Nuestra publicación de ayer titulada “Los 20 mejores escudos del fútbol argentino”, aunque bien recibida en general, suscitó entre nuestro lectorado, dos grandes corrientes: la de los que se mostraron perplejos o indignados por la omisión del escudo de GELP en nuestro caprichoso ranking y la de los que con asombro se preguntaron cuál sería el motivo por el que un equipo de fútbol argentino llevara en su blasón, un paquidermo. Sin duda ambas circunstancias son llamativas.

Nuestro amigo Pablo Aro Geraldes  —el más freak de los periodistas deportivos— alguna vez publicó un pormenorizado estudio sobre los clubes y las Federaciones que incluyen un elefante en sus escudos. Por cierto la costumbre es esperable en Africa y Asia. En Tailandia la presencia de “el más grande de los mamíferos terrestres” es recurrente, al punto que seis equipos de fútbol y el logo de la Thailanda Premier League lo incluyen en su iconografía. Pero en América es una rareza. Aro, sin embargo, descubrió elefantes en tres escudos de esta región: el de Alianza F.C. de El Salvador, el del modesto Linense de San Pablo, Brasil y el de nuestros compatriotas de Defensores de Belgrano de Villa Ramallo.

Cómo llegó al escudo de un cuadro de fútbol del norte de la provincia de Buenos Aires tan exótico animal lo contamos más abajo. De otro curioso incidente del mismo equipo nos ocuparemos primero: El Club Atlético y Social Defensores de Belgrano se fundó el 1° de abril de 1946 al impulso de un inmigrante turco, don Salomón Boeseldín, en cuya verdulería de la avenida San Martín se daban cita los muchachos del barrio que fantaseaban con la idea de tener un equipo propio. Corrían tiempos bien politizados, el 24 de febrero el general Juan Domingo Perón había ganado las elecciones generales y se preparaba para asumir el cargo de presidente el 4 de junio. En ese fervoroso clima de época, uno de los fundadores, algo oportunista, propuso bautizar al cuadrito recién nacido con el disruptivo nombre de “Defensores de Perón”.  La iniciativa no prosperó. Se argumentó, con especulativa  lógica, que el objetivo del flamante club era acercar gente, la mayor cantidad posible y que dicho nombre, si bien traería muchas adhesiones, también generaría rechazos. ¿Les suena?  Finalmente, la cercanía de la verdulería de don Salomón a la escuela Manuel Belgrano y a la plaza que homenajeaba al creador de la bandera decidieron que el nombre elegido fuera Defensores de Belgrano, sin tener, estos imprevistos defensores del vencedor de Salta y Tucumán, nada que ver con sus homónimos del bajo de Núñez.

El enigmático origen del elefante en el escudo —que por supuesto se asocia con la fortaleza y también con la perseverancia*—  tuvo en realidad mucho de azaroso. Cuentan en Ramallo que en el austero local que oficiaba de “secretaría” en los comienzos del club, se reunieron una tarde los muchachos para decidir cómo sería el escudo. Pero pasadas las horas y los infinitos mates, no se les ocurría demasiado. Entonces alguien señaló un adorno en una estantería. Era uno de esos elefantitos de cerámica a los que los supersticiosos suelen colocar un billete enrollado en la trompa, invocando a la Fortuna.

Y no se habló más, lo pusieron en el escudo.

 

*Se recomienda la escucha del tema Los elefantes de Luis Alberto Spinetta en el impresionante álbum doble de Almendra de 1970.