El torneo de dos mil equipos del fútbol argentino, con su perpetua sucesión de partidos y su oferta simultánea multipantalla, viene poniendo cada vez más en evidencia un mal que nos aqueja a todos los futboleros: hablamos de fútbol sin ver partidos. Opinamos del resumen. Comentamos compactos.

Guárdense la indignación, muchachos. Esto es así, no hay vuelta que darle.

Transformamos noventa minutos en 1 minuto con 45 segundos de jugadas de gol –si hay suerte- o en 35 segundos de goles, lisa y llanamente, porque el noticiero deportivo no tiene tiempo ni para las jugadas de riesgo. Vemos cómo definió el siete de Belgrano, lo bien que le pegó el diez de Colón, el lindo caño del once de Defensa y Justicia. El final de la jugada, nomás, porque tampoco hay tiempo para mostrarla completa. Y después opinamos en el café. En la radio, en la televisión. En la revista Un Caño.

0014275593Yo creo que el problema real es la erudición. Porque queremos hablar de TODO y no llegamos a ver todo. No podemos ver todo. Si antes era difícil, porque había que clavarse 24 horas de fútbol en la TV por fin de semana (ni se te ocurra ir a la cancha porque te perdés el que viene antes y el que viene después), ahora es directamente imposible.

Pero nos gusta hablar de todo, que nuestros amigos piensen que la tenemos clara, y la falta de visionado no nos va a impedir ejercer nuestra sabiduría. Así que metemos comentarios sobre mil millones de jugadores que vimos más o menos un poquito, a veces, hace un tiempo, sí, sí, lo tengo, es muy bueno, pero rellenamos los baches con la imaginación o el compacto. Un océano de conocimiento de un centímetro de profundidad.

Halagamos a Rigoni, qué bien hizo en comprarlo Independiente, y en realidad lo vimos jugar cinco veces en un año, como mucho. Después: compacto. Les hacemos el juego a los representantes y compramos por el video. Alentamos la propuesta de Holan en Defensa y Justicia, cuando sólo vimos el resumen de los goles que le metió a Rafaela

Halagamos a Rigoni, qué bien hizo en comprarlo Independiente, y en realidad lo vimos jugar cinco veces en un año, como mucho. Después: compacto. Les hacemos el juego a los representantes y compramos por el video (increíblemente, nos llama la atención que Maxi López haya llegado al Barcelona). Alentamos la propuesta de Holan en Defensa y Justicia, cuando sólo vimos el resumen de los goles que le metió a Rafaela (al mismo tiempo jugaba San Lorenzo, viste). Nos llenamos la boca de cómo toca Leicester City, pero en realidad le prestamos atención por primera vez en la fecha 18, porque antes ni siquiera lo pasaban por TV. Pedimos a Musacchio para la Selección… Seamos serios, muchachos: ¿quién carajo vio a Musacchio? ¿Cuántas veces en partidos completos? ¿Qué diferencia habría entre pedirlo a él o pedir a Garay cuando no llamaban a Garay? ¡¿Y quién carajo vio a Garay en el Zenit de la concha de la lora?!

“¡¡Ah, noooooo!! ¡¡Te dedicás al fútbol!! ¡¡Cómo no vas a ver al Zenit de Garay!!”. No lo veo a Garay, perdón, también me gusta el cine, la música, pasear a mi perro, jugar con mi hijo, leer un buen libro y mirar dos millones de compactos para estar más o menos al día en mi charla futbolera de café. Así que lo de Garay quedará para otro día, pero me quedaré con la definición de emboquillada de Özil en Arsenal, qué crack Özil, porque la pasan en SportsCenter y la veo justo antes de irme a dormir.

Football-tv-580_10130aUna vez, en Twitter, cometimos el grosero error de demostrar nuestras limitaciones humanas y preguntar a los hinchas del QPR por Adel Taarabt, entonces refuerzo del Milan. Una parva de eruditos nos atacó sin miramientos: “¡¿Cómo no lo van a conocer?! Es un volante algo perezoso, pero talentoso, exquisito, de gran pegada”. Primero nos sentimos mal, después Taarabt duró 15 partidos en Milan. Después empezamos a pensar que los falsos eruditos, que conocen vida y obra del cuatro de Berazategui y de un mediocampista que alterna en el Livorno tienen una buena chance de ser charlatanes. A partir de entonces empezamos a desconfiar.

Es que la liviandad en el catálogo de adjetivos que presenta el hincha es casi siempre cuestionable. “Gerrard, qué jugador, qué categoría”. Disculpame, maestro. ¿Cuántas veces lo viste jugar a Gerrard? Pero en serio te pregunto, no te mientas a vos mismo: ¿cuántas veces te sentaste a verlo jugar, consciente de lo que estabas haciendo, y le prestaste atención? Ojo, más de una década de carrera en el mismo equipo, Mundiales, Euro, todo. ¿Habrás visto veinte partidos de él? ¿Treinta? ¿Cincuenta como mucho? O sea: cinco por año. Poquito, amigo. Si sos de Almagro, hablame del nueve de Almagro, al que venís sufriendo veinte partidos por semestre. Pero no de Gerrard, que nos queda lejos. No hay forma de juzgar así. Aunque en el compacto la rompía.

