Van 47 minutos del segundo tiempo y el árbitro adicionó tres minutos. La pelota la tienen los de negro y azul, que juegan de local y van perdiendo 1 a 0. Cuando el 2 se la pasa al 4, las cuatro tribunas rugen: “Laaaaargaaaa”. No todos dicen lo mismo. Cada hincha lo grita a su manera pero, aunque no se logre distinguir claramente, cualquier futbolero sabe cuál es el pedido en ese momento. Es así. Y lamentablemente está institucionalizado. En ese instante, cuando ya no queda tiempo, hay que tirarla larga. ¿Para qué? No importa. Para ver qué pasa. Para estar más cerca del arco en donde hay que meterla.

También está institucionalizado, por un sector del periodismo y por la mayoría de los hinchas, que cuando un equipo se equivoca al salir jugando, está mal salir jugando. Sin embargo, lo que está mal es salir jugando mal. Sin precisión, sin solidaridad, sin concepto y, sobre todo, sin trabajo y sin coraje, salir jugando no es una opción. ¡¿Pero cómo va a estar mal salir jugando con la pelota limpia en vez de dividirla con un pelotazo?! ¿O acaso alguien dice que está mal jugar largo después de que el 6 le gane al 9 y rechace de cabeza por enésima vez? En realidad nunca es un buen plan un pelotazo, salvo que cinco jugadores de un equipo sean 20 centímetros más altos que los cinco jugadores más altos del rival… O que el que tire el pelotazo sea Maradona y el que la reciba también sea Maradona.

Claro, estamos hablando de bien o mal, no estamos hablando de fácil o difícil. Y es mucho más difícil trabajar un equipo para que salga jugando que para jugar a la segunda pelota. Es decir: tirarla larga y que alguno de los nuestros consiga capturarla después del primer rechace, ya sea de un rival o de un compañero. Es una fórmula para estar más cerca del otro arco. Sin embargo, generalmente, los equipos que enfrentan a adversarios así, están prevenidos. Ahora, ¿cómo se hace para prevenirse de un equipo que te mueve la pelota de acá para allá? ¿Todos atrás para no dejar espacios? 90 minutos son muchos y con paciencia y después de que pasa el tiempo y el cansancio empieza a hacer efecto no sólo en el físico sino también en la mente, los espacios aparecen. Porque es obvio que el equipo que corre atrás de la pelota se cansa mucho más que el que juega.

Por casualidad nos encontramos con un gol del Gremio de Porto Alegre que demuestra que no es necesario tirar un pelotazo para llegar más rápido al otro arco. En apenas 23 segundos el Gremio pasó de su línea de fondo a la red rival. Y no con un pase largo. Fueron 23 toques. Todos con sentido. Tal vez lo que muchas veces le falta al fútbol.