Era agosto de 1995 y Diego Armando Maradona, quizá el campeón del mundo más célebre de la historia nacional, ya había entrado en la fase final de su carrera: estaba a punto de regresar a Boca tras una doble experiencia fallida como entrenador en Mandiyú y Racing, apenas a un par de años de su despedida como futbolista. Sin embargo, la noticia del otro lado de la cordillera pasaba por otro crack argentino que había sido la figura de un Mundial: se anunció que Mario Alberto Kempes iba a jugar en Chile.
Suena rarísimo puesto así, un número al lado de un nombre, 1995 y Kempes como jugador. Los hinchas habían empezado a sacar cuentas y habían llegado a la ineludible conclusión de que habían pasado 17 años desde que el Matador le metiera esos dos goles a Holanda en la final del Monumental, consagrándose como delantero de época. Ahora tenía 41 y muchos pensaban que estaba retirado. De hecho habían pasado tres temporadas desde su último partido oficial, en un humilde equipo de Austria.
Pero Kempes iba a jugar.
El anuncio oficial se hizo el 27 de agosto. El mismo día en que la revista Viva publicaba una encuesta que daba a Rosario Central como el quinto equipo con más hinchas en el país, con el 4,9 por ciento del total, por sobre Racing. Y a él. ex Central, cuarentón y todo, lo buscaban para llenar un estadio. Debe haber sido un lindo día para el bueno de Mario.
El delantero iba a mantener su trabajo entrenando juveniles en Argentina, iba a viajar para los días de partido y sólo iba a jugar cuando los suyos fueran locales. Un par de horas de avión y a la cancha, a confiar en las antiguas mañas de un tipo que se mostraba bastante en forma.
El club que animó a pegarle un llamado fue el Arturo Fernández Vial, un equipo de la ciudad de Concepción -al sur de Santiago- fundado en 1903 que en ese momento militaba en la segunda división de Chile.
No está muy claro por qué Kempes respondió que sí a esa propuesta. Nosotros, que llegamos a esta historia a través de Cristóbal Correa –un amigo transandino que probablemente sea el mejor narrador de anécdotas de América Latina y el Caribe-, vamos a trasladar la versión que él nos transmitió, que calculamos es la que subsistió en su memoria gracias al boca a boca. Y es la siguiente: Kempes era amigo del presidente y el Vial necesitaba un nombre fuerte, una figura para poder llenar la cancha. Otros comentan que era amigo del DT del club, Pedro Lucio Olivera. Lo cierto es que su contratación no resultó demasiado costosa y tampoco se esperaba que su nivel fuera descollante.
El impacto del anuncio fue inmediato y llevó a dos estados simultáneos en los fanáticos: conmoción e incredulidad. La primera, porque se trataba del primer campeón del mundo que iba a vestir la camiseta negra y amarilla del llamado “Colo Colo del Sur” en sus más de 90 años de historia. La segunda, por lo ridículo que parecía el anuncio. Después de todo, en ese entonces Kempes se había hecho cargo de la Escuela de Fútbol Provincial de Mendoza junto a Leopoldo Luque y no tenía pensado renunciar. Y el Vial era un equipo chico que ni siquiera estaba en primera, resultaba extraño hasta lo impensable.
Cuando la prensa chilena llenó el primer entrenamiento para ver la condición que exhibía el otrora crack goleador, ocurrió el primer desencanto: Kempes no había ido a practicar con sus compañeros. No fue ni martes, ni miércoles, ni viernes.
En el duelo del fin de semana, con el Vial de local, tuvo un lleno absoluto. Y la gente explotó cuando el equipo salió a la cancha, porque quien encabezó a los muchachos aurinegros, con la número diez en la espalda, fue el enorme Mario Alberto.
Su aparición repentina fue explicada de manera sencilla: el delantero iba a mantener su trabajo entrenando juveniles en Argentina, iba a viajar para los días de partido y sólo iba a jugar cuando los suyos fueran locales. Un par de horas de avión y a la cancha, a confiar en las antiguas mañas de un tipo que se mostraba bastante en forma.
Así las cosas, el Matador tuvo apenas 11 partidos para dejar en claro que por apellido y edad era grande, pero que no estaba viejo. Metió cinco goles, todos de tiro libre. El único registro fílmico que pudimos rescatar en Internet está en los primeros 15 segundos de este homenaje que le hicieron en Planeta Gol.
La calidad y su pegada, se ve, no habían sido afectadas por los años. Las fotografías que sobrevivieron al tiempo tampoco son demasiadas.
Lamentablemente, ese año el Vial no consiguió el ascenso que buscaba. Kempes se despidió después de cuatro meses y terminó su carrera definitivamente jugando en Indonesia.
Hace poco lo entrevistaron y declaró que guardaba el mejor recuerdo del club chileno. De hecho, grabó un saludo para que pasaran en el estadio cuando el equipo cumplió 110 años, en 2013.
Hoy el Vial juega en Tercera. Kempes tiene 61. Ojo, che. Si lo entrenamos un poco y juega sólo de local quizá te hace un par de goles.