No se entiende demasiado la tibieza general del periodismo a la hora de dar un pronóstico para la serie que River y Boca jugarán por las semifinales de la Copa Sudamericana. Se escucha que va a ser parejo, que no hay un claro favorito, que los clásicos son distintos.
Pavadas. Va a ganar River. Está bastante claro.
Y va a ganar porque tiene mejor equipo que Boca y porque juega mejor al fútbol. Porque mantiene una idea con confianza, una idea tan buena que convenció de inmediato a su público (y a parte del público de los rivales) de que era el camino correcto a seguir. Una idea que le dio resultados con tanto mérito que sigue puntero en el torneo pese a dejar escapar cinco de los últimos seis puntos.
Además, nombre por nombre River encuentra motivos para sentirse más que Boca en casi cualquier posición, sea por jerarquía o por momento. Exceptuando a Gago y quizá a Chávez o a lo que fue el Burrito Martínez, ningún jugador de los que Arruabarrena usa hoy como titulares jugaría en River desde el arranque. ¿Cata Díaz (o Forlín, o Chiqui Pérez)? ¿Meli? ¿Calleri? ¿Colazo? ¿Erbes (o Cubas)?
Disculpen ustedes, pero no parece demasiado temible. Jugador por jugador, el equipo de Núñez es más. Línea por línea también supera a su rival en funcionamiento. Por continuidad y por entendimiento conjunto, los laterales y centrales se comprenden mejor y son más sólidos que los del clásico rival. Los mediocampistas se mueven con más soltura y los delanteros hacen goles, algo que no parecen entender del todo los dos nueves de área que deberían ser la carta del Xeneize para convertir.
Y River también es más colectivamente, porque justamente la continuidad de la estructura en buen nivel ajusta mecanismos que son efectivos y se dan de manera casi automática. Boca, en cambio, se difraza en la verticalidad por ser limitado. No tiene posesión, es cierto. Pero no por estrategia, sino por defecto. No la puede tener. No sabe tenerla. Nadie acompaña a su único pasador de categoría, que para colmo es un tipo frío que tiende a desaparecer.
Para los fanáticos de los números: el Millonario perdió uno de los últimos 33 partidos. Contra Estudiantes, un rival que le tuvo que jugar tres veces antes de entender cómo vencerlo. Empató contra Olimpo por un error de un defensor, un partido que no parecí traerle mayores problemas, sin dos de sus mejores jugadores. Así que, por favor, los que hablan de un bache en el rendimiento de River, vayan a divertirse con esta otra nota. Pero déjennos tranquilos.
En toda la era Gallardo el equipo construyó su favoritismo para esta serie. Porque Sánchez recuperó el nivel extraordinario que había mostrado a Godoy Cruz, el nivel que lo llevó a River y que ahora, un poco pulido, lo depositó en su selección. Estará en el partido, igual que Teo. Ventaja número mil para un River que prácticamente los descartaba en el que probablemente sea el duelo más importante del año para Boca -que no tiene otro objetivo por responsabilidad propia- pero no para River, que todavía se juega el título en el campeonato.
Los dos ausentes internacionales de los últimos partidos serán fundamentales en la victoria que viene para el Millonario.
Sánchez, primero, porque River siente su falta más que la de ningún otro jugador: Ponzio por la derecha no rinde lo mismo, Rodríguez parece demasiado lento y un poco inmaduro para el puesto que deja libre Ponzio y la alternativa de Solari no aporta la movilidad que necesita el equipo, más que nada en ataque. Explicaciones, también, de por qué padeció un poco más en los últimos partidos.
Dicen que Sánchez llega justo físicamente después de jugar 45 minutos con Uruguay hace un par de días. Pero al menos llega con ritmo, no como el equipo entero de Boca, que en un gesto precautorio de exageración desmedida por parte de su entrenador descansó durante los quince días previos al partido.
Ningún jugador de los que Arruabarrena usa hoy como titulares jugaría en River desde el arranque. ¿Cata Díaz (o Forlín, o Chiqui Pérez)? ¿Meli? ¿Calleri? ¿Colazo? ¿Erbes (o Cubas)? Disculpen ustedes, pero no parece demasiado temible.
Pero además hay un detalle en términos de la banda por donde conviene atacar a Boca que abren una buena noticia para el uruguayo. Porque la disposición de 4-3-3 mentiroso con Gago-Erbes-Meli que viene utilizando Boca deja una franja izquierda muy abierta. Con Meli tirado a la derecha y Erbes funcionando como un volante tapón clásico, la proyección de Colazo se une con el retroceso de Chávez en esa zona sin un responsable demasiado claro para cubrir a un volante con movilidad y un lateral como Mercado, que sube para hacer el tándem con el ocho.
La pelota parada también es un tema. Aunque hay que admitir que mejoró desde la salida de Bianchi, Boca todavía sufre lo centros cruzados y las pelotas aéreas que caen en su área. River, por su parte, tiene un ejecutor excepcional como Pisculichi y un par de cabeceadores efectivos, léase Teo, Maidana o Funes Mori.
Justamente, estaría bien cerrar estas líneas con el Ramiro que salvó al apellido de la infamia. Su gol contra Boca en el clásico (no fue córner) le permitió al entonces equipo de Ramón Díaz cortar una racha de 10 años sin ganar en la Bombonera. ¿Ustedes creen que eso no pesa psicológicamente?
En el mismo escenario, ahora por una Copa, con eliminación directa de por medio, Boca deberá salir a buscar un triunfo ante un equipo que no pudo vencer en los cinco compromisos del año. Ni en los tres partidos de verano, ni en su cancha por el torneo, ni bajo la lluvia torrencial en el Monumental (cuando Orión fue figura).
Así que, explíquenme ustedes, ¿por qué ganaría Boca esta vez?