Muchos dicen que la prohibición de que concurran los visitantes a las canchas no debería ser permanente. Y habida cuenta de los últimos (y no tan últimos) sucesos, yo no estoy tan seguro. ¿Por qué se deberían abrir las puertas de los estadios a los visitantes? ¿Por la pasión? ¿Por el duelo de hinchadas? ¿Por el colorido? Digamos sin ruborizarnos que en honor a la pasión se han hecho disparates en el fútbol argentino (y no solamente en el argentino). Y que ya es hora de poner en duda aquella frase que dice que los hinchas son lo mejor del fútbol.
Por otra parte, si aún sin visitantes el Gobierno Nacional o los Gobiernos provinciales no aciertan para desarticular el negocio de las barras bravas (no es lo mismo que hablar de violencia en el fútbol), ¿para qué queremos que los hinchas visitantes regresen? ¿Para que otra vez haya enfrentamientos entre hinchadas? ¿Para que la policía regrese a su negocio de la violencia? ¿Para disponer de uniformados que custodien a los barras en el trayecto de un estadio a otro cuando en realidad tienen cosas más importantes que hacer?
¿Cuál es el negocio de las barras bravas? La venta ilegal de entradas que consiguen por izquierda, la administración de los espacios para estacionamiento en los estadios, algún vínculo con el narcotráfico, mano de obra violenta para dirimir conflictos en sindicatos, partidos políticos e internas de dirigentes de fútbol, foco de presión para obtener porcentajes de ventas en jugadores y uno que otro más que ahora se me escapa. ¿A todo esto realmente queremos sumarle la violencia entre hinchadas o a las fuerzas de seguridad desbocadas?
¿Por qué decía que el negocio de las barra bravas no es lo mismo que la violencia en el fútbol? Porque una cosa es lo que pasa dentro de la cancha entre los simpatizantes de diferentes clubes, quienes llevados por una acción de juego pueden llegar a discutir y hasta a pelear y otra muy diferente es un grupo descontrolado de forajidos que lo único que quiere es hacer plata y generar negocios turbios escondiéndose detrás de una camiseta. La primera es violencia en el fútbol, la otra es delincuencia.
Detesto los excesos que se producen escudándose en la pasión y/o en el folklore del fútbol. Que lo hinchas locales puedan ir a la cancha tranquilamente con sus camisetas sin tener que soportar escupidas, piedrazos o corridas con hinchas visitantes, es maravilloso. Que la policía no cobre las exuberantes extras por dar seguridad a cambio de dejar zonas liberadas si no les pagan, es un gran paso adelante. Que hinchas puedan disfrutar de su estadio en plenitud sin que haya pulmones de seguridad u otras dificultades producto de la presencia de visitantes, es muy saludable. No ver, como el otro día en Godoy Cruz-River y por la trampa de los hinchas neutrales, corridas y piedrazos de una tribuna a otra, es impagable.
Yo quiero ir al fútbol a ver un partido. Me importa un rábano el duelo de hinchadas y toda la carga clasista, racista y xenófoba que se desprende de los cantos que bajan desde las tribunas. No quiero ir a la cancha con un policía respirándome en la nuca o con corredores especiales que no me hagan chocar con otros hinchas. No quiero quedarme una hora y media después de que termina el partido para esperar que los visitantes se vayan lo más lejos posible. Quiero ver fútbol y pasarla bien. Quiero ir con mis hijos a la cancha y no correr reisgos. Y si el precio a pagar es que no concurran los visitantes, no me opongo. Es más, lo respaldo. ¿Que sería mejor que las cosas fueran de otra manera? Por supuesto. Pero vivimos en el mundo real. Imperfecto. Complejo.
Ah… y cuando juega mi equipo en otra cancha, lo miro por televisión. Que no es lo mismo pero es igual.