Un par de años antes de comenzar a ser la mole de cemento que es hoy, cuando las tribunas eran de madera y la calle Del Valle Iberlucea se llamaba Del Crucero, en la cancha de Boca no sólo se jugaba al fútbol. En el caluroso verano de 1936, el césped que pisaba Cherro y que, luego, pisaron Rojitas, Maradona y Riquelme, recibió a otro tipo de players para jugar a otro juego de pelota anglosajón.
“Del match de Baseball Boca-Chacabuco”, título en lo alto de la página 49 el número 865 de la Revista El Gráfico, fechado el 8 de febrero. Debajo, dos imágenes, con las formaciones de cada uno de los equipos, presentan a los protagonistas de otra gloriosa tarde de deportividad en Buenos Aires. No queda del todo claro viéndolas de cerca pero parecería que la formación de la izquierda es la de Boca, el local.
La tecnología de la época y el paso del tiempo no entregan muchos detalles de la indumentaria. Los de la izquierda parecen algo más prolijamente vestidos. Uniformados: camisa, pantalones anchos con medias altas y cinturones finos. Hasta tienen escudos, parecer ser el del xeneize en la época, en las camisas algo abiertas. Unos pocos guantes, uno en la mano izquierda del hombre que está más a la derecha, otro sobre el césped con tres pelotas encima, nos ubican en la escena. En la foto del otro equipo todos visten diferente: algunos con camisa clara, otros oscura, lo mismo con los pantalones; uno lleva boina. Entre ellos se destacan un par de bates y una solitaria pelota.
El breve texto contextualiza la ocasión: “TEAMS DE BASEBALL de los clubes Boca Juniors y Chacabuco, que el sábado último se midieron en el estadio de los primeros, correspondiendo el triunfo a los jugadores locales por 9 corridas a 3”. La escueta referencia nos deja con ganas de conocer más. En los ejemplares anteriores o posteriores no encontramos mayores detalles. Tampoco en la web. Al menos hasta ahora, nuestros equipos de investigación ya están en la calle intentando reconstruir de una forma más completa esta historia, es todo lo que podemos contar.
El epígrafe concluye con un pronóstico demasiado optimista. “La práctica de este deporte, circunscripta hasta hace poco a los elementos extranjeros se viene difundiendo rápidamente y sus cotejos despiertan en el público un interés auspicioso”. Puede que entonces todo eso fuera cierto. Hoy, resulta difícil de pensar que el fútbol y el baseball compartan escenario, menos uno tan relevante. Pero, también es verdad que, en Ezeiza, el Estadio Nacional de Béisbol está pegado al predio de la AFA. Quizá, esto tenga algo que ver con aquello.