de vestuario me dice “¿y los tiradores?”. De ahí en más, quedó. Es mi único rasgo de coquetería y, en definitiva, para mí el fútbol ha sido la gran excusa para conocer el mundo y levantarme minas.
–Para terminar quiero que hagamos un análisis literario de lo que escribiste en tu blog sobre Caruso Lombardi. Cuando decís: “tu obsesión por ver putos por doquier es por tu condición de puto reprimido. Hacete romper el orto de una vez y relajate, papá”. ¿Qué pasa con los putos, por qué usan esta palabra como un insulto?
–La mirada más estigmatizante que hay en el fútbol es sobre la condición sexual del otro. Los tipos que, en respuesta a una mirada futbolera mía, posan su mirada homofóbica, me hinchan las pelotas. Por eso le contesté así.
–Para mí es claramente mucho más groso, como insulto, decirle a un tipo “cornudo”. Pero por escándalo…
–Sí, pero pensá que el fútbol aun tiene costados muy machistas.
–Cuando decís: “A mí me gusta la cajeta, la cachucha, la cachufleta, la chichi, el chocho, la totona, la pepita, el pesebre, el tajo, el pichi, la concha, el papo peludo y oloriento o peladito y bien perfumado”, me las figuro a todas menos la del pesebre. Nunca supe por qué le dicen así. ¿Me lo explicarías?
–Últimamente, uno se encuentra con una moda de chicas depiladas. En mis tiempos no se usaba eso. ¿Vos viste la concha de Marie Schneider en El último tango en París?
–Veo adónde querés ir.
–¿No es una hermosura?
–Un toque frondosa, pero qué te puedo decir…
–Es una cosa hermosa, con mucho pelo. De ahí el pesebre: por la cuestión de lo que serían los fardos y el pajonal.
–Bien. Siempre quise saberlo. Seguimos. Después decís “a mí me gustan las minas por encima del fútbol, del cine, de los viajes, del laburo, de pagar los impuestos, de vivir en Europa, de la literatura, del vino, de los noviazgos, de los matrimonios, de la radio y de la televisión”. ¿Esto es así? Sería toda una revelación, porque a las mujeres, en general, muchas veces nos dan a entender que estamos en un segundo lugar.
–Definitivamente, nos interesan más. Amamos a las mujeres fervorosamente, lo que pasa es que a nosotros nos criaron con la idea de que coger y amar son dos cosas distintas. Pero las dos cosas están íntimamente vinculadas. Lo único que lamento, entrando a los 50, es no poder decidir yo, porque ¡no me dan bola!
Publicado en el N° 47, mayo 2012.