Johann Cruyff hablaba mucho. Incluso en la cancha, con la pelota, rodeado por tres hombres, siempre estaba gesticulando y gritando consejos para sus compañeros de equipo. Toda su vida ha sido una conversación.

Cuando era un joven e inexperimentado jugador del Ajax, todavía bastante inocente, los periodistas solían bromear a costa de él con una pregunta: “¿cuál fue el último libro que leíste?”. Invariablemente, Cruyff citaba una novela americana hoy casi olivdada, “Knock on any door”. A veces el periodista en cuestión diría: “¡Pero eso contestaste la última vez!”, a lo que Johann respondería: “Lo leí de nuevo, es un gran libro”.

Cruyff hablaba de todo y decía cosas que nadie más decía. “Incluso cuando decía cosas sin sentido, siempre eran cosas sin sentido muy interesantes”, escribió uno de sus biógrafos, Nico Scheepmaker.

con bebePorque Cruyff entendía el fútbol mejor que nadie, pero también creía que entendía todo lo demás mejor que nadie. Una vez le indicó a un taxista de Chicago la mejor manera de entrar a la ciudad desde el aeropuerto; aconsejó al golfista Ian Woosnam cambiar de swing; antes de ser operado de un bypass por una insuficiencia cardíaca, debatió el método de cirugía con su médico. Cuando sus hijos nacieron, Cryuff supervisaba a las enfermeras cuando les ponían los pañales, y a veces incluso decidía reemplazarlas en la tarea por considerar que no lo estaban haciendo como era debido.

También argumentaba que los semáforos de Ámsterdam estaban puestos en los lugares equivocados, algo que le daba pleno derecho a ignorarlos.

Su compañero de equipo, Willem van Hanegem, recuerda que un día Cruyff le quiso enseñar cómo meter monedas en una máquina expendedora de bebidas. Van Hanegem había estado luchando para conseguir una latita hasta que Cruyff se acercó y le dijo que usara “un tiro corto y seco”. Increíblemente, funcionó.

La historia más representativa acerca de su liderato omnipresente en forma de sabiondo se dio en Estados Unidos, cuando estaba jugando para los Washington Diplomats. Según cuenta Pieter Van Os en su libro sobre los años americanos de Cruyff, la anécdota sucedió así: el equipo recién había aterrizado en Florida para hacer una pretemporada, pero el conductor del bus se perdió. Cruyff nunca había estado en el lugar antes en su vida. Eso no le impidió pararse de inmediato al lado del chofer y empezar a dictarle la ruta que tenía que tomar. Locamente, acertó. De nuevo.

La única forma de definir esta característica discursiva del genio que nos dejó es con una frase que él mismo patentó, casi sin querer, en su dudoso castellano: “El azar es lógico”.


Extractos del libro The Football men, Simon and Schuster, 2011.