Enrique Omar Sívori levantó la mirada cuando escuchó esa voz paternal y familiar. Se hablaban seguido pero llevaban cierto tiempo sin verse. Con la cordialidad de sus tiempos, Renato Cesarini, entrenador de Napoli, había decidido pasar por el hotel donde el plantel de Juventus aguardaba el día del partido, para darles la bienvenida a la capital futbolística del sur de Italia.
Luego de los apretones de manos protocolares, Renato se acercó a su más dedicado alumno en la escuela riverplatense. Con un gesto filial lo abrazó por los hombros y lo condujo hacia un rincón más despoblado para hablar sin ser escuchados. Era el sábado 20 de mayo de 1961 y el domingo se disputaba la fecha 32 de la Serie A, la antepenúltima.
La poderosa Vecchia Signora, que venía cómoda, siempre cómoda, en la cima del Calcio, y necesitaba unos pocos puntos más para consagrarse campeona, visitaba a un Napoli obligado a sumar puntos, con desesperación, para no caer en la zona de descenso.
Ese año era, además, el gran año del Cabezón. En diciembre, la revista France Football, aprovechando su doble nacionalidad ítalo-argentina, lo elegiría el mejor jugador de Europa. Si Juventus estaba por ser campeón se lo debía, fundamentalmente, a Sívori.
Pero Sívori no quería jugar. Le pidió una reunión a su entrenador, el italiano Carlo Parola, y, según la revista El Gráfico, le dijo: “No puedo mandar al descenso al equipo del hombre a quien le debo todo”. Su DT, comprensivo ante el pedido de su mejor jugador, le respondió: “Haga lo que quiera, usted decide”.
De alguna forma, esta conversación llegó a oídos de Cesarini. Entonces, Renato fue al hotel, saludó protocolarmente, abrazó por los hombros al Cabezón, se lo llevó a un costado y le dijo: “Nada de compromisos, Omar. Yo me he llenado la boca diciendo que usted es un fenómeno y no me puede dejar mal. Por esa misma amistad que nos une usted debe hacer mañana el mejor partido de su vida, porque será la mejor demostración de afecto que puede brindarme”.
Juventus ganó 4-0 en un San Paolo colmado de público. Sívori hizo tres goles, a los 10 minutos, a los 45 y a los 48. La Vecchia Signora se coronó, dos semanas después, al empatar 1-1 ante Bari. Y lo festejó, a la semana siguiente, goleando 9-1 a Inter en un partido pendiente. Napoli siguió perdido hasta quedar anteúltimo y descender.
La portada de la revista italiana “Il Calcio e Il Ciclismo Illustrato”,el número 21 de 1961, retrató la imagen del final de aquel partido. Sívori, herido en cuerpo y alma, serio y cabizbajo, saluda a su mentor. “En la cara de Omar se lee: ‘Perdóneme maestro”, escribieron los italianos. En el rostro arrugado de Cesarini se dibuja una mueca de sonrisa y el orgullo de haber sido superado por el mejor de sus alumnos.