No es que no se miran más partidos completos. Se ven algunos. El del cuadro del que uno es hincha, principalmente. Al Barça, también. Los de Champions, por nivel. Quizá el de algún equipo nos dé esperanzas de buen juego. El de Boca y River, a lo mejor, para no perder el tren del mainstream. El del clásico rival, por morbo, en una de esas. Pero la generalidad es el compacto. Y lo es porque no nos alcanza la vida para andar consumiendo tanto.

Vamos a hacer números: 15 partidos de 90 minutos, 1350 minutos. Le agregamos algunos de Europa para no quedar afuera de la tendencia a halagar las ligas de allá: dos de España (Barcelona y Real Madrid), dos de Italia (por decir algo: Icardi y Dybala) y dos de Inglaterra (Agüero y Klopp, por ejemplo). El del Bayern. El del PSG. La cuenta da 34,5 horas por fin de semana. Te quedan menos de 7 por noche para dormir si no hacés ninguna otra cosa. Y no están computados ni siquiera los entretiempos. No contamos tampoco la Copa Libertadores, ni la Champions, ni la Copa Argentina ni las regionales de países europeos para no exagerar. Ni CVofLLNXAAAvaP8México, Estados Unidos, Rusia, China, Emiratos Árabes ni ninguna de esas boludeces. Pumas-América no te lo veo ni en pedo, pero el compacto lo dejo a full. Sobre todo si hay piñas.

Entonces inventamos el compacto. Es una necesidad.Más que nada en el fútbol, porque funciona mucho mejor que en cualquier otro deporte. Un compacto de básquet o de tenis, por ejemplo, es una selección de las mejores jugadas, pero hasta las acciones más estéticas tienen menor influencia general en el marcador: pasan demasiadas cosas todo el tiempo.

En el fútbol, en cambio, la mayor parte del tiempo no pasa nada. Mejor dicho: la mayor parte del tiempo se busca construir algo, una jugada de riesgo. Pero si el riesgo no llega, la jugada pierde sentido. Nadie te muestra ese pase que, si pasaba, dejaba solo al delantero. El compacto toma las partecitas de partido en las que hubo éxito para generar peligro. Son pocas jugadas. Cinco, diez, quince como mucho. Entran en un par de minutos. Son televisivas a morir. Que viva el fútbol, pero que viva así, cortito. Y si hay una jugada muy larga, con muchos toques, que querramos destacar, acelerémosla para que pase rapidito. Parece una película de Charlie Chaplin, pero se entiende igual. No es estrictamente fútbol, es otra cosa que se entiende igual.

Un compacto de básquet o de tenis, por ejemplo, es una selección de las mejores jugadas, pero hasta las acciones más estéticas tienen menor influencia general en el marcador: pasan cosas todo el tiempo.En el fútbol, en cambio, la mayor parte del tiempo no pasa nada. Mejor dicho: la mayor parte del tiempo se busca construir algo, una jugada de riesgo. Pero si el riesgo no llega, la jugada pierde sentido. El compacto toma las partecitas de partido en las que hubo éxito para generar peligro. Son pocas jugadas. Cinco, diez, quince como mucho. Entran en un par de minutos. Son televisivas a morir. Que viva el fútbol, pero que viva así, cortito

El compacto muestra jugadas de gol. Por lo tanto, goles. Y atajadas. También algunas polémicas. Nunca un quite. Nunca un despeje. Nunca un anticipo. Es fácil deslumbrarse con un delantero mirando un compacto, porque la clavó en un ángulo, o criticar a alguno de la defensa porque llegó tarde a la definición. Es difícil, en cambio, descubrir un buen defensor. Si hace a la perfección su trabajo, es prácticamente  imposible que aparezca en el compacto: anula el riesgo que resulta atractivo, mantiene la rutina de lo que pasa entre jugadas de gol. Lo mismo podría decirse de un volante de quite.

Todo esto que digo excluye la cuestión de que ver fútbol por TV no es lo mismo que verlo en vivo. Busquets debe ser mejor jugador en la cancha que en la tele. Los movimientos de algunos delanteros (me dicen mis amigos hinchas de San Lorenzo: Matos) se ven mucho mejor desde la platea. Pero todavía no se inventó el compacto desde la cancha, así que tenemos que conformarnos con un recorte del recorte: un poquitito así.

Antes de que alguien pida el compacto de la nota me gustaría hablar de los peores de todos, ésos que te discuten incluso cuando vos hablás de Taarabt y lo descartás, porque le prestaste especial atención durante sus partidos en Milan y te diste cuenta de que además de perezoso era un poco negado. Ésos te dicen: “Pero hizo cuatro goles en 16 partidos, buen promedio para un mediocampista”.

Cuando los escuchen llegar, huyan, muchachos. Es el eje del mal, el reduccionismo pleno del conocimiento, el resumen al cuadrado. La estadística es el compacto del compacto.