La asunción de Gerardo Martino en la Selección Nacional no llega, para definirlo en términos deportivos, en el mejor momento del entrenador. En la temporada 2013/14 tuvo la chance de conducir una Ferrari (el Barcelona multicampeón) pero no fue capaz de revalidar los títulos obtenidos en el pasado y apenas obtuvo un trofeo (la Supercopa de España, tras dos empates ante el Atlético de Madrid y en el arranque de la temporada).
Para algunos, Martino chocó la Ferrari; para otros (nos incluimos), no estuvo a altura para producir un recambio generacional que la institución pedía a gritos. Tampoco lo habían contratado para eso. Había llegado al club como un bombero para hacerse cargo del puesto que dejaba vacante Tito Vilanova, quien padecía el cáncer del que no se pudo recuperar. Para decirlo de otra manera: Martino fue un técnico de transición que no logró hacer valer su personalidad para darle un perfil propio al equipo. Fue un administrador de la “precariedad”, con jugadores aburguesados y cansados. Él cometió errores, por supuesto. Tal vez el más grande fue no saber leer el momento que vivía el Barcelona. Pep Guardiola se había ido del club hacía un par de temporadas dejando al pasar una frase que ni Tito Vilanova y el Tata Martina tuvieron en cuenta: “Es casi imposible motivar a jugadores que ya dieron y ganaron todo”.
¿Cómo llegó Martino al Barcelona y cómo llega ahora a la Selección Nacional? Con una carrera muy despareja como entrenador. Con luces, sombras, aciertos y errores. Ecléctica, para definirla con mayor precisión . Con equipos que no superaron la media mínima indispensable y con otros que estuvieron muy cerca de hacer historia. Y toda su carrera, con esos desniveles pronunciadísimos, tal vez se pudo apreciar con mucha claridad en ese añito que estuvo en Barcelona. Arrancó con la convicción de lo que había mostrado en Newell’s (tal vez su mejor obra, por diseño, identidad y resultados) pero lentamente fue perdiendo el rumbo hasta desperdiciar cuanta oportunidad se le fue presentando en el camino para avanzar en la Champions o en la Liga de España.
Decíamos que Martino es (o al menos fue) un entrenador desparejo. Capaz de jugar con una audacia casi suicida (Newell’s) o de pergeñar complejos sistemas defensivos (Paraguay subcampeón de la Copa América 2011 sin ganar un solo partido: cinco empates, tres de ellos 0-0, y una derrota en la final 3-0 ante Uruguay).
Por momentos el juego que propone se acerca bastante a la verticalidad de Bielsa y el cuidado de balón del Barcelona de Guardiola, pero en otros organiza defensivamente a sus jugadores como si fuera Bilardo o incluso el Helenio Herrera del catenaccio. ¿Cuál es la verdadera versión de Martino? ¿O lo es todo? Y si lo es todo, ¿qué idea de juego propondrá en la Selección Nacional? ¿Apostará al juego ofensivo de los cuatro fantásticos o se enrolará en la versión más conservadora que dejó Sabella en sus últimos partidos en el Mundial?
El Tata es un entrenador con experiencia y de gran recorrido en el mundo del fútbol. Como jugador era exquisito. Sus comienzos como DT se remontan al ascenso primero: Almirante Brown de Arrecifes, en 1998, y a Platense, en 1999. Y luego fue saltando sucesivamente a Instituto (2000/01), Libertad de Paraguay (2002/03), Cerro Porteño (2003/04), Colón (2005), Libertad (2005/06), Selección de Paraguay (2007/11), Newell’s (2012/13), Barcelona (2013/14) y ahora llega a la Selección. La mayor parte de su carrera la hizo en Paraguay, en donde obtuvo 7 títulos con Libertad y 3 con Cerro Porteño. Aquellos años en el fútbol paraguayo doméstico, hay que admitirlo, son una incógnita en cuanto al estilo y sólo podemos dar cuenta de su éxito por los campeonatos obtenidos. Fueron 9 años, nada menos en ese país. Ya estuvo en un Mundial (Sudáfrica 2010 y llegó a cuartos de final) y sabe de qué se trata eso de ser un seleccionador con mucho tiempo para planificar y poco para entrenar. En la Selección paraguaya también mostró los desniveles que habíamos mencionado en el resto de su carrera. Su equipo entregó actuaciones memorales en lo que hace al aspecto ofensivo y otras francamente decepcionantes. Jugó 72 partidos, ganó 26, empató 24 y perdió 22. Su efectividad fue del 48 por ciento, con 84 goles a favor y 62 en contra.
Dicen que Martino y sus colaboradores se harán cargo también de planificar a las Selecciones Juveniles, tal vez el gran déficit de Argentina en los últimos cuatro años, desde que Julio Grondona decidió poner a cargo a Carlos Salvador Bilardo, a su hijo Humberto, y a un grupo de ex jugadores, varios de ellos, del riñón de Bilardo.
La muerte de Grondona abre la chance de una renovación en el fútbol argentino. La llegada de Martino también parece estar en línea con una idea de cambiar el rumbo del pasado reciente. Toma bajo su mando al subcampeón del mundo. A un equipo con jugadores grandes y con poco recambio atrás. De su capacidad de planificación dependerá el éxito de su gestión institucional. Y de la ambición para dar un salto de calidad al equipo, la deportiva. Soñamos con ver algo cercano y superador de la propuesta de Newell’s y algo alejada la idea y el concepto que por momentos supo desplegar en la Selección de Paraguay. Veremos qué pasa.