El imprevisto protagonista de esta historia reencuadra el plano siguiendo las órdenes de la voz que le habla en los oídos. A más de cien metros de distancia, en el otro arco del estadio de Anoeta, la Real Sociedad desborda por la derecha, centra pasado y Kevin Rodrigues termina la jugada, llegando por la izquierda, con un potente disparo. Manel González, así su nombre según la prensa española, sigue la jugada con su cámara para dar un lejano contraplano a la acción. Al grito de gol a sus espaldas lo sigue, de inmediato, un empujón veloz, las sensación de compresión en su pierna y el sonido sordo de algo que se quiebra.
Ninguna cámara capta este momento. Como ya dijo el célebre cómic, ¿quién vigila a los vigilantes? En este caso, ¿qué cámara filma a los camarógrafos? El herido es asistido, su herida inmobilizada. Lo rodea una multitud de personas, entre socorristas y reporteros gráficos. Es un extraño momento de gloria. Ahora sí, la TV se enfoca en él. Los relatores explican, como pueden, lo que no saben. Los suben al carrito y se lo llevan. El camarógrafo filmado levanta el pulgar de la mano derecha para indicar que está bien y el público aplaude. El show puede continuar.
Para 2019, calculan, Real Sociedad tendrá un moderno estadio estilo inglés. Con las tribunas pegadas al campo de juego, como el de su eterno rival de Bilbao, sin esa distante pista de atletismo que separa hoy a su público de sus jugadores. Es, cuentan en San Sebastián, un viejo reclamo de sus socios reformar su campo de juego para estar más cerca de la acción. El proyecto incluye demoler las dos cabeceras y reconstruirlas a pocos metros del césped. Las plateas laterales serán extendidas. Las obras ya comenzaron en la Tribuna Sur, la que aparece siempre a la derecha de la pantalla. Se están reformando los accesos y comenzó la desmantelación de ese sector, que ya no será utilizado, lo que provocó una significativa reducción de la capacidad.
Quizás por eso, o por la vigente reglamentación en la Liga que obliga a los clubes a llenar de cualquier manera los sectores de la cancha que son visibles por TV, Real Sociedad instaló la semana pasada una precaria tribuna tubular, “grada supletoria” le dicen allá, dos metros detrás de ese arco. La estructura ocupa el ancho del campo de juego y tiene cinco filas de alto. Cuando la estrenaron en un partido de Europa League, goleada 4-0 ante Rosenborg, varios compararon la situación con los equipos de Tercera que, cuando les toca enfrentar a Barcelona o Real Madrid en Copa del Rey, instalan esas tribunas para cubrir sus incompletos estadios.
El futbolista Sergio Canales, en cambio, luego de esa victoria europea, celebró la cercanía de los hinchas. “La grada supletoria nos dará muchos puntos”, aseguró. Para los (pocos) hinchas que logran ocupar uno de esos asientos de la popular VIP la experiencia también es satisfactoria. No por comodidad, la mayoría no se sienta en todo el partido, sino por que los incluye en el relato televisivo del partido. Antes, en la lejana y oscura Tribuna Sur, los hinchas de La Real eran un coro continúo pero invisible. Ahora, a los gritos vascos se suman en cada jugada de peligro las banderas nacionalistas y la gestualidad, a veces desbordante, de sus simpatizantes.
El domingo, cuando Real Sociedad empató transitoriamente el partido que, al final, perdió 1-3 ante Real Madrid, una “avalancha”, como la catalogaron de forma algo ridícula en algunos medios españoles, volteó los carteles de publicidad y provocó la fractura del tobillo izquierdo de un camarógrafo de la transmisión oficial. No más de 20 personas deben haberse avalanzado para festejar ese gol que se producía en el otro arco. Teniendo en cuenta que en esa improvisada tribuna hay lugar para menos de 400 personas, que solo se usan cuatro de las cinco filas disponibles, la primera queda vacía por razones de seguridad, y que hay un cordón de seguridad privada que mira de frente a ese público, es difícil de entender cómo sucedido lo que dicen que sucedió.
Con hermosa poética material, la necesidad del club de reformar el estadio para generar mejores recaudaciones lo llevó a instalar una tribuna precaria sin anticipar, del todo, sus posibles peligros. El festejo en esa grada de unos pocos hinchas, lo único eterno, junto al gol, en esta historia mínima del fútbol, habría empujado esa pesada tira de pantallas de leds que permiten rodear los partidos de mutables mensajes publicitarios. Como alguna vez le pasó a Palermo, imposible no recordar ese momento, la muralla de mercancías, afirman, aplastó la pierna del camarógrafo de Movistar+, la señal de pago que emitía el partido de formada codificada para España.
Un hermoso dominó del Capital en el que, como siempre, mientras el dinero fluye hacia arriba, el único herido, por otros como él, es un trabajador. Minucias de este hermoso negocio al que, con mucho cariño, llamamos fútbol.