La semana pasada comentábamos un texto de Dante Panzeri en el que el periodista se mostraba ciertamente autoritario y defendía casi con patetismo ideas muy regresivas sobre cuestiones inocuas, superficiales.
Fuimos severamente reprendidos por algunos de nuestros lectores que consideraron una felonía de nuestra parte publicar dicho texto. Nosotros no guardamos rencor alguno contra Panzeri y muchas veces, en distintos artículos, destacamos su coherencia y su perseverancia.
Apostamos a una lectura fina de Panzeri, a indagar en sus matices. El hombre es un referente del periodismo en general, una especie de faro. Revisionarlo es valorizarlo, librarlo de la abulia del bronce, enriquecerlo.
Nos complace, a cuento de la actualidad de Los Pumas, recuperar el texto que transcribimos a continuación. En la columna, Panzeri saluda la irrupción de Los Pumas del ‘65, los que dieron inicio a la tradición del rugby argentino. La metáfora que utiliza el periodista para describir la sensación de pureza y plenitud que le transmitían aquellos rugbiers, es por lo menos polémica. Por otra parte, llama la atención el optimismo de Panzeri. Pocas veces lo habíamos leído mostrándose tan genuinamente feliz ante un acontecimiento deportivo, lejos de su metódica amargura.
Lamentablemente, el texto nos resulta altamente cuestionable. Pero saquen ustedes, amigos lectores, sus propias conclusiones.
La higiene deportiva* -El nacimiento de Los Pumas- El Día. 09/07/65
Por Dante Panzeri
Entre las cosas que no se borran en mi vida tengo muy nítida mi llegada a Zurich procedente de Moscú. Mi subconsciente gritó: ¡Agua, jabón, y olor a limpio! Me anticipo a rogar al lector, en lo que sigue, toda exclusión de prejuicios políticos. Mi desesperación era la de no haberme podido bañar a gusto, con buen jabón, con espuma, con confort, durante los 11 días precedentes, no obstante residir en las mejores hoteles de Praga, Brno y Moscú. En el tecnológicamente maravilloso mundo soviético, la higiene es un lujo-superlujo. La conquista del espacio ha dejado atrás la atención del confort del individuo en la tierra. Que para los occidentales es cosa muy valiosa en la vida. Para los soviéticos es desconocida y por lo tanto no constituye apetencia. Por eso, al llegar a Zurich y ver a mi alcance baños turcos, peluquerías con aire impregnado de jabones perfumados, manicuras, pedicuros, ropa con olor a limpio, no vacilé: dejé el equivalente a 2.500 pesos argentinos en “volver a la higiene”. Esa misma sensación -el retorno a lo limpio, al placer del bienestar físico- recogí días pasados cuando tuve la sensación de retornar al placer del bienestar espiritual merced a esos muchachos a quienes llaman “pitucos”, pero de todos modos muchachos simples.
Los Pumas del rugby argentino que volvieron de Sudáfrica.
Mi subconsciente gritó, tomó aquella vez en Zurich: ¡Agua, jabón y olor a limpio! Y todo a través de los diarios que leo, puesto que, como juego, en sí mismo, el rugby no me gusta. Me gusta su gente. Que es la misma que tuvieron todos los deportes que hoy nos transmiten frecuentemente la sensación de que estamos sucios, barbudos, sin bañarnos; la misma que incluso tuvo el fútbol en aquellos años de nuestros infantiles aprendizajes de un fútbol con conducta desterrada por punguistas de la ética y la dignidad. A través de los diarios vemos a Los Pumas en el “sorprendente” acto de rechazo muy elegante y diplomático de medallas con las que quieren usarlos los políticos famélicos de demagógicas trepadas a los carros de las conmociones populares. “El rugby no lo permite”, han respondido a la calculada ofrenda de los ediles metropolitanos que interrumpieron la atención de importantes problemas públicos para dedicarse a explotar “el ruido” de una actuación deportiva como aquella. Les aceptaron un copetín para cubrir de ese modo la cortesía sin perjuicio de la valentía. Pero concretamente, hicieron la de Jesús con los mercaderes del templo: ¡afuera! Que es manera PATRIÓTICA de educar al país desde el deporte. Que es PATRIÓTICA manera de poner en evidencia el ridículo y la venalidad de los gobernantes que mandan telegramas a los deportistas; que van a los vestuarios de los deportistas fatigosos y sudorosos por el trajín de una victoria, a que fotógrafos de pagadas campañas los registren en imágenes “para la gilada”; que se declaran hinchas del vencedor de turno; que interrumpen sus tareas para escuchar el partido internacional por radio, a manera de patente de convivencia con la ciudadanía. Etc., etc… ¡Los Pumas les dieron el gran bofetón a todos ellos y la gran lección al país que esos sensibleros orfanaron en conducta y ejemplos! Además… ¡todo lo hicieron sin pedir plata a nadie, ahorrando, administrando, “viviendo a la antigua”, como cuando el deporte, profesional o amateur, se entendía como una administración cualquiera de bienes y conductas! Igual que “antes”. Cómo cuando sin pedir plata, el deporte le dio al país la fortuna que le quemaron y ese resto que de ella subsiste como capital deportivo de la Nación. Allí tampoco le dieron entrada a ningún demagogo con el dinero público que convierta en generosidad propia el regalo indiscriminado del dinero ajeno. Y no termina allí el baño “a la suiza” que mi higiene deportiva tanto agradeció en estos días a esos muchachos que llegaron a Ezeiza sin hacer romper nada, sin hacer ningún carnaval, sin decir ninguna estupidez para los lápices periodísticos que inquieren estupideces. Me seguí bañando, reconfortándome con el espíritu del ÚNICO deporte (no el de ayer, no el de hoy, el deporte a secas, no importa si profesional o amateur)… cuando entraron a hablar de técnicas, tácticas, estilo de juego. ¿Observaron cuál fue su éxito y cuál el asombro de los maestros sudafricanos? Recuerden: ¡sacar el cuerpo! Fueron al rugby limpio, sin fricción, sin choques, al rugby de manos que permiten sacar el cuerpo. Resultado, al rugby del claro, del vacío, del espacio libre.
Al rugby como debiera ser el fútbol, en concepción se entiende, no en realización, obvio es decirlo o aclararlo. Fueron, en otras palabras, al camino opuesto del rugby universalizado de la fuerza y la suciedad de recursos. Eligieron el rugby tan apto al ingenio y astucia de todo argentino puesto a jugar a algo que incluya una pelota: el de la destreza. Y el mundo los señala como enseñando a quienes se suponía que habrían de enseñarles a ellos. Formidable lección de perennidad de la destreza en su superioridad sobre la torpeza. Lección que dan los rugbiers donde la destreza es difícil por la misma reglamentación del juego concebido en la fuerza. Y que a pesar de ello im-ponen la destreza sobre la fuerza. Lección que olvidaron los futbolistas, que en un deporte ampliamente concebido para la destreza, optan por orientarlo hacia la fuerza que ha hecho que el fútbol se juegue como el rugby y el rugby aparezca, con estos Pumas, más aproximado a lo que una vez fue el fútbol… cuando el fútbol se nutría en la misma calidad humana de estos Pumas con los que me he higienizado deportivamente con ansiedad comparable a la de aquel baño en Zurich.
*Recopilado por Matías Bauso en su libro Dirigentes, Decencia y Wines – Sudamericana 2013