“Los de cada barrio se pelean por tener un mural de Diego”, nos dice el artista, todavía en estado de shock por el súbito furor que género su arte en las callejuelas de Nápoles.
En una de las ciudades mas católicas de uno de los países mas católicos prevalece un D10s pagano. Maradona puede ser bandera, religión, santo y estampita, ahora tamaño natural, en la pared de alguna calle angosta donde, nos dice San Spiga, “un fitito pasa respirando hondo”.
Para el patagónico Santiago Spigariol esta fue su segunda vez en Nápoles. Ya había estado el año pasado, cuando conocimos su arte callejero hermanando la ciudad con La Paternal. Esta vez, la fama mediática lo alcanzó rápido y su estar en la città de Maradona no pasó tan desapercibido.
Entrevistas en tv, notas en diarios, perfiles en la web, documental con los amigos de Copa90 y hasta una fiesta. Atención suprema, maradoniana. Pero, sobre todo, furor de los napolitanos por recibir su arte, por apropiarlo, por participar de él.
“Si todos de chiquitos soñamos con ser Maradona, creo que esto es lo mas cerca que voy a estar. bocha de selfies, abrazos, gritos, el bardo de los periodistas. Los autos que no pueden pasar, y cuando consiguen pasar, les golpean el techo y le cantan canciones de Diego -bueno, en realidad el único que hizo eso fui yo- pero no me quiero imaginar lo que pasa cuando viene el diegote original”, escribe Santiago a deshoras italianas.
“Todo esto es tan loco y tan exagerado y tan así como me gusta a mí que no puedo más”. Verdadero amor napolitano, desmesurado y loco. Competencia barrial por pegar un Diego, tener un Pibe de Oro, al lado de la ventana de casa. “Ya se empezaban a pelear por dónde hacer los murales, todos quiere uno ahora. Posta”, repite San Spiga todavía incrédulo.
Nosotros, que lo seguimos de chiquito, que pegamos onda, nos gusta su su laburo y lo seguimos, allá por donde vaya, estamos orgullosos de verlo triunfar como a Maradona. O, al menos, tirando/pegando paredes con Diego.