Cuando Sergio Busquets tomó contacto con la pelota, tras un toque de Andrés Iniesta y de espaldas al arco rival, todo Real Madrid pensó que venía un pelotazo largo. Toni Kroos estaba muy cerca y la salida más fácil era esa: pase largo a la banda para oxigenar el juego por un extremo. Pero el catalán frenó y en ese momento, Ivan Rakitic pasó por detrás de Luka Modric para recibir cerca y de frente, siempre por el medio. Entonces, el croata fue. Mateo Kovacic, obnubilado por su obligación de marcar a Lionel Messi, no salió y Rakitic vio con se abría el camino por el centro. Antes de entrar al área, tocó con Sergi Roberto, que de primera habilitó a Luis Suárez. El final es el de casi siempre cuando el uruguayo queda de frente al arquero: gol.
El clásico español era muy parejo y estaba cerrado, más allá de algunos buenos intentos de Messi en el primer tiempo. Lo abrió ese enganche de Busquets y el posterior pase. La tranquilidad y la inteligencia para salir de la presión y no perder contra la ansiedad por alejar el peligro. Fue la acción más importante del partido. Y la primera de las tres decisiones que provocaron otra goleada de Barcelona en el Santiago Bernabéu.
El mundo hoy habla de los tres goles, como siempre. Pero cada uno de los tantos tuvo una decisión previa que los hizo posible. La de Busquets fue la más clara, pero antes de que Carvajal cometiera penal, también hubo dos asistencias de lujo. Messi habilitó a Suárez casi desde el círculo central y Luisito no pudo con Keylor Navas. En el rebote, el mismo Suárez se estiró para volver a dejar a Messi de frente y el diez, en lugar de hacer la fácil y patear de primera, tocó corto con el propio Suárez, quien definió al palo. Un rebote más y Paulinho define de cabeza, pero Carvajal la saca con la mano. La jugada terminó con el gol de Messi de penal, pero se construyó con varias decisiones correctas previas.
Iban 47 minutos del segundo tiempo y su equipo ganaba 2-0. Entonces, Messi se esforzó como si la victoria estuviera en juego, evitó que la pelota saliera por la banda y después desbordó. Gambeteó a Marcelo con una facilidad que sorprendería de cualquier otro mortal y después vio a un Aleix Vidal que ingresaba por el medio con una confianza de acero. En lugar de tirarla a la puerta del área chica, donde habían otros tres compañeros, decidió, sin ángulo ni tiempo, dársela al que venía desde más lejos y más libre, casi en la medialuna. Gol y 3-0.
Se hablará de la contundencia de Barcelona y de su extraordiario segundo tiempo. Pero en realidad, las razones de la goleada están en las decisiones acertadas en momentos clave. Porque de eso están hechos los buenos equipos y los jugadores indispensables.