Todo lo tenía: tradición, prestigio, leyendas y un buen equipo que habrá de ser mejor. Pero le faltaba un estadio acorde con todo eso. Ahora puede decirse: ya lo tendrá. He aquí la maqueta. Así será la obra una vez concluida, y si los cálculos de los constructores no fallan, ella llegará a su fin a los 14 meses del comienzo. Y la primera palada se producirá dentro de poco, acaso días. Así que para marzo de 1948 Racing desplegaría todas las banderas al viento.
Demos detalles de la obra. Capacidad, 120 mil espectadores sin considerar los que puedan ubicarse en los amplios veredones, uno de los cuales alcanza a verse en la foto sobre uno de los laterales de la cancha y situado entre la pared del foso y el nacimiento de las tribunas. Dentro de esa capacidad mencionada existen 7.000 plateas, mil de las cuales son especiales, con su entrada independiente, hall de recepción, confitería, guardarropa, cabinas telefónicas, y todas las comodidades para convertir ese recinto en un lugar lujoso y confortable. La altura máxima de las tribunas es de 22 metros y la torre se eleva a 75. Un total de 104 boleterías muy bien distribuidas facilitarán la obtención de entradas sin aglomeraciones. En ese aspecto se ha cuidado también muchísimo la facilidad de acceso y salida del estadio, que quedará envuelto en una calle circular. Se supone que en poco más de 10 minutos podrá ser desalojado totalmente.
Es largo enumerar todo lo que tendrá esta magnífica obra que emprende Racing y cuyo costo total oscila en los cinco millones de pesos. A lo ya citado hemos de agregar los vestuarios, lugares para concentración de jugadores con sus respectivos dormitorios, salas para el cuerpo médico y los masajistas, lugares para las oficinas de administración, ocho cabinas radiotelefónicas, 75 bancadas de periodistas, cuatro bateas de cemento a los costados de los arcos para ubicación de los fotógrafos, playas de estacionamiento para automóviles, sistema especial de riego a base de bomba eléctrica, y un revestimiento de ladrillos rojos que haga más coqueto su exterior. En fín: que Racing tendrá lo que debe tener y que tal obra no se limita a motivo de orgullo para sus adictos, sino que para todos los deportistas, puesto que nos alegra profundamente que el viejo club, que nos brindara el primer campeón criollo, posea lo que le faltaba.
Independiente, River, Boca, Huracán…, el cemento va levantando estadios para que Buenos Aires, y esa ciudad de Avellaneda que apenas está separada de la Capital por el Riachuelo, posean, en conjunto, la mayor cantidad de grandes estadios que proporcionalmente a la cantidad de habitantes, pueda exponer actualmente ciudad alguna en el mundo entero. No, no se asombren de lo aquí dicho. Estamos muy acostumbrados a mirar hacia afuera, olvidando lo que tenemos dentro. Ya algún día vamos a ratificar y ampliar lo aquí expresado con números concretos, pero, en tanto, adelantamos que no existe ciudad que cuente con tantos y tan amplios estadios como los que podemos reunir en ese manojo ya consignado. Y eso, sin agregar aquellos de tablones de amplitud como el de San Lorenzo en donde se fijó el récord de recaudación para matches de campeonato con 80.100 pesos sin lo obtenido por venta de plateas. Aclaremos, para la gente de lejos, que esa cantidad se recaudó con los precios de un peso la popular y dos la oficial y que los asociados del club local no pagaron, como se sabe. Sin contar los estadios de tablones ya estamos en ventaja frente a cualquier ciudad del mundo, aunque lo aquí afirmado parezca raro porque tenemos la costumbre de mirar lejos y no reparar en lo que se encuentra en primer plano.
Si consideramos que todo eso fue levantado en el corto plazo de medio siglo de existencia futbolística, que “recién nacimos” en comparación con aquellos lugares de donde nos llegaron los deportes, más asombroso resulta el crecimiento logrado.
Texto extraído de la revista El Gráfico #1430 – 6 de diciembre de 1946.