Jamie Vardy, goleador de Leicester City -sorpresivo líder de la Premier-, es chico de la tapa del fútbol inglés. Todo gracias a que tras alcanzar un récord de goles en partidos consecutivos del que ya habrán leído mucho, mantuvo su nivel y hoy es el máximo goleador del campeonato. Su ascenso al estrellato del balón ha sido supersónico.
Hace poco más de seis meses debutó con la Selección inglesa, entró 15 minutos en reemplazo de Wayne Rooney. Hace apenas año y medio juega en la élite del fútbol británico. Hace cuatro años era goleador en Quinta División. Hace cinco temporadas era un olvidado delantero en Séptima, una liga amateur, y obrero en una fábrica de férulas ortopédicas. Hace ocho, cuando apareció en Octava División, era un delincuente juvenil que se perdía partidos por volver temprano a casa, según orden judicial. Hace doce años, cuanto tenía 16, un club lo dejó libre porque era bajito y se puso a estudiar ciencias del deporte. Hasta ahí, lo que ya contaron todos.
Ahora, con 29 años recién cumplidos, Vardy debe mirar su vida en retrospectiva con cierta incredulidad. En muy poco tiempo le pasaron todas esas cosas. Hace más de una década, cobraba un viático semanal de 30 libras. Ahora le pagan 45 mil libras cada siete días. Llegó a la cima de la montaña del fútbol, como soñaba, pero por el camino menos pensado. Su aparición, imprevista y veloz, generó en Inglaterra un debate interesante sobre cómo deben formarse los futbolistas.
John Still, entrenador de Luton Town, de Cuarta División, asegura que hay más joyas ocultas como Vardy en el fútbol amateur británico, pero dice que será cada vez más difícil encontrarlas. “Jamie no es un hecho aislado, pero el talento se está perdiendo”, afirma. Still advierte que el dinero, en especial de la TV, se está acumulando en los equipos de las primeras categorías, y sus academias de juveniles, y que hay poco apoyo para los clubes pequeños, donde se forman miles de futbolistas.
Acostumbrado a rastrear talento en ligas menores dentro de la enorme pirámide del fútbol británico, 84 divisiones en 58 ligas sólo en el sistema amateur, Still destaca el valor intransferible de la necesidad. Las pocas oportunidades, plantea, forman mejor a un futbolista profesional, con más fuerza y determinación, que el exceso de comodidades de las escuelas formativas que siguen el modelo donde La Masía es Havard.
“Mira a alguien que trabaja como obrero en una construcción y tiene la oportunidad de ser futbolista profesional. Pensará ‘yo no quiero volver a eso’ y hará todo lo posible para lograrlo. El pibe criado desde los 12 en un gran club no estoy tan seguro de que tenga ese mismo hambre”, asegura Still.
Barry Smith, DT de Aldershot, otro equipo del ascenso inglés, coincide: “Las academias son buenas para formar jugadores técnicos pero ¿los preparan para el fútbol profesional?”. Still insiste: “El fútbol de academia es muy, muy bueno técnicamente, pero la cruda realidad es que tenés que ser capaz de competir, correr, pelear, hacer frente, desarrollarte físicamente”.
Steve Walsh, histórico capitán de Leicester City, se sumó a la Vardymanía en esa sintonía. “Es un ejemplo para cualquier futbolista joven con aspiraciones”, afirmó según la agencia AFP. También destacó su determinación Allen Bethel, presidente de Stocksbridge Park Steels, su primer club amateur. “Siempre era el primero en llegar al entrenamiento y el último en irse”, recordó. Incluso en los malos momentos se mantenía positivo. Esa es la época en que un adolescente Vardy se metió en una pelea nocturna y fue condenado a usar un brazalete electrónico y a volver a su casa antes de las 18.30, por lo que se perdió muchos partidos. Sin embargo, subrayó el directivo, siempre “era la alegría de la fiesta”.
La historia de Vardy no es única. Otros cracks británicos surgieron por fuera de las inferiores de los grandes clubes ingleses como es el caso de Stuart Pearce, Gary Pallister, Chris Waddle, Ian Wright y, más cerca en el tiempo, Chris Smalling o Joe Hart. Y también hay casos similares en otros países. El propio Ian Wright comparó la presencia de Vardy en Inglaterra con la aparición de Toto Schillaci en el fútbol italiano.
En 2013, después de una mala primera temporada en Leicester City, en Segunda, Vardy pensó en dejar el fútbol. Finalmente, la presión lo había alcanzado. Nigel Pearson, entonces su DT, lo convenció de no perder la confianza justo en ese momento. En la campaña siguiente hizo 16 goles y fue clave para el ascenso. Pero el último empujón hacia la cima se lo dio, casualmente, el italiano Claudio Ranieri.
En junio, cuando agarró el equipo, Ranieri sacó a Vardy de la banda, donde tenía que correr laterales rivales, y lo ubicó en el centro del ataque. Jamie estalló como referente ofensivo. Ranieri lo calificó como “un gran campeón” y lo comparó con Batitusta, al que dirigió en estado de gracia en Fiorentina, aunque de una forma muy particular. “Es increíble que estemos mencionando a Jamie en la misma categoría que Batistuta”, afirmó.
En esta Premier, Vardy lleva 18 goles en 25 partidos. Y marcó en once fechas consecutivas. Como Bati lo hizo una vez en el Viola. Jamie quedó a un partido de igualar el récord de Jimmy Dunne, que entre 1931 y 1932 anotó en 12 encuentros seguidos con Sheffield United.
Las vueltas de la vida. “Quizás, si me hubiera formado en la cantera de Sheffield Wednesday esto no hubiera ocurrido nunca”, reflexiona Vardy. “Es lo bueno del fútbol -agregó-. Lo hice a mi manera y me salió bien”. Quizás, para un goleador, eso es lo único que importa.