“Es mejor tener el pelo libre, que la libertad con fijador”_ Miguel Cantilo

 

En 1977, la larga noche de la dictadura llevaba un año y su fascista apología del “orden” calaba hondo en la sociedad argentina. La Editorial Atlántida, usina de propaganda y protección de los golpistas, participaba con todos sus medios en la construcción de un nuevo sentido común, que los militares pretendían imponer en la población.

Son conocidas y probadas las graves operaciones que desde Gente, Somos y Para ti se ejecutaban en complicidad con los dictadores. Pero es curioso observar hasta qué punto el espíritu represivo de la época se constataba, aún en los más frívolos comentarios, en la línea que se bajaba desde una revista deportiva como El Gráfico.

pelo350Va un buen ejemplo: en la edición 2999, de marzo de 1977, bajo el título Pelo largo y bigote, una moda que ya no es moda, El director de la revista, Carlos Fontanarrosa, utiliza la página editorial para manifestar su desagrado ante la moda que, desde hacía ya algunos años, gastaban los deportistas de la época. El artículo se ilustra con fotos de Tarantini, Vilas, el Hacha Ludueña y Ricardo Villa, cabales representantes de lo que tanto disgustaba al periodista.

Fontanarrosa admite que criticar una moda juvenil siempre es una especie de tabú, pero se atreve a correr el riesgo de ser señalado como un ceremonioso adulto, o, lo que es peor, como un “amargado antiguo”.

Vaya uno a saber basándose en qué conocimiento, dictamina en mayúsculas que LOS FUTBOLISTAS DE PELO LARGO ESTAN FUERA DE ONDA. Argumenta que ya pasó el tiempo en que una melena larga y desprolija simbolizaba la rebeldía del enfrentamiento generacional e insiste en negritas con que: Hoy, en todo el mundo, el pelo se usa corto. Por lo tanto, invita a la reflexión a los futbolistas pelilargos (un incomprobable 95%) y enumera algunas de las desventajas deportivas que estarían dando de persistir en ese capricho de ser melenudos. Las transcribimos:

– MOLESTIAS PERMANENTES EN LOS OJOS, con el consiguiente uso de las manos para alejar el cabello o reacomodarlo.

– MAYOR TRANSPIRACIÓN POR EL CAUDAL PILOSO QUE SIGNIFICAN EL PELO Y LA BARBA. Ahí tenemos, entre otros, los casos de Villa y La Volpe, a quienes sería bueno conocerle “algún día” sus facciones naturales.

Fontanarrosa argumenta que en las últimas competencias olímpicas se vio a los deportistas amateurs “sacrificar” sus pelos, barbas y hasta axilas como recurso para optimizar sus marcas, comprobándose un mejor desempeño. Más allá -continúa el periodista- de que éstas sean VERDADES INDISCUTIBLES, también hay una cuestión elemental: LOS DEPORTISTAS PROFESIONALES SE DEBEN AL PÚBLICO Y SI ESTE PUDIERA VOTAR DIRÍA QUE SÍ A UNA PRESENCIA PULCRA Y NO A UNA PRESENCIA DESPROLIJA. LA PRESENTACIÓN DE UN DEPORTISTA PROFESIONAL ES EL PUNTO UNO DE SUS OBLIGACIONES CON EL PÚBLICO. Muchas veces nos preguntamos por qué Vilas tarda tanto tiempo para acomodarse su pelo y ajustarse la vincha…y en la misma proporción nos preguntamos si no le resultaría más fácil y práctico tener el cabello corto… (x) Y les pediría a los futbolistas y deportistas en general que APAREZCAN COMO TALES ANTE EL PÚBLICO. Sobre todo que no se pongan encima nada que les perturbe o les disminuya el rendimiento en aras de UNA MODA QUE YA NO ES MODA. Hasta la próxima…

Me gustaría hacer un alto en este momento, para poner un poco de contexto -necesario a los lectores más jóvenes- a los dichos de Carlos Fontanarrosa: En esos años -yo andaba por los 17- mi madre me recomendaba salir afeitado y con el pelo corto, “No vaya ser que te confundan con un subversivo”. Se descontaba que aquellos que llevaran barba y melena lo hacían para ocultarse y no ser reconocidos por los servicios de inteligencia. Es decir que “Algo habrían hecho”. En el editorial de El Gráfico se asocia intencionadamente el aspecto del melenudo con barba, el arquetipo del militante setentoso, con algo de “otra época”, algo que “ya pasó” y se lo contrapone con la abnegación y el sacrificio de aquellos que llevan el pelo corto. En tal vez la más arriesgada de sus descabelladas afirmaciones, Fontanarrosa asegura, y aquí el cinismo es proverbial, que si el público (¿por qué el público y no el pueblo?) pudiera votar (efectivamente, no podía), daría su apoyo a una presencia pulcra y no a una desprolija. Un panegírico a la marca de la gorra.

Los dejo en compañia del señor Carpo: