No recuerdo la primera vez que vi la síntesis del partido Argentinos Juniors-Talleres del 20 de octubre de 1976. Habrá sido muchos años después del debut de Diego Maradona, porque nací ocho años más tarde. Lo que sí recuerdo es el orgullo que sentí. Pero no el mismo que pudieron sentir todos los argentinos y los amantes del fútbol. No, es un orgullo mío, particular.
La vida de Diego nos cruza a todos los que nacimos en esta patria. No es indiferente para nadie. Significa tanto que hasta el menos demostrativo se emociona con alguna acción o algún momento de la carrera de Maradona. Todos tenemos una historia con él. Mi familia y yo tenemos varias. Hoy hablaré del motivo de mi tonto orgullo: la figura de aquel partido jugado hace 38 años se llamaba Di Donato. Se llamaba como mi abuelo, como mi viejo, como mi hermano. Se llamaba como yo.
Mateo Di Donato no es familiar (o no lo sé). Por esas cosas de la inmigración, a muchos italianos le cambiaron su apeliido cuando llegaron al país. El mío se escribe todo junto, pero es el mismo. Fue el enganche titular de Argentinos el día en el que debutó Maradona. Y fue la figura para El Gráfico. Eso le alcanzó para entrar en la historia del fútbol para siempre. Y a mí me dio una razón para enorgullecerme.